martes, 27 de agosto de 2024

Trigo y cizaña


Católicos y masones: distancias

Un sacerdote católico no puede dar la absolución sacramental a un masón que pida la Confesión y se niegue a renunciar a la masonería. Por más que insistan algunos masones en que se puede ser católico y pertenecer a una logia, la realidad es que ambas visiones del mundo y de Dios son inconciliables. La masonería ofrece a sus miembros la adquisición de un crecimiento personal completo, un conocimiento interno y externo a los iniciados y que dice terminar siendo benéfico para la sociedad. Si es así, ¿por qué son incompatibles el catolicismo y la masonería?

Primero, la idea de Dios
Para los masones, está dictada por la razón, mientras que para los católicos está dada por la Revelación de Dios en Jesucristo. Para la masonería Dios es el Gran Arquitecto del Universo, pero niega que Jesús es engendrado y no creado, de la misma naturaleza del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, que se encarnó y que habló a todos los hombres para ofrecerles la salvación. Los masones ven a Jesús como un iniciado –algunos dicen que Jesús fue el primer masón– pero no como el Hijo Unigénito del Padre.

Segundo, los misterios
La masonería estudia "misterios" que son revelados sólo a unos cuantos iniciados que van alcanzando grados superiores de conocimiento de esos enigmas. El católico, por el contrario, conoce el Gran Misterio que estaba oculto durante siglos y que fue revelado en la plenitud de los tiempos, cuando el Verbo se hizo hombre. Ese Gran Misterio no es para unos cuantos, sino para toda la humanidad: el hombre es inmensamente amado por Dios y está llamado a participar, en Cristo, en la misma vida divina aquí en la tierra y en la eternidad.

Tercero, la fraternidad
La fraternidad de la masonería viene de los ideales de la Revolución Francesa: es la idea genérica de ser hermanos sólo porque somos de la misma raza humana. Ser hermanos para los católicos, en cambio, es reconocer primero la fuente de la fraternidad que es Dios Padre, quien entregó a su Hijo Jesucristo para hacernos hijos en el Hijo. Cristo comparte su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía donde todos formamos un sólo cuerpo unidos a Cristo, nuestra Cabeza, y nos alimentamos de Él. Es en su Sacrificio eucarístico donde se realiza la verdadera fraternidad de la Iglesia.

Cuarto, hacer el bien
La caridad cristiana es diversa de la filantropía masónica. Esta se basa –dicen los masones– en hacer el bien, pero, ¿qué bien? Para ellos no existe una moral basada en la ley natural y los Diez Mandamientos. De hecho la promoción del aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario son de inspiración masónica. Ellos fundamentan su obrar en el relativismo moral y doctrinal. Para los católicos, en cambio, la caridad está inspirada por el mandamiento del amor a Cristo: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado" (Jn 13,34), y es Cristo mismo quien vive en sus hermanos: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25,40).


Espanto mundial: ¿virus del mono?
Una nueva historia de terror es lanzada por la OMS: la posible epidemia del virus del mono que viene del Congo. Como profetas de desventuras, noticieros y periódicos del mundo anuncian que se acerca a nuestras ciudades el infame virus que ha cobrado la vida a 450 personas en África central. ¡Sálvese quien pueda! Por supuesto que ya está preparada la vacuna que las farmacéuticas tienen a la venta.

No soy médico, pero prefiero creer a algunos expertos en el campo de la medicina como el doctor Peter McCullough, que a la misma OMS y a las farmacéuticas. McCullough afirma que “El clado 1 del virus, la cepa actual, se está propagando a través de trabajadores sexuales y, en gran medida, hombres homosexuales o bisexuales con contacto sexual intensivo”. Su opinión coincide con la de la misma OMS, que admite que la nueva cepa del virus, “clado 1b”, se está propagando principalmente a través del contacto sexual. Explicó además que el virus “puede ser mortal si lo contrae una persona con enfermedad de VIH avanzada y en un país con una atención sanitaria muy deficiente como el Congo”.

Evitemos el pánico por la nueva posible "epidemia" de la viruela del mono. Existen enfermedades infecciosas mucho más graves y extendidas como la hepatitis C y la tuberculosis que causan cada una un millón y medio de muertes cada año en todo el mundo. Se estima que diariamente fallecen en el mundo 4,400 personas por tuberculosis. Sin embargo ahora los medios y las farmacéuticas se centran en una enfermedad rarísima para infundir miedo a la gente. El objetivo es despojar al mundo de paz, de alegría y de esperanza. Ante la manipulación mediática sobre esta viruela no perdamos el optimismo radical que nos caracteriza como cristianos.

miércoles, 14 de agosto de 2024

Visiones del cuerpo humano


Inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos encierran la propuesta masónica para la humanidad: el cuerpo humano se puede reinventar. Cada quien puede diseñar libremente su propio género o puede alterar su cuerpo a través de la tecnología.

Ideología de género y transhumanismo se proponen hoy como modelos para rediseñar al hombre. La primera se dejó ver en el espectáculo grosero y blasfemo de la apertura de los JJOO y, el segundo, en la ceremonia luciferina del cierre. Una ideología conduce a la otra. Inicio y fin de las olimpíadas pusieron sobre la mesa de la humanidad la propuesta de la masonería: destruir la naturaleza humana.

La oferta masónica es diabólica por la simple razón de que niega que el cuerpo humano ha sido creado por Dios para hacer visible en el mundo lo espiritual y lo divino. Si Cristo Jesús se encarnó tomando la naturaleza humana es porque vino a la tierra para conducir al hombre hacia Dios a través de la carne. "Todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios. Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo" (1Jn 4, 2-3).

Al diseñar al ser humano a su imagen como varón y mujer, llamados a la comunión de amor y a formar una familia, Dios reveló su plan para la sexualidad humana: reflejar el misterio de la comunión eterna que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es evidente que el diablo lanzará sus más feroces dardos a la sexualidad para deformar la imagen de Dios en el universo, que es el hombre.

La masonería tiene miedo a la verdad sobre el cuerpo humano. Sabe que el misterio del cuerpo –la naturaleza humana– lleva al encuentro con el misterio de Dios; por eso pretende destruirla. Pero también dentro del catolicismo han habido, en ciertos momentos históricos, temores y sospechas hacia el cuerpo y el sexo. Pensadores cristianos de ideas maniqueas o puritanas, o bien herejías como el jansenismo, han visto la sexualidad como sucia y pecaminosa.

A la propuesta masónica de deconstruir al hombre, y a los católicos temerosos de la bondad de la sexualidad, san Juan Pablo II tiene una afirmación verdaderamente audaz: "El cuerpo y sólo el cuerpo es capaz de hacer visible lo espiritual y lo divino, y capaz de hacer visible lo invisible. El cuerpo humano ha sido creado para trasladar a la realidad visible del mundo el misterio escondido desde la eternidad de Dios, y así ser signo de él". (Teología del Cuerpo 19,4).

La manera en que comprendamos al cuerpo humano –cuerpo sexuado de hombre o mujer– establecerá orden en el mundo o nos empujará hacia el caos. Por ejemplo, la errónea visión de que el cuerpo es sólo una mezcla de células ha llevado al mayor genocidio de todos los tiempos, al aborto legal, que hoy sacrifica a más de 70 millones de personas no nacidas al año. Pero también el hecho de que hoy la humanidad abandone las costumbres sexuales que la han acompañado durante su historia, está quitando a la sociedad su único fundamento firme y estable, que es la familia. Aborto y libertinaje sexual son proyectos de inspiración masónica.

Redescubrir la visión católica del cuerpo y de la sexualidad no es opcional para quienes quieran encontrar a Dios, forjar una vida feliz y estable, formar una familia y contribuir al verdadero progreso de la humanidad. Hoy se trata de un asunto de vida o muerte.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Trigo y cizaña


¿Que sólo España pida perdón?
Cuando pensábamos que los vergonzosos exabruptos del presidente López Obrador contra España habían quedado sepultados, escuchamos la declaración de Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, con la misma cantaleta. Ha reiterado que está de acuerdo en que España pida perdón por la conquista española que resultó en muchas masacres, y citó las de Cholula y del Templo Mayor.

Esta postura es absurda, por no decir perversa, por varios motivos. Si bien es cierto que la conquista de México no se hizo con los más finos modales ni entre pétalos de rosa, o diciendo "vengo a pedir permiso", es decir, lo que narra la "leyenda rosa", tampoco es verdadera la "leyenda negra" contra España, en la que todo fue masacre, destrucción, saqueo y violencia. En la historia de la Conquista de México encontramos luces y sombras, como todo proceso histórico, pero bien podemos decir que heredamos un país grandioso a través de este proceso de claroscuros, proceso que empezó su progresivo declive a partir de la independencia de España, en 1821.

Antes de la independencia, México era el cuarto país soberano más extenso del mundo. Tenía más de cuatro millones de kilómetros cuadrados de superficie. Lo peor vino después de 1821 con las pérdidas de más de la mitad del territorio, primero de Texas y después California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. De milagro no se perdieron Chihuahua y Sonora. Fuimos un país ocupado por potencias extranjeras –Estados Unidos y Francia– con una economía subordinada y hundido en guerras civiles. Hubo una persecución del gobierno a los católicos y masacres a los estudiantes en 1968.

Hay algunas preguntas para Claudia Sheinbaum: en vez de reclamar a España que pida perdón, ¿no habría que decir también al gobierno masónico de Estados Unidos que nos pidiera perdón por haberse quedado con más de la mitad de la tierra mexicana, y además exigirle que nos la devolviera? ¿No habría que reclamar al masónico gobierno francés que nos pidiera perdón por la invasión que hizo su país a México entre 1862 y 1867?

¿No habría de pedir perdón también el gobierno mexicano a la Iglesia Católica por la Ley Calles de 1926 que inició la persecución sangrienta a los creyentes en Cristo? En estos temas del perdón es más prudente el silencio y la búsqueda sabia de la verdad histórica. Remover las heces del pasado sólo obedece a motivos ideológicos -generalmente contra el catolicismo– y no a una búsqueda sincera de la verdad.


La gloria de los atletas
Si como seres humanos hemos de sentirnos orgullosos de Novak Djokovic, el tenista serbio que derrotó a Carlos Alcaraz y ganó la medalla de oro para su país, como cristianos nos sentimos doblemente gozosos por su triunfo. Djokovic sabía que los Juegos Olímpicos de París habían comenzado con un vómito blasfemo al Dios de los cristianos, y pese a que está prohibido por el Comité olímpico, mostró su fe ortodoxa en la cancha, persignándose, elevando su mirada al cielo o mostrando la cruz que lleva al pecho. "Antes de ser un atleta, soy un Cristiano Ortodoxo. Mi espalda siempre está custodiada por Dios y los ángeles", dijo en una entrevista.

Otros deportistas olímpicos mostraron con naturalidad su fe, como fue Katie Ledecky, ganadora del oro en nado libre de 1500 metros quien habló de la gran importancia que tiene para ella su catolicismo. También Tatjana Smith de Sudáfrica, el británico Adam Peaty y el surfista brasileño Gabriel Medina, entre otros.

Los verdaderos atletas son los que saben cultivar un alma de oro en un cuerpo de hierro. Para ellos las competencias no tienen únicamente un significado deportivo, sino moral y religioso. Su desempeño no está centrado en el esnobismo ni en el dinero, como ocurre hoy entre tantos jugadores. El deportista que vale un caudal es aquel que busca tener una estatura moral y espiritual acorde a su desempeño físico; aquel que, mientras entrena y domina su cuerpo en la tierra, su alma reposa en la beatitud de los Cielos.

Trigo y cizaña

Cuerpo incorrupto Por motivos de traslado del cadáver desde Roma, donde murió el cardenal Gregorio Pedro XV Agagianian en 1971, hasta Beirut...