Este artículo expresa una opinión muy personal, y no la de la Diócesis de Ciudad Juárez, a la que pertenezco.
El secuestro y asesinato de la niña Fátima en Xochimilco ha despertado una ola de indignación tan grande en la sociedad mexicana –especialmente entre las mujeres– que podríamos calificarlo como un tsunami social. Un colectivo feminista-abortista de Veracruz llamado las "Brujas del mar" supo aprovechar la coyuntura entre el enojo social y el próximo Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, para lanzar la iniciativa del paro nacional de mujeres al día siguiente, el 9 de marzo.
Desde el 8 de marzo de 1952, cuando la ONU decretó esa fecha como el Día Internacional de la Mujer, miles de mujeres en el mundo, con inspiración neo marxista, se manifiestan para reclamar iguales condiciones de vida y derechos. El enemigo a combatir es lo que ellas llaman "el patriarcado", que es el sistema cultural perverso en el que supuestamente vivimos, donde se nos educa para el matrimonio de hombre y mujer, abierto a la procreación y educación de los hijos; sistema que, según el feminismo, ha sido causa de opresión e injusticia para las mujeres y las minorías sexuales. Por ser la cultura cristiana la génesis del patriarcado, el feminismo combate ferozmente a la Iglesia Católica.
Muchas personas de izquierdas y derechas políticas, indignadas por la violencia que sufren las mujeres en nuestro país–violencia que es real y que es profundamente indignante y dolorosa para todos–, se están sumado a la iniciativa del paro nacional femenino en la fecha citada.
Si bien los obispos de México han apoyado la iniciativa "Un día sin nosotras", de manera personal tengo mis reservas a este apoyo. El feminismo que se manifiesta en el mundo en torno al 8 de marzo es abiertamente abortista, anarquista y anticatólico. Inspirado en la lucha de clases del marxismo, mira al varón como el enemigo a vencer. Es un feminismo que permanentemente vive subrayando la subordinación de la mujer hacia el hombre para provocar contestación y rebeldía. Para ser ellas mismas, las mujeres deben situarse permanentemente como antagonistas del varón, mantener la rivalidad entre los sexos y buscar el poder, por encima de todo. Apoyar el paro nacional azuza, de alguna manera, la lucha de sexos.
Aunque los católicos no apoyemos directamente el aborto ni el odio al varón, sino el reclamo por el respeto a la seguridad de las mujeres, hemos de considerar que con nuestra participación en "Un día sin nosotras" podríamos estar llevando agua para el molino de las feministas. Son las del pañuelo verde las que acapararán las cámaras y reflectores en esos días. ¿Habrá anarquismo, violencia hembrista, destrozos, pintas en las calles y quema de iglesias? No lo sabemos, pero el ambiente puede llegar a ser tan efervescente que no es descabellado pensar que los actos extremistas ocurridos en Chile pudieran reproducirse en México.
Se entiende que muchos católicos de derechas y contrarios al presidente López Obrador quieran utilizar el 9 de marzo como coyuntura para demostrar su descontento con el gobierno federal; sin embargo el aliado –que en este caso es el feminismo abortista alentado por "las brujas del mar"–, es un movimiento enemigo de la Iglesia. A los católicos el tiro podría fácilmente salirnos por la culata.
Es fácil alentar a las mujeres a que se tomen un día libre de trabajo o que participen en marchas callejeras –lo que no solucionará el problema de la violencia– pero más difícil es generar políticas públicas que favorezcan la integración familiar y la educación en valores y virtudes. Menos fácil es erradicar con campañas el consumo de drogas, reducir los índices de alcoholismo o desalentar el consumo de pornografía, o bien educar el corazón de los varones en el respeto a las mujeres. Eso sí podría hacer avanzar el camino de la paz en nuestro país.
El secuestro y asesinato de la niña Fátima en Xochimilco ha despertado una ola de indignación tan grande en la sociedad mexicana –especialmente entre las mujeres– que podríamos calificarlo como un tsunami social. Un colectivo feminista-abortista de Veracruz llamado las "Brujas del mar" supo aprovechar la coyuntura entre el enojo social y el próximo Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, para lanzar la iniciativa del paro nacional de mujeres al día siguiente, el 9 de marzo.
Desde el 8 de marzo de 1952, cuando la ONU decretó esa fecha como el Día Internacional de la Mujer, miles de mujeres en el mundo, con inspiración neo marxista, se manifiestan para reclamar iguales condiciones de vida y derechos. El enemigo a combatir es lo que ellas llaman "el patriarcado", que es el sistema cultural perverso en el que supuestamente vivimos, donde se nos educa para el matrimonio de hombre y mujer, abierto a la procreación y educación de los hijos; sistema que, según el feminismo, ha sido causa de opresión e injusticia para las mujeres y las minorías sexuales. Por ser la cultura cristiana la génesis del patriarcado, el feminismo combate ferozmente a la Iglesia Católica.
Muchas personas de izquierdas y derechas políticas, indignadas por la violencia que sufren las mujeres en nuestro país–violencia que es real y que es profundamente indignante y dolorosa para todos–, se están sumado a la iniciativa del paro nacional femenino en la fecha citada.
Si bien los obispos de México han apoyado la iniciativa "Un día sin nosotras", de manera personal tengo mis reservas a este apoyo. El feminismo que se manifiesta en el mundo en torno al 8 de marzo es abiertamente abortista, anarquista y anticatólico. Inspirado en la lucha de clases del marxismo, mira al varón como el enemigo a vencer. Es un feminismo que permanentemente vive subrayando la subordinación de la mujer hacia el hombre para provocar contestación y rebeldía. Para ser ellas mismas, las mujeres deben situarse permanentemente como antagonistas del varón, mantener la rivalidad entre los sexos y buscar el poder, por encima de todo. Apoyar el paro nacional azuza, de alguna manera, la lucha de sexos.
Aunque los católicos no apoyemos directamente el aborto ni el odio al varón, sino el reclamo por el respeto a la seguridad de las mujeres, hemos de considerar que con nuestra participación en "Un día sin nosotras" podríamos estar llevando agua para el molino de las feministas. Son las del pañuelo verde las que acapararán las cámaras y reflectores en esos días. ¿Habrá anarquismo, violencia hembrista, destrozos, pintas en las calles y quema de iglesias? No lo sabemos, pero el ambiente puede llegar a ser tan efervescente que no es descabellado pensar que los actos extremistas ocurridos en Chile pudieran reproducirse en México.
Se entiende que muchos católicos de derechas y contrarios al presidente López Obrador quieran utilizar el 9 de marzo como coyuntura para demostrar su descontento con el gobierno federal; sin embargo el aliado –que en este caso es el feminismo abortista alentado por "las brujas del mar"–, es un movimiento enemigo de la Iglesia. A los católicos el tiro podría fácilmente salirnos por la culata.
Es fácil alentar a las mujeres a que se tomen un día libre de trabajo o que participen en marchas callejeras –lo que no solucionará el problema de la violencia– pero más difícil es generar políticas públicas que favorezcan la integración familiar y la educación en valores y virtudes. Menos fácil es erradicar con campañas el consumo de drogas, reducir los índices de alcoholismo o desalentar el consumo de pornografía, o bien educar el corazón de los varones en el respeto a las mujeres. Eso sí podría hacer avanzar el camino de la paz en nuestro país.