L a diócesis pasa por una profunda tristeza. La noticia de la culpabilidad y la sentencia al padre Aristeo Baca nos ha dejado una gran amargura en el corazón. Nos duele por una declarada víctima y un sacerdote condenado a prisión. Además, la honda división de los católicos entre quienes le condenan y quienes le absuelven, es también causa de mucho pesar para quienes queremos vivir en una Iglesia unida, siguiendo el deseo de Jesús: "que todos sean uno como tú, Padre en mí y yo en ti" (Jn 17, 21) Un solo abuso por parte de un sacerdote debe dolernos hasta el fondo del alma. El sacerdote es un don de Dios para su pueblo y ha sido tomado de entre los hombres en favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren (Heb 5,1). Cuando este regalo de Dios para su pueblo se desvirtúa, el daño que se puede causar es enorme y, en caso de abuso sexual, es un grave pecado de escándalo que obstaculiza, en toda víctima, su camino hacia Dios. Ante la condena que ha hecho un tribunal a un...