Ir al contenido principal

Los dolores de parto de la creación

Porque no hay verdad, ni misericordia, ni respeto a Dios, sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y libertinaje, homicidio tras homicidio. Por eso gime la tierra y desfallecen sus habitantes: hasta las fieras del campo, hasta las aves del cielo, incluso los peces del mar desaparecen. (Oseas 4, 1-3)

En un artículo publicado en la revista ‘Crisis’, el ingeniero nuclear Regis Nicoll comenta los desastres naturales que están cimbrando al mundo. Los últimos terremotos en México y los huracanes Harvey, Irma y José, que han dejado estelas de muerte y destrucción, aunados a los amargos recuerdos de muchas tragedias en los últimos años, como la del tsunami en 2004 en Indonesia con la trágica muerte de 200 mil personas, provocan incertidumbre e interrogantes sobre la existencia de Dios.

Para los ateos -que creen que la realidad se reduce sólo a lo material- los desastres naturales son evidencia de que el hombre se encuentra solo en un universo hostil y sin supervisión; son pruebas, según ellos, de que Dios no existe. Sin embargo también muchos creyentes llegan a dudar de la bondad del Dios en el que creen. ¿Por qué el Señor parece ser indiferente a nuestros gritos, a nuestro dolor? Hay quienes se preguntan si Dios es un monstruo o solamente un invento del hombre para procurarse consuelo.

Como ingeniero nuclear y hombre de fe, Nicoll apunta hacia la existencia de Dios a través del argumento de un universo ordenado y con propósito. En el mundo de la ciencia, uno de los descubrimientos más sorprendentes es la complejidad integrada del universo. Las relaciones que dan estructura al cosmos son tan precisas y tan interdependientes que, si alguna faltara o sufriera una variación, la vida no podría existir en la tierra.

Incluso los científicos ateos han tenido que admitir que todo en el universo está tan delicadamente equilibrado, que es absurdo creer que la creación y su armonía son meras casualidades. La misma ciencia apunta a que la existencia del universo tiene una intención. Quienes afirman que todo es producto del azar o del caos material, ven cada vez con más evidencia cómo sus teorías se derrumban.

Por todas las variables y condiciones que existen en el cosmos, existe la vida en el planeta tierra. Si llegara a faltar una condición o éstas se alteraran, no existiríamos. Todo indica que la tierra es un lugar pensado para el hombre, a excepción de las hostilidades esporádicas de la naturaleza como los terremotos, huracanes, tornados y tsunamis. Estos fenómenos, quizá, no existieron en algún momento de la creación del universo porque las condiciones originales del cosmos eran diversas.

El relato de la creación, en el libro del Génesis, dice que todo lo que hizo Dios era bueno. El mundo era un lugar hospitalario para el hombre, y la naturaleza fue puesta al servicio de la humanidad. Pero después de la caída, el mundo perdió gran parte de su hospitalidad. Según el relato bíblico, el pecado no sólo llevó a eliminar la presencia de Dios en el mundo, sino que convirtió la tierra en terreno maldito. San Pablo dice: “La creación fue sometida a la frustración” (Rom 8, 20).
'
El mundo funciona, pues, en estas condiciones de frustración. La vida y la muerte coexisten y el hombre no puede escapar de este sistema. Nacemos, tenemos salud, enfermamos y morimos. Pero tampoco la tierra está libre de corrupción: la combinación de condiciones meteorológicas y geológicas son necesarias para que exista la vida biológica, pero al mismo tiempo hacen que existan los huracanes y los terremotos. La tierra rota sobre su eje y ello estabiliza la temperatura del planeta para que nazca la vida biológica, pero esta rotación también genera las masas de aire que provocan los huracanes y tornados que causan tanta destrucción.

San Pablo nos dice que anhelamos la redención de nuestros cuerpos (Rom 8,23), y que toda la creación gime como con dolores de parto, esperando la redención. Así, los huracanes, volcanes y terremotos no son productos evolutivos de un universo sin Dios, sino los lamentos de una creación que suspira por ser liberada de la decadencia, hasta que los hijos de Dios vivamos plenamente como tales en los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap 21,1).

Quienes no hemos sido víctimas de la devastación de la naturaleza podemos tranquilamente reflexionar sobre estos argumentos. Pero no así las víctimas de los huracanes en Houston y en la Florida. Los habitantes de Juchitán, en estos momentos, lo que menos quieren escuchar es que la desobediencia de Adán les trajo la ruina. Ellos tuvieron al vendaval en sus tierras, y lo único que hoy pueden gritar a Dios es “¡Sálvanos, Señor, que nos hundimos!” (Mt 8,25).

Dios no está lejos de ellos. En medio de una creación sometida a la frustración están sus hijos, los discípulos misioneros de Jesús de Nazaret, llevando su presencia a través de la caridad que el mismo Dios ha puesto en sus corazones. No dejemos que las vidas de nuestros hermanos que están sufriendo a causa de los dolores de parto de la creación se hundan completamente: hoy con nuestra oración y en los centros de acopio, y a través de una colecta especial en nuestras parroquias.

Comentarios

Publicar un comentario

¿Quieres comentar? Antes debo revisar tus palabras y sólo podrá ser comentado públicamente lo que sirva para edificación.

Entradas más populares de este blog

Católicos y rituales paganos

La nueva presidenta Claudia Sheinbaum, quien dice ser no creyente, empezó su gobierno participando en un ritual de brujería. Hago algunas observaciones con este hecho: 1. Muchos ateos se niegan a creer en el Dios revelado por Cristo debido a que ello exige conversión y compromiso moral, y prefieren dar cauce a su sensibilidad espiritual a través de rituales mágicos de protección contra fuerzas que los puedan perjudicar. Es decir, en el fondo, muchos que se confiesan ateos creen que existe algo que está más allá del mundo natural. ¿Será que la presidenta, en realidad, no es tan atea? 2. Participar en un ritual religioso indígena debería de ser motivo de escándalo para los jacobinos y radicales de izquierda que proclaman la defensa del Estado laico y la no participación de un político en actos de culto público. Ellos deberían de ser coherentes y lanzar sus rabiosos dardos a la presidenta. Si Claudia Sheinbaum hubiera sido bendecida por algún sacerdote con sotana y sobrepelliz a las puert...

La muerte del padre Rafael, mi vicario

La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica. Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos. Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo...

Sanación del árbol genealógico

En las últimas décadas diversos grupos y personas en la Iglesia hacen oración para limpiar de pecados su árbol genealógico. Esta práctica es llamada "sanación intergeneracional". Incluso hay sacerdotes que la promueven haciendo misas con ese propósito. Es un grave error. Algunas conferencias episcopales como la de Francia y de Polonia, y ahora la española, se han pronunciado en contra de esta falsa doctrina y pésima práctica. Conocida también como la "sanación del árbol genealógico", la sanación intergeneracional tuvo su origen en los escritos del misionero y terapeuta anglicano Kenneth McAll, quien trató de hacer una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En ámbito católico fueron John Hampsch y Robert DeGrandis quienes popularizaron la práctica en grupos carismáticos. Según estos autores, existen pecados no perdonados, cometidos por los antepasados de una persona, que hoy tienen efectos perniciosos en sus descendientes y que se manifiestan a tr...