lunes, 31 de enero de 2022

El aborto de Patricia


Patricia Sandoval es una conferencista pro vida a quien tuve el honor de escuchar, hace unos meses, en El Paso Texas. Su conmovedora historia es de abundante pecado y de sobreabundante gracia, de dolor y de amor, de profundas heridas y curación en el amor de Dios. Cuando Patricia tenía 19 años quedó embarazada de su novio Saúl. En una fiesta de cumpleaños fue interceptada por sus amigas quienes cuestionaron su embarazo: "Pensamos que eres demasiado joven para ser mamá. ¿Estás segura que quieres tener ese bebé? Y así como la incauta Eva dialogó con la serpiente en el paraíso, Patricia se dejó presionar por sus amigas para procurarse el aborto.

En la clínica abortista ella pidió ver a su bebé en la pantalla del ultrasonido pero no se lo permitieron. También le dijeron que eso no era un bebé, sino sólo una bolsa. Una doctora le aplicó siete inyecciones en su cuello uterino. Sus partes internas se adormecieron y entonces se encendió una máquina aspiradora. Sintió una manguera presionándola por dentro y tuvo una contracción inmensa mientras su bebé era succionado fuera. "En ese preciso instante –confiesa Patricia– sentía cómo me arrancaban la vida, mientras entraba dentro de mí el fantasma de la muerte. Me sentí como una asesina".

Muchas mujeres jóvenes creen que procurarse un aborto es tan sencillo como ir al dentista a sacarse una muela. El embarazo les parece un problema, y piensan que si terminan el embarazo el problema se acabará. Creen que nadie se enterará, que no tendrán que preocuparse por su bebé y que podrán continuar con su vida y sus planes. No es así. Como Patricia, muchas mujeres no saben que después del aborto empiezan los mayores problemas.

Después de que Patricia abortó, mintió a su novio diciéndole que había tenido un sangrado y que, finalmente, todo terminó en un aborto espontáneo. Las amigas que le aconsejaron el aborto se esfumaron, una tras otra, de su vida. Nadie le preguntó cómo se sentía después del legrado. Con el tiempo Patricia adormeció su conciencia y creyó que su aborto había sido una bendición, ya que así podía continuar con sus proyectos personales.

Sin embargo, después del aborto, hábitos destructivos y pensamientos negativos comenzaron a manifestarse en su vida. La paz y la alegría se esfumaron de sus días. "Pensamientos violentos arañaban mi mente –dice–: ideas como la de dirigirme a la cocina y tomar un cuchillo para clavármelo. Mi personalidad estaba cambiando y yo tenía muy poco control".

Mary Beth Bonacci explica que las mujeres que abortan tienen, por lo general, reacciones emocionales que no esperaban. En su mente vienen escenas retrospectivas de su experiencia de aborto. Sueñan con bebés. Son más propensas a la promiscuidad sexual y al uso de drogas. La mayoría de ellas sufren obsesiones con esa experiencia durante toda su vida. Hay estudios que muestran que las mujeres que han tenido varios abortos sufren lo que se conoce como síndrome de estrés post traumático, semejante a lo que experimentan los soldados con traumas por la guerra.

La diferencia está en que, mientras que los veteranos de guerra han vivido la violencia muy de cerca, siendo testigos de la destrucción y la muerte por armas de fuego a su alrededor, las mujeres que han abortado experimentan esa violencia dentro de sus cuerpos. Desde que una mujer se embaraza se convierte en madre. Un bebé crece en su vientre: produce ondas cerebrales, late su corazón, crecen todos sus miembros, y también siente dolor. El aborto es un brutal invasor del cuerpo de la madre que arranca la vida al bebé.

El trauma post aborto acompañó a Patricia Sandoval durante muchos años. El aborto violó su instinto de mujer protectora de su hijo. Le quitó su rol de madre, de criadora y de salvaguardia de la vida. Ella misma fue víctima de una industria muy perversa que la engañó al ocultarle de su vista el desarrollo de su hijo, y que nunca le dijo cómo se realizaba la intervención ni el impacto que eso tendría en su vida. A Dios gracias Patricia, después de haber repetido el aborto dos veces más, y de haber vivido en las calles de Los Ángeles como drogadicta, con la gracia divina pudo recuperar su vida. Pero esa es una historia que podremos narrar en otro momento.

En una sociedad que quiere endulzar los oídos llamando al aborto "interrupción del embarazo" para anestesiar las conciencias, recordemos que santa Teresa de Calcuta señalaba que una sociedad en la que la mujer tiene derecho a matar a su hijo es intrínsecamente bárbara. Los católicos por ningún motivo podemos ser parte de este genocidio y de este declive cultural. Estamos llamados a defender a los no nacidos y a sus madres de la barbarie, celebrando la vida y cada concepción.

miércoles, 26 de enero de 2022

Adiós a dos grandes sacerdotes


El fin de semana pasado fue muy triste para la diócesis. Falleció el viernes 21 de enero el padre Juan Manuel García Martínez, y el domingo 23 entregó su alma el padre Benjamín Cadena de Santiago. Ambos murieron después de una enfermedad; los dos sirvieron en nuestra Diócesis de Ciudad Juárez; uno y otro dedicaron ejemplarmente su vida a Dios. Estas dos partidas, por un misterio de la voluntad de Dios, tan pegadas en fechas una con otra, dejan un enorme vacío en nuestros corazones. Si bien es cierto que cada sacerdote es único e insustituible, los padres Juan Manuel y Benjamín, por su trayectoria, han dejado una huella de hondura en nuestra Iglesia diocesana, sobre todo en la formación de nuestros sacerdotes.

Mayor de edad era el padre Juan Manuel. Su convalecencia en una casa de reposo para ancianos en Madrid duró varios años hasta perder toda movilidad y, finalmente, la vida. Por otra parte el padre Benjamín, lejos todavía de ser un adulto mayor, durante su etapa de formador en el Seminario había sufrido una terrible bronco aspiración que casi lo llevó a la tumba, una de cuyas secuelas fue el progresivo debilitamiento de su corazón, que funcionaba a bajo porcentaje. Aunado a su reciente infección de Covid, tuvo que ser intubado hasta que perdió la batalla y entregó su alma a Dios.

Los dos sacerdotes tuvieron dos líneas de formación muy diversas. El padre García, ordenado sacerdote para la española Diócesis de Zaragoza, fue formado con la máxima ortodoxia en el Seminario de Comillas, en la región de Cantabria. Imbuido de un generoso espíritu misionero, aceptó viajar a la naciente Diócesis de Ciudad Juárez para servir como sacerdote, ministerio que ejerció como párroco en Villa Ahumada, Zaragoza y nueve años como rector del Seminario.

Quienes estuvieron bajo la formación del padre García, pudieron apreciar sus muchas virtudes, entre las que destacaba tener una vida profundamente sencilla y humilde. Austero en su manera de vestir y de transportarse –siempre limpio y nunca ostentoso–, conservó siempre su coche viejo y destartalado, reparado decenas de veces y al que los seminaristas llamaban "la limosina". Como formador, fue un sacerdote muy cercano y paternal con los seminaristas. De trato muy ameno, de charla muy agradable –a veces profunda y reflexiva– y conservando siempre su buen humor, gustaba compartir la mesa con quienes serían los futuros sacerdotes. Fino en su trato y con un autodominio ejemplar sobre sus reacciones cuando tenía motivos para enojarse, jamás perdió la cordura, nunca utilizó malas palabras y siempre fue afable para corregir.

Rasgo que lo caracterizó fue su preocupación para que los seminaristas tuvieran crecimiento en su cultura general. De formación europea, en sus clases mostraba a los alumnos las obras de los clásicos de la pintura, la escultura, la arquitectura y la música. Como rector hacía sacrificios para que cada año, el Seminario viajara a otras partes de la república para visitar ciudades, santuarios y congregaciones religiosas, pues sabía que los viajes ilustran. Era sensible al sufrimiento de los enfermos y en varias ocasiones seguía a las ambulancias por las calles para brindar auxilio espiritual a alguien cuya vida podía estar en peligro.

El padre Benjamín Cadena de Santiago, por su parte, recibió su formación al sacerdocio en Ciudad Juárez. Perteneciente a la Asociación de los Sacerdotes del Prado –un Instituto secular de derecho pontificio para sacerdotes diocesanos, cuyo propósito es la evangelización y la catequesis a los pobres y desde la pobreza, el estudio del Evangelio y la lectura teologal de la propia vida y ministerio–, el padre Benjamín vivió su sacerdocio con un amor profundo a Jesucristo y un amor preferencial por los pobres.

Hijo de su tiempo, fue influido por las corrientes teológicas de los años 70 y 80 que denunciaban fuertemente la cuestión social. Sirvió como párroco, entre otras comunidades, en la parroquia San Vicente de Paúl en donde desplegó una gran acción pastoral en favor de los necesitados a través de las Comunidades Eclesiales de Base. Posteriormente el obispo Juan Sandoval Íñiguez lo envió a estudiar Teología moral en Roma, en la Pontifica Universidad de la Santa Cruz, regida por el Opus Dei. A su regreso de Roma el padre Benjamín, habiendo asimilado la más rigurosa ortodoxia teológica del Opus, vivió un sacerdocio muy equilibrado. Contrario a muchos sacerdotes de aquellos años que fueron educados en corrientes más liberales, el padre Cadena siempre fue muy respetuoso y fiel a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Demostró un gran amor y sensibilidad al tema de la defensa de la vida y acompañó a diversos grupos ProVida como el Centro de Ayuda para la Mujer Juarense, el Método de la ovulación Billings y la comunidad "Lucas médico querido".

Una vez regresado de Roma, se integró al equipo formador del Seminario, cuyo rector era entonces el padre Juan Manuel García. De vida austera y coherente, disciplinado, exigente como formador y sensible hacia las causas sociales, el padre Benjamín siempre fue muy cercano a los seminaristas así como a los fieles de las parroquias en las que sirvió. Tuvo diversos cargos en el Seminario, hasta ser vicerrector, pero quienes fueron seminaristas lo recuerdan como un director espiritual de mucha sabiduría. Clérigos y laicos lo recordarán como un sacerdote con una excepcional capacidad de escucha, y un fino sentido del discernimiento. 

Hoy la diócesis en su tristeza –las despedidas siempre son tristes– también alaba a Dios con gratitud y alegría por la vida de estos dos grandes hombres de Dios y maestros de vida que, como Jesús, pasaron haciendo el bien y perfumaron con aroma de evangelio esta tierra fronteriza. Dios nos conceda a nosotros, quienes tenemos la misión de implantar el Reino de Dios en esta porción de la grey del Señor, seguir el ejemplo de nuestros mayores imitando sus virtudes sacerdotales. Se apiade el buen Dios de sus almas y les conceda entrar en la alegría de la Resurrección.

martes, 18 de enero de 2022

Novios embarazados


En mis tiempos de juventud era común que las parejas de novios que quedaban embarazadas aceleraran la boda. Había que arreglarlo todo un poco apresuradamente para que antes de que la novia dejara ver cierto abultamiento en su vientre, ellos se casaran por el civil y por la Iglesia.

Recuerdo que en aquellos años asistí a una fiesta nupcial donde algunos, al calor de las copas, armaron una riña con golpes. Una amiga de la novia, preocupada porque ésta no fuera a resultar maltratada, comenzó a gritar: "¡Cuidado, cuidado que la novia está embarazada!". Todos los invitados se fueron escabullendo, uno a uno, apenados por esa inédita revelación. 

La Iglesia Católica, en su Código de Derecho Canónico, señala que el consentimiento matrimonial –el "yo te acepto como mi esposa..." que dicen los novios en la celebración de la boda–, pronunciado sin la plena libertad para casarse, puede ser causa de nulidad conyugal. Forzar el matrimonio debido a un embarazo inesperado puede ser causa de que la unión sea inválida. Por ese motivo es importante la entrevista que los novios tienen con el sacerdote, antes de la boda, para verificar si las condiciones son las adecuadas para celebrar el matrimonio, y así evitar nupcias inválidas. El sacerdote les pregunta, entre otras cosas, si hay un embarazo de por medio. De ser así, celebrar el matrimonio es desaconsajable.

¿Cómo deben actuar los novios antes de un embarazo? Puede ser que ellos estén realmente enamorados y digan que están fuertemente comprometidos uno con el otro. Por ese motivo ellos pueden estar de acuerdo en que las relaciones sexuales deben ser parte de su noviazgo. Sin embargo deben ponerse a pensar qué significa estar "fuertemente comprometidos". ¿Hasta que terminen el año escolar? ¿Hasta que acaben la prepa? ¿Hasta que algún día decidan casarse? ¿Hasta que se vayan a vivir en unión libre? Ninguna de estas opciones es estar fuertemente comprometidos.

Además los jóvenes están en proceso de maduración y se vuelven inestables y cambiantes. En cualquiera de las alternativas anteriores queda una puerta abierta para terminar con la relación y buscar una nueva pareja. Ninguna de esas opciones es tampoco adecuada para dar la protección que un bebé necesita. "Fuertemente comprometidos" solamente puede darse en el matrimonio. Por ello es mejor que, absteniéndose de tener vida sexual y cultivando un noviazgo casto, eviten el embarazo.

¿Cómo deben actuar los novios si ocurre un embarazo? Por ningún motivo deben recurrir al aborto. Un embarazo no es una bolsita con células que lleva la mujer. Es un hijo en gestación, una persona humana creada a imagen de Dios, una persona inocente a la que se debe de respetar su vida y a la que se debe cuidar. Los jóvenes que caen en la tentación de abortar –hombres y mujeres– se hacen una herida muy grande en sus almas que es difícil de curar. Suelen vivir en la tristeza y con sentimientos profundos de culpa que pueden durar toda la vida. Ante la presión familiar, económica o social que puedan sentir por un niño que viene en camino, "a las voces del feminismo, oídos sordos"; es mejor acudir a un centro de embarazo en crisis de la propia localidad para obtener asesoría y poder llevar la gestación hasta el alumbramiento del bebé.

Tampoco los novios que tienen un embarazo deben casarse de manera forzada. Los matrimonios entre adolescentes tienen un alto índice de divorcios, sobre todo hoy, más que nunca, cuando los jóvenes tardan más tiempo en madurar. Si ellos no estaban planeando su boda, contraer matrimonio en esas circunstancias sólo aumentará sus problemas. Un ambiente lleno de conflictos, discordias, peleas e infelicidad nunca será adecuado para un niño. Así que vale más la ausencia de matrimonio que un mal matrimonio.

Cuando una chica adolescente se embaraza, es frecuente que ella y el novio experimenten una profunda turbación. La responsabilidad tan grande de tener un hijo puede provocarles un gran miedo, sobre todo a ella que lleva la gestación, además de la vergüenza de lo que dirán sus padres, amigos y familiares. El hecho de no poder compartir con la propia pareja –ya que por lo general no viven juntos– las interrogantes del futuro, los ponen en una dura prueba psicológica. Más que obligarlos a casarse, se debe ayudarles rodeándolos de comprensión y apoyo. No les ayudarán ni el desprecio, ni la marginación de los padres, sino la reflexión serena sobre cómo deberán afrontar la maternidad y la paternidad una vez que nazca el bebé.

Con esto no digo que los novios embarazados nunca deberán casarse. Al contrario: si una pareja estaba planeando su boda es bueno que continúe haciendo sus planes. Si, en cambio, los novios no tenían planes de casarse y son suficientemente maduros para tomar la decisión de vivir en una relación de matrimonio por el resto de sus vidas, es bueno que sigan avanzando en ese proyecto. Pero es altamente recomendable que esas parejas de novios embarazados esperen hasta que nazca el bebé, y entonces continúen con sus planes de casarse. El embarazo es un período de intensas emociones e incertidumbres para una joven, lo que podría ofuscar la mente de los novios y llevarlos a contraer matrimonio con ligereza.

miércoles, 12 de enero de 2022

Confesionario sin absolución: "Soy virgen, mi novia no"


La pregunta: soy españoltengo un noviazgo con una chica desde hace nueve meses. Yo soy virgen y hay algo que me duele en el alma, y es que ella no lo es. Me atormenta pensar que, mientras yo mantenía mi virginidad para entregarla a una chica que también se guardara para mí, ella estaba teniendo relaciones con su exnovio. Mientras yo renunciaba a tener relaciones sexuales con mi exnovia por un bien mayor, por un futuro mejor; mientras yo rezaba en la capilla para que Dios cuidara a mi futura novia, ella estaba teniendo relaciones sexuales con otro. Quizá son sentimientos de celos el saber que otro ya se llevó su inocencia. Me consume muchísimo, me duele en el alma que yo haya tenido que esperar y ella no. ¿Que si la quiero? Si ella fuese virgen le pediría que nos casáramos mañana mismo. Ahora ella se ha enfocado en vivir lo que es el amor y la castidad, y siento que es muy buena chica. Me consume pensar ¿por qué me tengo que entregar completamente a ella, cuando ella ya no se entregará completamente a mí porque ya se entregó a otro? Esto me genera muchas dudas, sentimientos encontrados, ansiedad. Si en mi corazón hay un anhelo de casarme con alguien que haya vivido la castidad, ¿por qué tendría que casarme con ella? ¿Será la indicada o no? ¿Dejamos morir el amor que nos tenemos sólo por el pasado de ella?


Padre Hayen: te agradezco mucho la confianza de escribir y abrir tu corazón para mostrar tus sentimientos encontrados y tus dudas. Antes que nada te felicito por mantener tu virginidad considerándola como un valor para tu juventud y como regalo para la que vaya a ser tu esposa. Eso quiere decir que estás logrando tener autocontrol sobre tus impulsos para encauzarlos hacia la vida matrimonial. Es lo que se llama la virtud de la castidad, y es fruto del Espíritu Santo. Un hombre que se sabe dominar será digno de confianza en el matrimonio.

Tu novia, lamentablemente, no es virgen. Ella tiene una historia diversa a la tuya, y quizá no fue educada con los valores cristianos que tú tienes. Seguramente el ambiente juvenil permisivo que hoy se vive influyó, de alguna manera, sobre la que hoy es tu novia, para que tuviera relaciones con su exnovio. Tal vez aquel ex novio la presionó. Lo cierto es que ella se ha dado cuenta de que aquello estuvo mal y hoy está arrepentida. Te aseguro que son muchísimos los jóvenes –y sobre todo las chicas– que se arrepienten de haber tenido sexo en su noviazgo. El sexo anterior al matrimonio suele ser una experiencia traumática que nunca mejora un noviazgo sino que lo complica y lo empeora porque las personas terminan sintiéndose utilizadas y solas.

Dentro de lo malo que ocurrió a tu novia en su pasado, hay algo grande que Dios ha hecho: ha suscitado en ella el arrepentimiento y el deseo de cultivar la virtud de la castidad hasta el matrimonio. Eso es algo magnífico porque solamente Dios puede hacer nuevas todas las cosas, así que allá donde antes hubo pecado hoy puede sobreabundar la gracia. Trata de descubrir cómo el Espíritu de Dios está actuando en ella y agradece por ese motivo. Al querer tu novia vivir la castidad hasta el día en que se casen, en realidad ella se está guardando para ti, y eso es ya un regalo.

Un chico o una chica que perdió su virginidad y que se da cuenta de su error, ¿significa que ya no podrá encontrar el amor verdadero y vivir su vida feliz? No lo creo. Esa persona puede sanar sus heridas y encontrar a alguien que la ame realmente y que no la rechace por los errores que cometió en su pasado. Lo importante es que la persona que se equivocó –en este caso tu novia– encuentre a alguien capaz de asumir su historia y aceptarla. Hay personas a las que no les importan los errores o pecados pasados de su pareja, pero hay otras que sí les dan mucha importancia y no viven tranquilos. Si tú eres de estas personas, y para ti es un tormento saber que tu novia no es virgen, es mejor evitar el matrimonio, al menos por ahora. Si no logras superar el pasado de tu novia podrías vivir en un tormento psicológico durante toda la vida conyugal.

Mi consejo es que sigas conservando tu virginidad y que pongas en oración tu situación. Lo importante no es si tu futura esposa será virgen o no. Si Dios perdona nuestros pecados del pasado, también nosotros podemos hacerlo. Si Dios asume nuestra historia de pecado para transformarla en historia de salvación, también podemos asumir la historia de otras personas. Lo importante es ¿cuál es la actitud de tu novia ahora? ¿Vive la castidad? ¿Tiene la motivación, la fuerza y al autocontrol para vivirla durante el noviazgo? Si la respuesta es sí, entonces estamos hablando de una buena chica. También te aconsejo que, si decides casarte con ella, le pidas, antes de la boda, que se haga una prueba de enfermedades de transmisión sexual. Dios perdona nuestras faltas pero la naturaleza no.

Te invito a considerar el nivel de amor que le tienes a tu novia. Hay un nivel que se basa en los afectos y sentimientos. Cuando uno dice "amo a esta persona porque la paso muy bien con ella, porque me gusta, porque me hace reír, porque me hace sentir bien, porque me consuela y me da paz", cuidado. No es un nivel de amor para contraer matrimonio. En el fondo es un amor egoísta basado en "me siento bien". Lamentablemente la mayoría de las parejas se quedan en este nivel de amor. Para casarse con una persona hay que dar un salto de nivel y estar dispuesto a amarla por ella misma, amarla totalmente, con sus virtudes y defectos, con su pasado, presente y futuro, con capacidad de sacrificio, y estar dispuesto a tener hijos con ella y confiarlos a su cuidado. Sólo así un matrimonio puede durar para toda la vida. Te pongo en mi oración y, hasta España, te envío mi abrazo y bendición.

miércoles, 5 de enero de 2022

Madres solteras por capricho

Hace muchos años conocí a una compañera de trabajo cuya manera de pensar sobre la maternidad me dejó perplejo. Ella era soltera y nunca había podido tener una relación estable con un hombre que de verdad la quisiera. Entre amoríos fugitivos ella veía que los años pasaban y que ningún compromiso serio tocaba a su puerta. Convencida de que el matrimonio no era para ella, decidió embarazarse de un fulano y así tener un hijo en sus brazos con quien mitigar su soledad.

El mundo está lleno de mujeres que son madres solteras. A muchas, por ignorar la conexión que debe haber entre tener sexo y procreación, las embarazaron sus novios y éstos, una vez que se enteraron de que su niño iba a nacer, huyeron de toda responsabilidad y las abandonaron. Otras se divorciaron por una relación tóxica con sus maridos y tuvieron que criar solas a sus hijos. A otras más la muerte les arrebató a sus esposos y también se vieron forzadas a llevar el hogar y la crianza sin la ayuda de su pareja. Hay mujeres solas que decidieron adoptar a un niño para darle una vida mejor de la que un orfelinato pudo haberles dado. No las juzgamos sino al contrario, reconocemos y elogiamos su enorme labor. Muchas de ellas hicieron su papel lo mejor que pudieron e hicieron esfuerzos muy loables para darle lo mejor a sus hijos.

Lo que sí hemos de juzgar es el acto de buscar un embarazo deliberadamente para convertirse en madre soltera por capricho, sin darle padre a su hijo. La muchacha quiere un embarazo. Cuando sabe que está en sus días fértiles se arregla para estar guapa y por las noches se va en búsqueda de un hombre que le guste. Se imagina cómo será su hijo o su hija con la carga genética de su amante fugaz, y así lo utiliza para convertirlo en padre anónimo de su criatura. Sabe que no lo volverá a ver; sólo quería su esperma. Él, por su parte, nunca se enterará de que en el mundo habrá nacido un descendiente suyo. Después de utilizar para un rato a ella o a varias mujeres, quizá le quede la duda de si por ahí andará algún hijo suyo vagando por el mundo. No querrá nunca enterarse.

Hoy muchos niños no conocen a su papá. Ven que sus amigos y compañeros juegan béisbol o futbol con sus padres varones, ven que los llevan al cine y que conviven o viajan juntos, en familia. Esta carencia del padre les duele y se convierte en un tipo de discapacidad, en la minusvalía de no haber tenido un papá. Y todo porque la madre solamente pensó únicamente en ella, pero nunca en el derecho fundamental de su niño de aprender a amar y a crecer con un padre a su lado.

Los hijos necesitan no a una madre sola ni a un padre solo que los críe. Mucho menos necesitan a una pareja de mujeres o de hombres que los confundan. Necesitan a sus progenitores, padre y madre. No se trata de un capricho de los niños. Es parte del diseño original en el que Dios programó a la humanidad para que creciéramos con dos figuras parentales, un hombre y una mujer. Hay muchas madres solas que hacen una labor extraordinaria para sacar adelante a sus hijos, pero ellas son las primeras en admitir que están haciendo el trabajo de dos personas. Algunas dicen "hice el papel de madre y de padre", lo que es falso. Más bien hicieron un trabajo doble, pero jamás el papel de padre porque éste, con sus características varoniles propias, es insustituible.

Tener un hijo es muy diferente a tener una mascota en casa. Los perros y los gatos no tienen alma espiritual, y se les puede comprar en un criadero o en una tienda de animales. Los niños, en cambio, vienen al mundo como fruto de la entrega física y emocional de un hombre y una mujer que hablan el lenguaje del amor comprometido para siempre. Una vida humana no es una mercancía ni un juguete que se adquiere; tampoco existe el derecho a tener hijos. Un hijo es alguien que se recibe como un don de Dios y que tiene carácter sagrado porque está llamado a un destino eterno.

Dios no ama más a los hijos paridos en matrimonio que a los nacidos por el capricho de una mujer sola. Dios ama igualmente a todos. Pero si Él quiso que las personas entráramos en la vida a través del sistema que sabiamente diseñó, y que se llama "familia", es para salvaguardar el mayor bienestar para sus hijos. Respetar sus leyes es de sabios.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...