martes, 17 de diciembre de 2024

La muerte del padre Rafael, mi vicario


La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde entre la vida y la muerte por una baja en su presión arterial. Al padre Arturo, vicario también, y a mí, nos tocó auxiliarlo y trasladarlo al hospital. Desafortunadamente el padre llegó sin vida a la clínica.

Hace ocho años recibí al padre Rafael como vicario de catedral para su integración al trabajo pastoral. El martes 17 de diciembre lo recibí dentro de su ataúd en la puerta del templo. Aquel mandato de Jesús a sus sacerdotes: "id por todo el mundo a predicar al Evangelio" de pronto se transformó en "vengan benditos de mi Padre". Después de estos años de haber caminado juntos en las labores de la parroquia, doy gracias a Dios por el servicio que prestó a la Iglesia así como por la relación fraterna y amistosa que tuvimos.

Recibimos su cuerpo sin vida iniciando las ferias mayores del Adviento, leyendo la genealogía de Jesucristo, y así recordamos que el Verbo de Dios se hizo carne de nuestra carne; se metió en la entraña de la historia en una ascendencia marcada por el barro y la fragilidad. Y de esa endeblez llamó a hombres para que estuvieran con él y enviarlos a predicar el Evangelio, para administrar los sacramentos y servir al Pueblo santo de Dios.

El padre Rafael tenía fascinación por la Divina Palabra. Estudioso de las Sagradas Escrituras escrutaba la Biblia y transmitía sus conocimientos en círculos de estudio. Fue un sacerdote inteligente y teológicamente bien preparado.

Hay amistades que marcan la vida, y una de estas fue la que el padre cultivó con una mujer llamada María Elena Calleros, de muy grata memoria. Ella era una mujer mayor que vivía atada a una silla de ruedas debido a una parálisis en todo su cuerpo. María Elena había fundado un gran grupo de enfermos en oración "Camino al cielo" para que los enfermos aprendieran a santificarse en el sufrimiento y se apoyaran en oración recíproca. El padre Rafael quedó vivamente impresionado por el testimonio de "Malenita" –como a ella era conocida– por lo que tuvo una gran sensibilidad hacia los dolientes.

Quizá la afectividad del padre hacia las personas aquejadas por enfermedades se debía a que él también tenía una frágil salud. Durante el último año de su vida estuvo viviendo entre la Catedral y la Casa sacerdotal donde recibía tratamientos médicos y atención de la diócesis.

Creo que Dios fue muy benévolo con el padre Rafael al permitirle preparar su muerte. Los avisos empezaron un año antes de su deceso, en 2023, cuando tuvo una crisis de salud que lo llevó al hospital. Ya la misma salud quebrantada es un gesto que Dios permite para alertarnos sobre su venida, que puede ser en cualquier momento, como la del ladrón en la noche. Desde entonces el padre Rafael fue arropado con un servicio de atención bastante bueno para los sacerdotes diocesanos, que incluye una fraternidad sacerdotal de padres mayores o enfermos.

Hacer ejercicios espirituales una vez al año es un privilegio que pocos católicos tienen. Esos días de retiro son una oportunidad dorada para reorientar nuestra vocación sacerdotal hacia el primer amor al Señor, y el padre Rafael tuvo ocasión de vivirlos durante sus últimos años. Siempre regresaba a casa de sus ejercicios con entusiasmo. Finalmente llegó el Adviento de este año anunciando al Dios que viene a salvarnos, e invitándonos a vivir en vigilante espera para el día del Señor, que vendrá inesperadamente.


El domingo pasado fue tercer domingo de Adviento cuando llegó el Señor para llevarse al padre Rafael. Justamente era el domingo "gaudete", el de la alegría que anuncia el arribo de Dios. Las palabras que escuchó en su última misa fueron las de Sofonías: "Regocíjate, grita de júbilo, alégrate, gózate. El Señor ha revocado tu sentencia... está en medio de ti, no temerás mal alguno". Y esa misma tarde vino Dios por él.

Por gracia y ventura Dios me concedió ser su padrino de órdenes sagradas, impartirle la absolución camino al hospital y recibir su cuerpo sin vida en las puertas de la catedral. Fue el último gesto de misericordia que Dios tuvo con su sacerdote antes de mandarlo llamar a su presencia. Jesús lo había elegido para el ministerio, y Rafael hizo de Cristo su opción fundamental de vida. Como Iglesia oremos por nuestros sacerdotes, por quienes nos dieron el pan de la Palabra y la gracia en los sacramentos. Descanse el padre Rafael en la paz del Señor.

martes, 10 de diciembre de 2024

Regalo de Navidad: perro o novio


Los criaderos de perros y gatos tienen buena venta en esta época del año. Se acerca la Navidad. Los niños recibirán, casi todos, algún juguete. Hay pequeños, y adultos también, que recibirán, como regalo, alguna mascota. No está mal. Pero hay quienes aspiran a algo más que el cariño del "rocky" o de la "canela": jóvenes solteros que, soñando con tener una pareja, tocarán a la puerta del corazón de alguna persona atractiva con la esperanza de que ésta les abra. No faltará el galán que aproveche el espíritu navideño para pedir la mano de su novia y le proponga matrimonio. ¡Eso sí es un regalazo de Navidad!

Un perro bajo el árbol de navidad no puede llenar el corazón del hombre. Por eso dijo Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gen 2,18). Es como si dijera: "voy a hacer alguien al que pueda amar". Dios creó a los animales y se los presentó al hombre para que éste les pusiera su nombre. Al darles nombre, el hombre se dio cuenta de que entre él y los animales existe una abismal diferencia. Los animales no son imagen de Dios, y el hombre sí lo es. Podemos imaginar a Adán diciendo: "gracias, Señor, por los animalitos, pero no puedo amar a un rinoceronte o a una libélula".

Dios puso al hombre en un profundo sueño y le sacó una costilla. "Profundo sueño" se traduce mejor con la palabra "éxtasis", que quiere literalmente decir "salir de uno mismo". El éxtasis de Adán consistió en que Dios, del hombre, sacó a una mujer. "Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne", dijo al verla, Adán emocionado. Ambos, hombre y mujer, comparten la humanidad común y ambos tienen el Espíritu de Dios dentro de ellos. Por eso están llamados a amar a imagen de Dios. Un toro nunca podrá decir de una vaca "esta sí es cuerno de mis cuernos y rabo de mi rabo". Los animales no son imagen de Dios.

¿Cómo sabe Adán que la mujer es a quien puede amar? Recordemos que ambos estaban desnudos. Sus cuerpos revelaban la verdad espiritual de sus personas. Se contemplaron como espíritus encarnados o carne espiritualizada. En su desnudez descubrieron que el cuerpo tiene un significado matrimonial o esponsal, así como los tornillos son para las tuercas y éstas para los tornillos. Es decir, el cuerpo fue creado para expresar amor y convertirse en regalo complementario para la otra persona. Y siendo uno regalo para el otro, hallaron el sentido y el significado de su existencia.

En esta Navidad que se aproxima, si eres joven y tienes tu pareja en un noviazgo serio y formal, o si ya estás felizmente casado por la Iglesia, puedes mirar a la persona que es tu complemento y pensar: "tú y yo podemos caminar juntos. Dios nos hizo uno para el otro. Puedo donarme a ti, tú puedes donarte a mí, y juntos podemos construir una comunión de amor a imagen de Dios, un matrimonio". Ese impulso sexual con el que el Señor te creó es para que experimentes el llamado divino a amar a tu pareja como ama Dios.

No está mal recibir una mascota como regalo de Navidad, pero hay un regalo que es incomparablemente superior: amar con el amor de Dios en el corazón a una persona del sexo contrario. De esa manera se puede experimentar la alegría, la paz y un conocimiento profundo de la bondad de nuestra raza humana.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Apariciones y vida interior


Nos preparamos para celebrar las fiestas en honor a Santa María de Guadalupe el próximo jueves 12 de diciembre. Su presencia en el Tepeyac, hace 493 años, fundó nuestra nación mexicana, nacida de la mezcla de sangre indígena y de sangre española. ¡Nada de qué avergonzarnos! Al contrario: un santo orgullo inflama nuestros corazones hispanoamericanos al contemplar que la Virgen María plasmó su imagen mestiza en la tilma de san Juan Diego. Son muchas enseñanzas preciosas las que nos deja el hecho guadalupano, pero este año podemos meditar cuatro, una por cada aparición.

Primera aparición: La Virgen pide que se construya el templo: "Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada en donde lo mostraré". La expresión no se limita a un edificio de culto, sino a algo más profundo: al acoger la Palabra de Dios en la oración y los sacramentos de la Iglesia, el hombre, por la gracia divina, se va transformando en el templo donde Dios habita. "¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?" (1Cor 6,19).

La Virgen vino a México a traer a Jesucristo, y con el cristianismo vino a expulsar de nuestras vidas toda idolatría, pecado y costumbres del paganismo. Nos vino a mostrar al verdadero Dios por quien se vive, y así ayudarnos a recorrer la vía para que Cristo Jesús habite en nuestros cuerpos como en su templo. Era necesario mostrar que a Dios se llega por un camino de fuerte purificación contra el mal, por el establecimiento de la gracia en nuestra vida y por formas de unión con Dios cada vez más hondas.

Segunda aparición: llama la atención el lenguaje y la familiaridad con la que Juan Diego se dirige a la Virgen: "Mucho te suplico, Señora mía, Reina mía, Muchachita mía... mi Hija la más pequeña, Señora, mi Niña, Dueña mía". En ese trato cariñoso y familiar es en el que escucha la voz dulce y firme de María, quien también se dirige con ternura: "Escucha, tú, el más pequeño de mis hijos... Mucho te ruego, hijo mío, el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo".

El diálogo entre la Virgen santa y Juan Diego nos invita a cultivar la oración mental como una especie de conversación interior con Dios. Todo acto interior que tenga el propósito de unirnos con Dios por medio del conocimiento y del amor es oración mental. En ella se incluyen los actos de recogimiento, la meditación, los discursos, el examen de conciencia, la mirada afectuosa de la mente, la contemplación, los impulsos del corazón hacia Dios. Todo ello nos eleva hacia Dios y hace que nuestro templo interior sea cada vez más digno para que el Señor habite en él.

Tercera aparición: Juan Diego vuelve con el obispo fray Juan de Zumárraga para entregar el mensaje de la Virgen, y el prelado lo cuestiona sobre la aparición, y le pide una evidencia. Para constatar la verdad, el obispo investiga a Juan Diego enviando a dos hombres para que lo siguieran. Aquellos lo siguieron pero Juan Diego se les perdió, y entonces regresaron al obispo diciéndole que aquel indio mentía y que estaba borracho.

Cuando algún católico manifiesta experiencias místicas como son las visiones o locuciones de contacto con lo divino, como fue el caso de Juan Diego, la Iglesia pone a prueba al vidente. Es necesario y es bueno que así sea; de otra manera estaríamos en graves peligros de creer que a cualquiera se le aparece Jesús o la Virgen, y caeríamos fácilmente en engaños del enemigo. Las experiencias místicas extraordinarias deben ser siempre cuestionadas y diligentemente investigadas por el bien espiritual del pueblo. Deben ser confrontadas con la teología para que el místico no se extravíe ni nos extravíe a los demás.

Sin embargo quedarnos solamente con la teología, el derecho canónico, la moral y la liturgia también comporta cierto peligro sin la experiencia del místico. Muchas cosas en la Iglesia como con los conceptos, las fórmulas, los razonamientos, las normas, la disciplina, nos pueden parecer áridas sin la experiencia del contacto con el Misterio. San Juan Diego y todos los videntes confirmados por la autoridad de la Iglesia son quienes nos muestran que el mundo sobrenatural es real, y que nuestra vida cristiana más que quedarse en costumbres y fórmulas, debe tender a elevarse a una unión cada vez más profunda con Dios. "El cristiano el siglo XXI será un místico, o no será", dijo Karl Rahner.

Cuarta aparición: Juan Diego se muestra angustiado ante la enfermedad y posible muerte de su tío Juan Bernardino. El indio rodea el cerro para ir con tu tío pero la Virgen sale a su encuentro. Es entonces cuando le dice esas maravillosas palabras: "Que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?

¡Qué declaración de amor ha tenido María con nosotros! Por eso la devoción a la Virgen es fundamental para nuestra santificación. Hemos de crecer en confianza hacia ella porque en la Virgen se fusionan el poder y la bondad; poder que no le viene por ella misma sino por dar su carne a Jesucristo, el Hijo de Dios, y por expreso deseo de Jesús: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). Y la bondad porque nos ama con el amor que ama a Jesús, ya que somos miembros del Cuerpo de Cristo. Ella nos engendró como hijos suyos en el dolor del Calvario y trajo a América a Aquel que es la Vida Eterna en la colina del Tepeyac.

La muerte del padre Rafael, mi vicario

La tarde del domingo 15 de diciembre fue dramática en la Catedral. El padre Rafael Saldívar, vicario parroquial, se debatía por la tarde en...