En 2014 escribí el artículo "Orígenes cristianos de Halloween" en el que compartí que, durante mi niñez y juventud, durante la noche del 31 de octubre, salía a pedir dulces por las casas del barrio y también, con mis amigos, participaba en fiestas de disfraces. Aquello me parecía sólo una diversión. Nunca nadie me advirtió de la relación de Halloween con el mundo de lo oculto. De hecho, ya siendo sacerdote, la opinión de los obispos de Estados Unidos yo también la compartía, creyendo que Halloween se trataba solamente de un fenómeno cultural de raíces cristianas relacionado con la Víspera de Todos los Santos –All Hallows Eve–, en el que niños y adultos católicos podían participar por diversión, pero que debían evitar los temas relacionados con el mundo de lo oculto. Hoy mi opinión ha cambiado. Creo que Halloween, aunque es una celebración comercial y aparentemente inocente, no deja de promover, en la conciencia colectiva, el contacto con la magia y el ocultismo. En Estados Un...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos