miércoles, 31 de agosto de 2022

Difícil hoy hallar la verdad


Hay en YouTube un video donde un joven norteamericano blanco entrevista a diversos estudiantes de la Universidad de Washington preguntándoles: "¿Qué dirías si te digo que soy mujer? ¿Qué dirías si te digo que tengo cinco años? ¿Qué dirías si te digo que mido 1.90? ¿Qué dirías si te digo que soy de China? Lo increíble es que casi todos los entrevistados respondieron diciendo frases similares a esta: "Si tu te percibes así, está bien". Cuando se les preguntó su opinión sobre la creación de baños públicos con género neutro, dijeron: "Está bien que los baños sean así porque no debe haber diferencias ni clasificaciones entre nosotros" o "creo que las universidades deben adaptarse para aquellos que no tienen un género específico".

Vivimos en una época marcada por el relativismo, lo que quiere decir que la verdad es relativa a lo que piensa cada quien. El relativismo afirma que es imposible conocer la verdad, o que la verdad no existe, o bien, que podemos guiarnos por lo que opina la mayoría. También es la creencia de que la verdad puede variar según las diversas épocas de la historia o en distintos lugares del mundo. Por ejemplo, si en ciertos lugares de África la poligamia es una costumbre aceptada por todos, puede ser que tener varias esposas sea inadmisible en América latina; o si el aborto era visto como un asesinato en el siglo XV, ya no lo es en el siglo XXI.

Si el relativismo es el criterio para vivir, entonces el catolicismo no tendría razón de ser en una sociedad relativista como la nuestra. Si cada persona es distinta de las demás, la fe tendría que adaptarse al yo singular de cada creyente; cada feligrés podría elegir libremente de las enseñanzas de la Iglesia lo que le conviniera para su fe individual. El bautizado tendría la autoridad sobre la Iglesia y no al revés; nadie podría juzgar o intentar cambiar su fe personal, y sus creencias serían, en última instancia, intercambiables con cualquier otra creencia. Lo importante no sería tener un sistema de creencias sino que el individuo se sintiera cómodo con sus creencias religiosas muy personales.

La Iglesia afirma que el conocimiento de las verdades fundamentales es posible para todos los hombres. Con ayuda de la razón y de la fe –las dos alas que elevan al hombre al conocimiento de la verdad, según enseña san Juan Pablo II– es posible superar la trampa del relativismo y encontrar las verdades que nos permitan vivir en comunidad y en comunión de unos con otros. La verdad es el acto por el cual la inteligencia capta y conoce la realidad. Entonces la verdad no se inventa sino que se descubre.

El lobby feminista y el lobby LGBTQ han logrado introducir, en la conciencia colectiva, la idea de que cada persona es lo que es, según la percepción que tenga de sí misma. Si Elena –un ejemplo– nació siendo una mujer, con cromosomas xx, pero en su interior se auto percibe como hombre, entonces se somete a un tratamiento químico para inhibir su pubertad y tomar hormonas masculinas. Ella puede lograr parecerse lo más posible a un varón, aunque siempre será una mujer. Pero el problema no es su trastorno mental llamado disforia de género. El problema es que toda la sociedad está obligada a reconocer su nueva identidad y a tratarlo como varón, y muchas veces a pagar con impuestos las cirugías transgénero.

Antonio García Triñaque, en su libro "Y lo sapiens, ¿dónde quedó?" afirma que "hemos pasado de ser un "homo sapiens", un ser racional, pensante, a ser "homo sentimentalis", es decir, hemos sobrepuesto los sentimientos a la razón. Ya no importa la verdad sino lo que tú sientas que es verdad aunque no lo sea". Y continúa explicando que llegamos a esto porque dejamos de ser "homo legens"–hombre que lee– para ser "homo videns" –hombre que ve–, es decir, la imagen quedó por encima de la palabra. Como consecuencia pasamos a ser "homo stupidus" porque no sólo no reconocemos la verdad, sino que teniéndola enfrente, la negamos. Finalmente nos hemos convertido en "homo sclavus", esclavos de las tendencias que la ideologías han metido en nuestro subconsciente colectivo, eliminando la razón y el sentido común.

De esa manera se ha vuelto muy difícil el diálogo con los abortistas quienes niegan la evidencia científica del comienzo de la vida humana y el respeto al derecho a vivir; muy difícil dialogar también con el lobby LGBTQ que niega la esencia del ser humano y la biología; difícil dialogar con quienes se empeñan en el triunfo del llamado "derecho a la muerte digna"; y difícil dialogar con quienes promueven los "derechos" de los animales y ven al ser humano como una especie más de la creación, sin ninguna dignidad superior, o como un franco estorbo en el planeta.

Las ideologías han creado un mundo de mentiras y, sobre todo, han creado la gran mentira del relativismo, de que la verdad no existe para todos, de que cada quien debe moverse en la vida según su propia y subjetiva verdad. Este es el camino de la deshumanización por el que vamos. Los católicos no podemos dejarnos llevar por esta corriente del mundo. Hemos de cultivar nuestro amor y tendencia a la verdad, caminando con los ojos hacia lo alto para atrevernos –dice san Juan Pablo II– a alcanzar la verdad del ser, la verdad de Dios.

lunes, 22 de agosto de 2022

Sexo casual entre católicos


Aunque muchas tradiciones cristianas desaprueban el sexo prematrimonial, un estudio de Pew Research Center, en Estados Unidos, indica que la mayoría de los cristianos considera aceptable que, en al menos en algunas circunstancias, los adultos consientan en tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. El 62 por ciento de los católicos dice que el sexo casual entre adultos, aún si no están en una relación amorosa comprometida, es a veces o siempre aceptable. Por supuesto que la cifra es mayor entre los ateos, pues el 95 por ciento de ellos dice que el sexo casual es algo correcto. Los resultados de ese estudio también descubrieron que el 42 por ciento de los católicos considera aceptable que los adultos se intercambien fotografías sexualmente explícitas de ellos mismos, cuando ambos están de mutuo acuerdo en hacerlo.

Los datos estadísticos son fríos y ahí están: la mayoría de los católicos aprueba el sexo casual en ciertas circunstancias, lo que no significa que sea moralmente correcto. Hemos de preguntarnos si las personas que viven en la promiscuidad sexual y con prácticas como el sexting, sobre todo en el mundo juvenil, son más felices en sus relaciones de noviazgos y en sus matrimonios. Hemos de cuestionar también si el sexo casual tiene consecuencias en las vidas de las personas.

He conocido muchachos que, a edad temprana iniciaron su vida sexual y, después de unos años, tenían una considerable  lista de parejas sexuales. Algunos de ellos me han contado que el sexo, para ellos, poco a poco se fue convirtiendo en una especie de pasatiempo o de actividad como si fuera un deporte. ¿Por qué han llegado a esto?

Mary Beth Bonacci explica que cuando una persona pierde su virginidad, se forma un fuerte vínculo con la otra persona. Sin embargo con frecuencia la relación termina y, con ella, también se rompe el vínculo afectivo. Las reacciones ante esta ruptura del "amor" es diversa en cada persona. Algunos reconocen que el sexo no es el lugar adecuado para buscar el amor que necesitan y, para encontrarlo, lo buscan en Dios, en sus amigos o en su familia.

Hay otra clase de jóvenes que, después de su fracaso amoroso, vuelven a buscar el amor en el sexo. La relación amorosa eventualmente termina y el vínculo emocional vuelve a romperse. El mismo círculo se repite de nuevo y es cuando empieza el corazón a endurecerse. Saben que las experiencias pasadas los han dejado heridos, y no quieren ser nuevamente lastimados. En el sexo entregan su cuerpo pero ya no se entregan ellos mismos. Cada vez que se rompe una relación con la pareja, el corazón se vuelve más frío. De esa manera pierden la capacidad para establecer un vínculo emocional con otra persona.

Podemos compararnos con un trozo de cinta adhesiva, dice Bonacci. Si adherimos la cinta a nuestro brazo y después la arrancamos de la piel, nos va a doler. Si la pegamos y la despegamos, una y otra vez, cada vez el dolor es menor. Así como la cinta adhesiva va perdiendo su capacidad de sujetarse debido a las veces que ha sido arrancada, así sucede también con el corazón de las personas. La persona se vuelve promiscua y sin capacidad de apegarse emocionalmente a alguien durante la actividad sexual.

Muchas personas que tienen esta experiencia llegan a pensar que el amor ya no les importa, y que ahora el sexo es lo que hay que practicar como diversión. Evidentemente que casarse con una persona que ha tenido muchas relaciones sexuales con diversas parejas antes del matrimonio es un riesgo enorme, peligroso diría yo. En una relación matrimonial se necesita establecer ese vínculo emocional fuerte que ayuda a mantener unidos a los esposos, pero, si uno de los cónyuges no tiene esa capacidad, lo más probable es que siga su vida sexualmente promiscua fuera del matrimonio.

A veces me visitan jóvenes que me comparten que han sido sexualmente activos con varias parejas. A pesar de eso, en el fondo de sus corazones anhelan formar un matrimonio y tener hijos. Yo les advierto del peligro que la promiscuidad sexual tiene para su vida futura: sí una persona soltera se ha habituado al sexo con múltiples parejas, lo más probable es que no pueda permanecer fiel en la vida conyugal y aquello termine en un fracaso.

A pesar de que vivimos en sociedades hipersexualizadas y con altos índices de divorcio, las personas que practican el sexo casual y son promiscuas no están irremediablemente perdidas. Muchas veces la actividad sexual compulsiva es expresión de una necesidad de dar y recibir amor real, aunque esa necesidad esté reprimida y la persona no tenga conciencia de ella. Conozco mujeres que se dedicaron a la prostitución y, después de muchos años, pudieron salir de ese mundo oscuro y enderezar sus vidas. Con la gracia de Cristo recuperaron su dignidad, su capacidad de amor real y ahora son felices con sus familias.

Alguien que ha perdido su capacidad de vincularse emocionalmente puede encontrar en Jesucristo la sanación de su capacidad de dar y recibir amor real. Cuando hay sincero arrepentimiento y deseo de vivir una vida casta, nunca es tarde para volver a Dios, a los amigos y a la familia y así satisfacer la necesidad profunda de amor que tenemos. No será fácil ni rápido restablecer la capacidad de vinculación emocional, pero será posible con la gracia de Dios.

sábado, 20 de agosto de 2022

Iglesia militante en Nicaragua


A los hermanos católicos de Nicaragua

La situación de persecución a nuestros hermanos católicos de Nicaragua es grave. El gobierno del dictador Daniel Ortega y de su esposa Rosario Murillo, como el de Ajab y Jezabel en la historia de Israel, ha sido terrible contra el Pueblo de Dios en aquel país. Desde 2006 la permanencia en el poder de Ortega –con olor a fraude– ha sido cuestionada por los obispos, y la reacción del mandatario ha sido virulenta. Se ha ensañado, sobre todo, contra monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, secuestrándolo en el obispado junto con algunos sacerdotes, seminaristas y laicos, y después llevándolos a la cárcel. Antes había cerrado medios de comunicación católicos y había expulsado del país a las Misioneras de la Caridad de santa Teresa de Calcuta. 

Gracias a Dios la OEA condenó, por inmensa mayoría de votos, la actitud de persecución del gobierno dictatorial nicaragüense hacia la Iglesia católica del país. También lo han hecho algunas conferencias episcopales y ex mandatarios españoles y latinoamericanos.

¿Quién ha dicho que la vida cristiana es un lecho de rosas? Nuestros hermanos nicaragüenses están viviendo, en estos momentos y de manera dramática, el combate contra la soberbia del tirano. "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha", dijo el Señor (Lc 13, 24). La fe católica, bien vivida, siempre encontrará resistencia de quienes rechazan el mensaje de la misericordia de Dios y prefieren apegarse a sus ídolos. En este caso se trata del mismo dictador Ortega cuyo apego al poder hace perseguir a quienes lo cuestionan.

El cristianismo no causa problemas a nadie cuando se ora, cuando se celebran los sacramentos o se hacen peregrinaciones. Pero cuando se debe denunciar el pecado, cuando se habla de la santidad del matrimonio, de justicia social o de moral sexual, de aborto y eutanasia, cuando se defiende la dignidad de un pueblo contra los regímenes totalitarios, las cosas se ponen difíciles para los cristianos. Especialmente los obispos y sacerdotes se vuelven antipáticos y se hacen objeto de persecución. Sucede hoy en Nicaragua y sucederá, de alguna manera, en la vida de quien se considere verdadero discípulo de Jesús.

La Revelación bíblica inicia con un combate en el cielo en el mundo de los ángeles. Miguel y Luzbel combaten en una batalla mortal. El príncipe de los ejércitos del Señor, en su "¡Quién como Dios!" se esfuerza por entrar por la puerta estrecha; Luzbel en su "¡Non serviam!" defiende el camino ancho que lleva a la condenación eterna. La lid del mundo angélico tiene su prolongación en la tierra. Decía Pascal que "la guerra más cruel que Dios puede hacer a los hombres en esta vida, es dejarlos sin aquella guerra que vino a traer". Si por ser cristianos no encontramos ninguna oposición, es que estamos viviendo mal el seguimiento de Cristo, y lo más probable es que tengamos el alma paralizada o reseca hasta la muerte.

El mundo nos invita a la mediocridad espiritual y Cristo llama a combatir por la santidad y por la Iglesia a todos los bautizados: "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha". Desde nuestras eucaristías apoyemos con la oración a los católicos de Nicaragua, para que defiendan su fe con valentía y a sus sacerdotes. Sean nuestros hermanos centroamericanos audaces, iracundos y alegres.

Audaces, es decir, capaces de acometer, de resistir y soportar al tirano Ortega y a su señora –entregada por cierto a la brujería–, superando temores y obstáculos, movidos siempre por la búsqueda de victoria; orando y peleando en medio de las dificultades. Iracundos sin desdeñar la mansedumbre de Jesús, sino con esa energía constructiva para alcanzar un bien arduo que es el derecho a su libertad religiosa en su país; con la indignación y el enojo ante la corrupción, el caos y la deformación de la Verdad que hace el régimen sandinista-comunista; y alegres porque la Esposa de Cristo no puede estar triste, ya que vive presintiendo cerca el Paraíso.

Católicos nicaragüenses, en medio de su paso por la puerta estrecha de la persecución, mantengan la alegría de saber que con ustedes combate el Señor de los Ejércitos, el que los amó primero y dio su vida en la Cruz para abrirnos las puertas de la eternidad.

¡Ánimo hermanos de Nicaragua! Desde México estamos con ustedes en comunión de oración, especialmente en la Eucaristía.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Por qué Biden pierde popularidad


Desde que el pasado mes de junio la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos anuló la ley federal del aborto, el Partido Demócrata y sus más altos representantes –empezando por el presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris– han tenido una reacción virulenta. Están haciendo lo imposible para que las mujeres tengan la posibilidad de abortar. Han intentado pasar leyes para que las mujeres estudiantes puedan abortar en sus campus universitarios y otras más, pero es imposible. La ley federal del aborto dejó de existir y el asunto pasó a las legislaciones de los Estados.

Lo que llama fuertemente la atención es que los demócratas pierden popularidad. En noviembre próximo Estados Unidos tendrá elecciones intermedias para elegir a la Cámara de Representantes y al Senado, y aunque no se votará por la presidencia, las elecciones son un buen termómetro para medir la salud del gobierno. Las encuestas no favorecen al partido de Biden. Únicamente el 36 por ciento de los norteamericanos aprueba el trabajo del presidente (PBS News Hour NPR), lo que hace que Biden tenga la popularidad más baja que ha tenido un presidente ante unas elecciones intermedias.

La economía, sin duda, es algo que afecta al gobierno de Biden. El crecimiento económico ha sido débil y la inflación más de lo esperado. Los hispanos tienen familias más numerosas pero están ganando menos dinero; la inflación ha hecho que su dinero valga menos. Ellos han tenido éxito en EEUU y muchos han ingresado a la clase media. Han abierto sus pequeñas empresas y no quieren depender del gobierno. Es el Partido Republicano y no el Demócrata quien está ayudando más a los hispanos a abrir sus negocios y a prosperar. Por estos motivos económicos-políticos más hispanos están mirando con esperanza al Partido Republicano.

Sin embargo hay un hecho que está afectando la popularidad del Partido Demócrata, y tiene que ver con la cultura. Desde que subieron al poder, Biden, Kamala Harris y otros miembros de ese partido están promoviendo la ideología de género cada vez de manera más feroz, radical, extremista y enfermiza. Es cierto que la mayoría estadounidense considera que el aborto debe mantenerse legal en ciertos casos, sin embargo el pueblo está abriendo los ojos ante el peligro, cada vez mayor, de que el sistema de gobierno desplace a los padres de familia en su derecho a educar a sus hijos según sus principios morales.

A los niños de kindergarten que tienen tres o cuatro años de edad, se les enseña a identificar los órganos genitales por su nombre cuando, en realidad, están a muchos años de su despertar sexual. También se les inculca la idea se puede escoger libremente el género, a aceptar como normal la homosexualidad o que pueden, incluso cambiar de sexo y sin el consentimiento de los padres. Afortunadamente muchos padres de familia están reaccionando ante este fanatismo que los demócratas impulsan y están girando más hacia los republicanos.

En años anteriores el Partido Demócrata fue el partido del pueblo y de las masas católicas. Era un partido que criticaba el aborto y los medios para controlar la natalidad de la población. Era el partido del trabajo, de los inmigrantes y de los pro vida. Sin embargo desde finales de los años 60 y principios de los 70 el partido se fue comprometiendo con el programa progresista o liberal. A partir de esos años la distancia ideológica entre los dos partidos no dejó de crecer, dejando claro que los demócratas se inclinaban hacia la izquierda del espectro político –con una mentalidad anti vida– mientras que los republicanos lo hacían hacia la derecha.

Los católicos en EEUU se están dando cuenta de que la mentalidad "pro choice" o pro elección significa, en realidad, aborto a como dé lugar. Hay senadores como el demócrata Robert Menendez que están proponiendo crear leyes para cerrar los centros de ayuda a la mujer embarazada –los centros que motivan a las mujeres con embarazo en crisis a que no aborten–, y que son más de 50 mil en el país, diciendo que esos centros engañan a las mujeres. El gobierno demócrata estadounidense se está volviendo cada vez más extremo y muchos ciudadanos se dan cuenta de que no se trata de ningún bienestar para las familias sino de una ideología fanática, radical y enfermiza.

En Estados Unidos los hispanos por primera vez están dando un vuelco hacia la derecha política, y uno de los factores que contribuyen a ello es el discurso progresista demócrata. Ellos hablan de lenguaje inclusivo, de feminismo, de ideología de género y de revisionismo histórico, por el cual afirman que Estados Unidos es el peor país del mundo. Ni los blancos de clase media ni los hispanos creen esto. Sus intereses son los de la clase trabajadora y el discurso progre no está en su mentalidad.

Cada vez se abre más la brecha entre el pueblo estadounidense –especialmente entre los hispanos– y su gobierno progre y anti-vida. Ya veremos en noviembre de este año hacia dónde tomará el rumbo esa gran nación.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Mostrar el camino al Cielo


En estas semanas algunos sacerdotes en Ciudad Juárez, debido a los cambios hechos por el obispo, están llegando a tomar posesión de sus nuevas parroquias. Es emocionante tomar posesión de una parroquia. Esta experiencia la he tenido en tres ocasiones, lo que siempre me ha puesto a temblar por el alto grado de responsabilidad que tiene. Nos podemos preguntar, ¿cuál es la misión del sacerdote en un mundo secularizado? ¿Qué esperan los fieles católicos de sus párrocos? Aprovechando que el 4 de agosto celebramos a san Juan María Vianney, modelo de santidad para los párrocos, es oportuno tratar de responder a las preguntas.

El sacerdocio diocesano ha pasado por momentos de crisis en su identidad. En los años posteriores al Concilio Vaticano II los sacerdotes empezaron a percibirse como agentes de cambio social. La Teología de la Liberación enfatizó que, en medio de una lucha de clases, el papel del sacerdote era facilitar la liberación de las estructuras sociales, que se consideraban opresoras. Esa visión ha quedado superada para regresar, en los últimos años, a un cierto clericalismo que enfatiza al sacerdocio como una élite que está por encima de los laicos, lo que también es una visión inadecuada del sacerdocio.

El sacerdote, sin duda, tiene un llamado de Dios muy particular para actuar "in persona Christi" al servicio del Pueblo santo de Dios para evangelizarlo, santificarlo y acompañarlo en su camino hacia el encuentro último con Dios. Es cierto que aquí en la tierra el sacerdote forma parte de una Jerarquía constituida por Jesucristo para gobernar la Iglesia, pero tal Jerarquía no existe con fines de poder autoritario, sino con la única finalidad de prestar un servicio santo para que los bautizados se santifiquen. Personalmente me conmueve la confianza que Dios me ha tenido para entregar a mi cuidado una pequeña porción de su Iglesia, y pienso muchas veces que no estoy a la altura de esa misión.

Un sacerdote no es automáticamente un santo por el hecho de tener el sacerdocio. Él mismo se ve envuelto en fragilidades y miserias que deberá de combatir en su lucha por la santidad. A los ojos de Dios lo más importante no es el servicio que alguien desempeña en la Iglesia, sino la lucha por la santidad con la que vive la persona que presta su servicio. De manera personal puedo ver, en medio de mis miserias, a muchas otras personas de mi parroquia que viven una vida de unión con Dios que, creo que es superior a la que yo tengo con el Señor. Esto no me desanima sino, al contrario, me alegra y motiva para empeñarme más en unirme a Jesús y a estar a la altura de la misión que me ha encomendado.

Hay una anécdota en la vida del Cura de Ars que me gusta porque sintetiza la misión del sacerdote. El reverendo, luego de ser asignado a la parroquia de Ars, viajó hacia allá por primera vez. En medio de una densa niebla perdió el camino hasta que encontró a unos niños pastores a quienes les preguntó cuál era el camino a Ars. Uno de ellos le señaló la ruta correcta, a lo que el padre le contestó: "Amiguito, tú me has enseñado el camino a Ars; yo te enseñaré el camino al Cielo". Si Jesús quiere para los hombres la felicidad, que es el Cielo, nosotros los sacerdotes estamos en medio de un pueblo para mostrar el camino que conduce hacia la meta, al paraíso, a la vida eterna y a la felicidad.

Muchas veces cuando me siento perdido o confuso en medio de la complejidad de las ocupaciones de tengo como sacerdote, viene a mi mente la frase de nuestro santo patrono: "Yo te enseñaré el camino al Cielo". La frase me ubica nuevamente en el propósito de mi sacerdocio, que no es otro que apuntar hacia la meta que es llegar a la Casa del Padre en la vida eterna; pero no sólo indicar el camino sino recorrerlo junto con los laicos.

¿Qué esperan los fieles de las parroquias de nosotros los sacerdotes? Lo que dijeron unos griegos a Felipe Apóstol: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21). Dice el cardenal Sarah: "Pide que lo conduzcan a Jesús, que lo pongan en contacto con él. Los bautizados quieren conocer a Cristo personalmente. Quieren ver a Cristo en los sacerdotes. Quieren escuchar su palabra. Quieren ver a Dios. Si el sacerdote no lleva a Jesús en el corazón no puede dar nada. Si el sacerdote no reza, su ofrenda es una cáscara vacía, un acto social y mundano. Poco a poco los fieles se van alejando, porque el pozo en el que esperaban encontrar agua se ha secado".

Lo peor que podría sucedernos a los sacerdotes es convertirnos en cisternas secas o rotas, incapaces de contener el agua viva de Dios para darla a los demás. Abandonar la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la caridad y el cultivo de la vida interior nos abriría la puerta a todos los pecados. Sería una tragedia que mostráramos el camino al Cielo a los laicos sin nosotros caminar con ellos por ese sendero, cuesta arriba, hacia la cumbre de la montaña. La ruta no es fácil. El camino a veces se vuelve escarpado y hay momentos en que podemos perderlo.

Oremos por los sacerdotes, para que imitando el ejemplo heroico de nuestro patrono, san Juan María Vianney, permanezcamos unidos a Jesús en una vida sacerdotal santa y a Él lo mostremos a aquellos que quieren verlo.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...