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Mostrando las entradas de febrero, 2022
 

Hijos de madres violadas

Nataly, chica mexicana, tenía 14 años cuando conoció a un joven de 17 en el gimnasio. El muchacho, que era muy carismático, tenía fama de ser agresivo; su pasado era de abandono, drogas y cárcel y, sin embargo, se portaba agradable y simpático con ella. Un día que la invitó a salir, la llevó a un lugar oscuro donde la besó a la fuerza. Ella, disgustada, no quiso saber nada de él. Tiempo después lo volvió a encontrar y él le propuso ir a un lugar "increíble" donde le presentaría a su familia. La llevó caminando hacia un lugar despoblado y ahí la tiró por tierra donde la forzó a tener una relación sexual. Después de la violación ella se sintió profundamente humillada y sucia. Sin que ella lo advirtiera, en la oscuridad de su cuerpo, los espermatozoides del violador hacían su carrera por las trompas de Falopio hasta que uno de ellos penetró en su óvulo. Después de la unión de los gametos se creó un nuevo ser en su vientre, dotado de un ADN diverso al de la madre y con un alma in...

Trauma post aborto

Hace años, cuando servía en mi primera parroquia, recuerdo que una tarde llegó una chica hecha un mar de llanto y dado gritos de desesperación. Inconsolable y profundamente arrepentida la mujer, quien tendría unos 20 años de edad, vino directamente a la iglesia luego de haber abortado a su bebé en una clínica de la vecina ciudad de El Paso Texas. Era tan aguda su consternación que me pareció que podría compararse a la de una madre que ve que un coche atropella a su bebé. Jamás olvidaré su llanto y su sentido arrepentimiento. Hay mujeres que después de haber abortado no se atreven a acercarse a un confesionario por el temor de ser rechazadas o juzgadas. Creen que del aborto cometido Dios no las puede perdonar; sienten que sido un pecado tan grave que ni ellas mismas se pueden perdonar. Ciertamente ha sido un pecado muy grave –no hay que ocultarlo– puesto que una vida inocente ha sido sesgada. Sin embargo esas mujeres ignoran que sus sentimientos o tormentos de culpa, aunados a su arrepe...

La muerte de nuestros sacerdotes

Foto: José Zamora, Norte Digital En un período de dieciocho días el ángel del Señor vino a tres de nuestros sacerdotes para pedir sus almas. Primero la muerte pasó por Madrid llevándose al padre Juan Manuel García Martínez; en El Paso Texas el hado visitó al padre Benjamín Cadena de Santiago; y hace apenas unos días, en Ciudad Juárez, la fatalidad cayó sobre el padre José Solís Aguilera. Eran, los tres, sacerdotes de impronta. Sus muertes han dejado un vacío helado en la diócesis y mucho pesar en las almas. Los tres sacerdotes salieron de este mundo tras prolongadas agonías. El padre García llevaba muchos meses convaleciente por una enfermedad que lo dejó inválido y le quitó el habla. El padre Benjamín, víctima del Covid, luchó durante varias semanas hasta que sus pulmones no pudieron más. El padre Solís estuvo más de quince días en terapia intensiva por complicaciones gastrointestinales, entre graves crisis y sutiles promesas de recuperación. La enfermedad desplegó su saña en cada uno...