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Mostrando las entradas de enero, 2019

Líderes: conducir sin consultar; discernir antes de actuar

E l presidente de la república Andrés Manuel López Obrador tiene un estilo muy particular de gobernar. Ha dejado claro que en la toma de decisiones para los asuntos públicos está dispuesto a consultar al pueblo. Decidió, por ejemplo, cancelar el proyecto del aeropuerto de la Ciudad de México preguntando su opinión a la gente. Otros proyectos del presidente también se someterán a consulta: la construcción del tren maya, refinerías, la creación de la Guardia Nacional y los juicios políticos a los expresidentes de México por actos de corrupción. El presidente, sin duda, tiene muchos seguidores en México. Su rectitud de intención y su honestidad personal le han atraído gran popularidad. No obstante, su estilo de consultar al pueblo es inadecuado para un buen líder. El auténtico liderazgo es aquel que sabe vivir sin los aplausos del pueblo y aquel que no teme la crítica de su gente. Un buen líder sabe educar su conciencia delante de Dios y tener criterios más firmes que el simple entusia...

Llorar

H ace muchos años, cuando yo era un adolescente, tuve una pequeña crisis existencial. Recuerdo bien –tendría 13 o 14 años– que por primera vez tuve una sensación de desamparo; la soledad y el vacío me sacudieron. No era por cuestiones familiares o afectivas, pues siempre fui afortunado en tener una familia integrada. Por primera vez me asombré seriamente ante el misterio de la vida y me pregunté dónde estaba Dios. Hubo angustia y llanto. Hace unos días escuché a una mujer cuyo marido fue asesinado, aquí en Ciudad Juárez, por un asalto a su negocio, como ocurre tantas veces en nuestro país. En un abrir y cerrar de ojos la vida de la familia se trastornó brutalmente. Los niños, tan necesitados de la figura del padre, conocieron la orfandad paterna. Con crueldad el misterio de la iniquidad les abría una herida que aún sigue sangrando, sobre todo en un hijo que no quiere saber nada de Dios. Así caminan muchas familias de nuestro país, humilladas y heridas por la violencia. Sinsabore...

La tristeza de un agente de migración

L legué, no hace muchos días, al puente internacional para cruzar la frontera hacia Estados Unidos. El inspector, un joven entre 30 y 40 años, me interroga con las preguntas de rigor: a dónde voy, si el coche es mío, dónde vivo. Quiere saber a qué dedico mi vida y le digo que soy sacerdote en Ciudad Juárez. Me pregunta por mi parroquia y me pide permiso para hacerme una pregunta muy personal: "¿Todo lo perdona Dios?" En su rostro percibo una expresión de profunda tristeza. "Mire usted –me dice en tono confidencial– mi esposa y yo esperábamos un hijo y, al saber que el bebé nacería con discapacidad, decidimos terminar el embarazo". Yo le respondo que cuando hay arrepentimiento en el corazón, Dios nos perdona y nuestra vida puede recuperar la esperanza. Le explico que el aborto es una herida que se abre en la vida de quienes son responsables, herida que sólo Jesús puede curar; le sugiero acercarse a su parroquia para conversar y confesarse con un sacerdote. El tie...

Hacer una Confesión general de la vida

E sta semana he estado acompañando al grupo de 21 seminaristas del Curso Introductorio en sus Ejercicios Espirituales anuales. Lo he hecho durante los últimos años guiado por los llamados "Ejercicios Espirituales" de San Ignacio de Loyola, diseñados para purificar el alma de todo apego al pecado y ordenar la propia vida en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Quienes hacen los ejercicios meditan fuertemente, entre otros muchos, el tema del pecado para lograr un verdadero aborrecimiento de toda maldad en la propia conducta. Para ello san Ignacio recomienda preparar y hacer, lo que se llama, una confesión general de toda la vida. Consiste en hacer un inventario de todo el cúmulo de pecados acumulados, desde que uno tuvo uso de razón hasta el presente, para decirlos, con un corazón contrito, al sacerdote confesor. Es una experiencia profundamente liberadora. Hace años, cuando fui seminarista, en unos ejercicios ignacianos en Roma, hice mi confesión general. Recuerdo el...

Sin regalos no podemos vivir

H ace muchos años mi familia decidió que no habría regalos en Navidad. Fue una liberación para todos. Dejamos de sentirnos presionados por la ola consumista que a muchos empuja a tener que comprar algo, muchas veces de manera forzada. Aprendimos que el gran regalo de unos para otros es estar juntos y convivir como familia. Un desprendimiento de la costumbre de darnos regalos navideños nos ha hecho darnos cuenta de que el verdadero regalo es la presencia de Jesús en nuestras almas. Los magos, reyes o sabios de Oriente hoy nos siguen dando una gran lección: nuestros regalos han de ser para Jesús. Los Santos Padres de la Iglesia, buscando el significado de aquellos regalos nos enseñaron que ofrecieron oro al Niño por ser rey, incienso por ser Dios, y mirra por ser hombre, ya que la mirra, en el imperio romano, era un anestésico para los moribundos o los condenados a muerte. Jesús será, más adelante, el condenado a muerte para nuestra salvación. Personalmente me gustan mucho los reg...