Hace muchos años, "en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", conocí a una chica que estaba muy enamorada de su novio. Después de una relación de dos años en los que tuvieron actividad sexual con regularidad, decidieron casarse. Ella llegó de blanco y puntual a la Iglesia para la celebración de su boda, pero pasaron los minutos y el novio no aparecía. El sacerdote tuvo que iniciar la misa sin el muchacho mientras ella, angustiada, esperaba en el coche. La misa terminó y el novio nunca llegó. La había dejado plantada. Durante las horas siguientes ella no tuvo noticias de él, y fue hasta dos días después cuando apareció para decirle que lo habían secuestrado. Ella ingenuamente le creyó. Tener relaciones sexuales durante el noviazgo ofusca, sin duda, la mente de los novios. Cada vez que ellos tienen intimidad hablan en un lenguaje corporal que no está en sintonía con la realidad de su noviazgo. Si tomamos en cuenta de que por medio del acto sexual vienen nueva...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos