L a muerte del padre Jesús Antonio Ramírez Pérez deja un gran vacío en nuestra parroquia y en nuestra diócesis. Los sacerdotes tienen un valor inmenso para toda la Iglesia. Pero ese valor que es un pastor según el corazón de Cristo, lo apreciamos mucho más en el norte mexicano, donde así como el agua es escasa y se debe cuidar, también las vocaciones a la vida sacerdotal. Si el sacerdocio es el amor del corazón de Jesús, como solía repetir con frecuencia el santo Cura de Ars, hoy reconocemos con devoción este inmenso regalo que fue para nosotros el padre Jesús Ramírez. Desde hace siete años el padre Jesús llegó a la Catedral enviado por nuestro obispo para ser vicario parroquial. El padre no tuvo que hacer un gran esfuerzo por conquistar el corazón de los fieles. Muy pronto destacaron sus virtudes que fueron perfumando nuestra comunidad, y que hoy han dejado un exquisito aroma: ese el buen olor de Cristo que esparce un sacerdote cuando vive en plenitud su ministerio. Quiero destacar tr...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos