viernes, 4 de julio de 2014

Fiestas religiosas

Las fiestas religiosas son la expresión gozosa de que Dios está a favor de su pueblo. En ellas celebramos la victoria de Dios sobre la muerte, y por eso vale la pena recordar esos acontecimientos victoriosos. Pero cuando las celebraciones religiosas dejan de ser importantes, cuando queremos que acabe la fiesta, manifestamos que Dios no es motivo de alegría sino obstáculo para nuestra felicidad. Amós, el profeta, revelaba dos castigos por este motivo: "se oscurecerá el sol en pleno día", es decir, los días perderán sentido, la vida se volverá monótona y depresiva, habrá hastío y confusión. El segundo castigo es "andar errantes buscando la Palabra del Señor pero sin encontrarla". Se trata de la incapacidad de reconocer la voz de Dios, algo para lo que el hombre fue creado. Son dos profecías cuyo cumplimiento vemos hoy día en la vida de muchos hermanos.

Amar el domingo como día principal de la semana, encontrar a la comunidad de discípulos, celebrar juntos la Eucaristía, escuchar la Palabra de Dios, recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús como prenda de su victoria sobre el mal y la muerte. Así nuestro paso por la tierra se vuelve una experiencia gozosa, los días adquieren sentido por la cercanía de Jesús resucitado, y el sol de Dios brilla sobre nuestras cabezas como el mediodía.

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