lunes, 28 de diciembre de 2020

Eutanasia en España


Para quienes somos hispanoamericanos, España está en nuestro corazón. La llamamos "Madre Patria" por su influencia en nuestra identidad. Las decisiones que toman sus políticos y el rumbo que toma la sociedad española, tienen una fuerte repercusión en lo que puede suceder en América latina. La aprobación de la ley de la eutanasia por el Congreso español debe dolernos a quienes en el pasado heredamos, de nuestros hermanos europeos, la fe y el amor por la vida. Hoy su gobierno, de corte masónico y ateo, promueve la muerte de sus propios ciudadanos más indefensos, y su decisión amenaza salpicar hasta el otro lado del Atlántico.

¡Qué imagen tan grotesca la de los parlamentarios prorrumpiendo en largos aplausos para celebrar la muerte! Vinieron a mi mente los brindis y los griteríos festivos del senado de Nueva York en aquel enero de 2019 después de ser aprobada una de las leyes del aborto más liberales en Estados Unidos. Vitorear las leyes que permiten que los padres maten a sus hijos no nacidos, y que los hijos se conviertan en asesinos de sus padres ancianos o enfermos es una derrota de la humanidad y un expresión de la más flagrante barbarie.

La ley de la eutanasia, ahí donde ha sido aprobada –España se convierte en el sexto país que la admite– el abanico de candidatos al suicidio asistido comienza a desplegarse. Inicia con el motivo extremo de los ancianos enfermos terminales que tienen dolores insoportables, y termina con jóvenes y niños que ya no quieren vivir, o cuyos padres deciden que sus hijos enfermos deben morir. Comienza con el derecho del paciente a solicitar la muerte, y acaba con el empujón que le propinan los médicos o familiares al enfermo indeciso. Principia con dolores físicos insoportables, y finaliza con cualquier estado depresivo.

Con la ley del suicidio asistido brotan las preguntas sobre el significado de la vida. Esta, en primer lugar, deja de ser un don que se recibe y se respeta; deja de ser un derecho que se tutela para convertirse en una decisión a placer de alguien más, con el respaldo del Estado. ¿Quién nos quiere hacer creer que existe el derecho a la muerte, por más que se maquille con el término "muerte digna"? ¡Sólo existe el derecho a la vida! La comunidad y las leyes deben de defender este derecho y brindar cuidados paliativos al enfermo que sufre, es decir, brindar aquellos tratamientos que minimizan los dolores del paciente y le ayudan en su calidad de vida.

Si ser hombre significa venir a un mundo donde la existencia debe transcurrir solamente entre plácidos algodones, con los mínimos dolores e incomodidades, hay que renunciar a ser ese tipo de hombre. Una vida que huye del sufrimiento –aún el sufrimiento extremo– no vale la pena vivirse. Sólo en el dolor –las cruces de la vida– nos forjamos como verdaderos seres humanos, y sólo en el cuidado y la protección a los débiles, aunque conlleve sacrificios, brota lo mejor de nuestra humanidad. Una anécdota ocurrida hace algunas décadas nos ilustra.

En septiembre de 1972, el dramaturgo francés Henry Montherlant, quien se había quedado casi ciego después de un accidente, tomó cianuro y se pegó un tiro en la cabeza por si el veneno fallaba. En su carrera de escritor siempre había valorado la vida humana por sus perfecciones y consideraba la vida enferma, en el cuerpo o en el honor, como indigna de ser vivida. En cuanto mermaron sus facultades visuales, Montherlant se pegó el balazo. El triste desenlace de su vida fue coherente con las ideas que él escribió.

Treinta años antes del suicidio del literato, el padre dominico Jean de Menasce predicó en un convento de religiosas en Suiza donde encontró, en la enfermería, a dos monjas ancianas grotescamente deformadas por una parálisis. Las religiosas ironizaban dulcemente sobre su estado y pasaban el tiempo rezando por el mundo, pues era el tiempo de la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas le confió al padre Jean que le preocupaba mucho un primo suyo que escribía "novelas terribles" y que se llamaba Henry de Montherlant.

Mientras que el suicidio de Montherlant tuvo amplia difusión, la anécdota de la monja deformada por la enfermedad es desconocida para muchos. En su libro "Tenga usted éxito en su muerte", Fabrice Hadjadj dice sobre la religiosa: "Las oraciones por su primo están grabadas en lo invisible. Encierran un poema más bello que toda su gloria literaria. Él, disminuido por la enfermedad, pensó que su dignidad era, en una última muestra de dominio, suprimirse antes de naufragar en la impotencia. Ella, grotescamente deformada por la parálisis, pensó que su dignidad era soportarse, en una última muestra de abandono al misterio, antes de naufragar en el Todopoderoso".

La pregunta es, ¿cuál es la actitud más digna que podemos asumir como seres humanos, la del famoso Montherlant, que pensaba que la vida en el dolor era miserable e indigna de ser vivida, o la de su prima la religiosa deformada, que con amor sobrellevaba su enfermedad cuidada por sus hermanas y en el ofrecimiento de sí misma al Todopoderoso? De la respuesta que demos dependerá la decadencia y destrucción de la cultura o la edificación de la civilización del amor.

sábado, 26 de diciembre de 2020

¿Sobrevivirá la Iglesia en 2021?


Es domingo por la mañana. Me levanto a las seis para asearme y orar, y así estar listo para bajar de mi habitación a la sacristía de la Catedral. La misa es a las ocho y debo empezar puntual como un reloj, ya que habremos de celebrar, los padres de la catedral, un total de doce misas, una inmediatamente después de la otra, incluida la de la capilla San José.

Los fieles católicos arriban, en su mayoría, diez minutos antes de cada Eucaristía. Hay cierta ansiedad por encontrar un espacio en las bancas y sentarse cómodamente para participar en el culto. Entrar al templo a la hora de inicio, o unos minutos más tarde, dejará a los fieles de pie, en los pasillos laterales. Y cuando llega la misa de 12, que celebra el obispo, es imposible caminar por los pasillos porque el recinto está absolutamente abarrotado.

Al final de las misas, innumerables feligreses vienen al frente de la nave de la catedral, en donde está el sacerdote, para recibir un baño de agua bendita, para que sus niños sean bendecidos y para que el agua santa caiga sobre sus objetos religiosos. Fuera del templo, en los salones parroquiales, muchos niños y papás reciben el catecismo mientras que otros grupos tienen sus reuniones. Los domingos hasta antes de marzo de 2020 Catedral era una verdadera romería.

Entonces llegó el coronavirus. Después del cierre de los templos por las restricciones de las autoridades sanitarias, el panorama es desolador. Durante los meses siguientes tuve la fortuna de celebrar una sola misa los domingos acompañado solamente de algunas religiosas que sirven en la catedral, cuando la mayoría de mis hermanos sacerdotes lo hicieron solos en sus parroquias. La conexión entre la Eucaristía y el Pueblo de Dios quedó suspendida y el escenario litúrgico se convirtió en un desierto.

Cuando las restricciones se hicieron más laxas con el semáforo amarillo, las iglesias se abrieron, pero no con la esperada afluencia de personas. ¿Fue el miedo a salir de sus casas lo que hizo que los fieles no regresaran a sus parroquias, o fue la comodidad de escuchar la misa por redes sociales? No lo sabemos, pero ahora que estamos en semáforo naranja la Eucaristía sigue oficialmente prohibida por las autoridades sanitarias.

Hace nueve meses que el pueblo católico está privado del alimento con que Dios quiso sustentarlo. "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo; tomen y beban, esta es mi Sangre", son palabras de Cristo que hoy caen en saco roto. Las misas televisadas o transmitidas por redes sociales son únicamente una ayuda espiritual; nunca será lo mismo ver un banquete televisado que participar en él de manera presencial.

La misa, centro y culminación de la vida cristiana, es fundamental para los católicos. Sin ella morimos de hambre. Carentes de la luz de la Palabra y del pan vivo que nos nutre, el alma languidece y muere. En la Eucaristía está la Verdad y la Vida. Quedar privados de este alimento es, además, quedar expuestos a las seducciones y ataques del Maligno. "Para el demonio –decía san Marcelino Champagnat– no hay ejercicio de piedad más temible que la Santa Misa, ya que este Santo Sacrificio aniquila todas las fuerzas del infierno y es la fuente de todos los bienes para el hombre. ¡Oh riquezas incalculables del Santo Sacrificio de la Santa Misa!"

Las restricciones por el Covid-19 a la Eucaristía son desmoralizadoras para nuestro pueblo, un flagrante atropello a su derecho a la libertad religiosa. ¿Serán un triunfo del enemigo de Dios que quiere impedir que el pueblo escuche la Palabra y se arrodille en adoración a Aquel que lo derrotó en la Cruz? El enemigo nos ha hecho cerrar las puertas de los templos para tantas personas que sufren y que están desesperadas por conseguir la paz que sólo Jesucristo les puede dar. Si los sacerdotes y el pueblo seguimos sin presionar al gobierno para que se abran los templos, lo pagaremos caro. El pueblo sentirá que lo abandonamos y muchos también nos abandonarán.

Llegamos al final del año 2020. Es hora de que los católicos nos pongamos de pie y exijamos el respeto al derecho humano fundamental de la libertad religiosa. Es posible que hayamos perdido seres queridos, empleos o pequeñas empresas a causa del Covid-19 este año,  pero lo que no podemos permitir que se hundan nuestras iglesias. Si seguimos pasivos ante este ataque, muy probablemente no sobreviviremos en 2021.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Desafíos para san José en 2021


¡Gratísima noticia! El pasado 8 de diciembre fue sorpresivo el anuncio del papa Francisco al proclamar el inicio del Año de San José, que comenzó ese mismo día y que concluirá el 8 de diciembre de 2021. Cuando un pontífice decreta un año dedicado a un motivo especial como fue el Año del Rosario de san Juan Pablo II, el Año Sacerdotal de Benedicto XVI o el Año de la Misericordia del papa Francisco –por poner algunos ejemplos– el anuncio suele hacerse con bastante anticipación y se proporciona material para preparar ese año celebrativo. 

Las circunstancias especiales ocasionadas por la pandemia del Covid-19 hacen comprensible que el anuncio del Año de san José haya sido hecho sin antelación. El motivo, lo sabemos, es para celebrar los 150 años de la proclamación que hizo Pío IX del padre virginal de Jesús como patrono de la Iglesia universal.

Sin duda, el decreto papal es obra de la Providencia de Dios. En estos tiempos de crisis profunda en que el coronavirus ha sembrado enfermedad y muerte por todas partes, es necesario mirar al Cielo e invocar al santo patrono que custodia la casa de Dios en la tierra. El culto católico y la vida pastoral se han visto profundamente perjudicados con el cierre de las iglesias. No pudimos celebrar las solemnidades más importantes del año como fue la Semana Santa, la Pascua, y también se verá afectado el culto de las próximas fiestas de Navidad. Nuestras parroquias han sufrido la desbandada de fieles que, temerosos, tardarán en regresar, si es que regresan. En esta tempestad habremos de pedir a san José que nos ayude a restaurar la vida de la Iglesia.

El daño en la salud pública ha sido catastrófico con una epidemia que sigue creciendo y que ha cobrado la vida de un millón de personas. En los hospitales muchos enfermos han tenido que morir solos, sin nadie que los asista espiritualmente. En esas circunstancias la devoción a san José, como patrono de la buena muerte, debe de ser redescubierta por los hijos de la Iglesia y llevada a la práctica. Al mismo tiempo el coronavirus ha hecho estragos en la economía y en mundo laboral, dejando a muchos sin trabajo. Como administrador, sostén y guía de la Sagrada Familia, san José nos inspirará para reconstruir nuestros hogares, las pequeñas empresas y la industria.

Una de las áreas donde san José puede convertirse en un gran modelo será en la vida familiar y, concretamente, en la vida de los varones. La ideología de género sigue impactando la vida política y social con la absurda confrontación entre hombres y mujeres, culpando a los varones de todos los males. Muchos hombres se sienten perdidos, carentes de un proyecto de vida, atrapados en los vicios y sin la capacidad para formar familias cristianas sólidas. La figura de José de Nazaret es modelo de lo que significa ser varón cuya misión es proteger, custodiar, guiar y defender a la esposa, a los hijos, a sus empresas o a sus comunidades parroquiales.

Durante el Año de san José podremos ganar la indulgencia, para nosotros o para nuestros difuntos, cumpliendo con las disposiciones que pide la Iglesia y practicando obras de misericordia dedicadas al santo. Además tendremos ocasión de instruirnos en su vida a través de charlas, catequesis y homilías; o bien podremos iniciar proyectos pastorales inspirados en su figura. Si sabemos corresponder a esta gracia divina tendremos, pues, un año de mucho provecho espiritual para nuestras parroquias, grupos y familias. 

Mientras tanto, cuando en esta Navidad nos acerquemos al pesebre para adorar al Niño y a venerar a su Madre, la Virgen, pongamos también los ojos en la figura silenciosa, discreta y humilde de José, a quien Dios confió la misión de custodiar el misterio del nacimiento del Hijo de Dios. Al santo varón pidámosle que durante el año 2021 sepamos redescubrir su grandeza e imitar sus virtudes. ¡Feliz Navidad!

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Médicos y sacerdotes de cara a la muerte


Impresiona la cantidad de médicos y personal de enfermería muertos en esta pandemia de Covid. Cada vez que abro el periódico y veo alguna esquela que anuncia el fallecimiento de un galeno, algo dentro de mí duele mucho pero, al mismo tiempo, se levanta mi admiración y respeto por esos doctores que murieron cumpliendo con el deber de salvar vidas. Así también los sacerdotes que contrajeron el virus durante el ejercicio de su ministerio y murieron por ello merecen nuestro amor y veneración. 

Al terminar los estudios universitarios de medicina e iniciar el ejercicio de su profesión, los nuevos médicos hacen un juramento –el "Juramento de Hipócrates"– por el que se comprometen a no tener otro propósito más que velar por la salud y el bienestar de los enfermos. Por eso cuando me entero de que un médico ha sido víctima del Covid, mi corazón se inclina en profunda reverencia: murió dando su vida por los demás.

Cuando los sacerdotes fuimos ordenados por nuestro obispo fue porque estábamos dispuestos a dar la vida por Cristo y por la Iglesia. Renunciábamos en ese momento a una vida propia para que nuestro sacerdocio fuera para los demás. Muchas veces durante diversos ejercicios espirituales en los años anteriores a recibir las órdenes sagradas meditamos sobre todo lo que Jesús hizo por nosotros, y llenos de amor por Él, dijimos que también nosotros daríamos la vida por el Señor.

Los sacerdotes somos médicos del alma, y el alma vale más que el cuerpo. ¿Quién, si no nosotros, podemos absolver a un moribundo para que se vaya en paz? ¿Quién, si no nosotros, podemos consolar con la Palabra divina y los sacramentos a quienes han perdido a sus seres queridos? Por eso nuestra labor es tan importante como la del médico, incluso más todavía, ya que mientras el cuerpo muere y se descompone, el alma llega a la presencia de Dios para comparecer.

Entiendo los tiempos de pandemia que estamos viviendo. Es necesario que los sacerdotes cuidemos a los demás y también que nos cuidemos a nosotros mismos. No vale actuar con irresponsabilidad. Los médicos también lo hacen y, estoy seguro, lo que menos quieren es contagiar y contagiarse de coronavirus. Pero en este momento tan apremiante, ni médicos ni sacerdotes podemos estar fuera del servicio para el bien de una comunidad que tanto nos necesita. No se trata de rebelarse contra las normas sanitarias ni las disposiciones de los obispos durante la pandemia. Se trata, más bien, de ser creativos y de tener inventiva, movidos por la caridad pastoral.

Son muy respetables los sacerdotes enfermos de Covid o quienes se sienten vulnerables a la enfermedad. Es comprensible que quieran guardarse. No juzguemos a nadie. Pero, ¿y los que estamos sanos? ¿Qué pensaríamos de un médico o de un enfermero que en un hospital de campaña en tiempos de guerra huyera por temor a contagiarse o por temor a ser herido por una bala? Sería vergonzoso y deshonraría su profesión. Así también, que un sacerdote que tiene salud huya de su deber de acompañar a sus feligreses en medio de tanto dolor, es demérito para su vocación. 

¡Qué bella respuesta dio san Luis Gonzaga mientras jugaba con la pelota en aquel recreo en el Seminario! Sus compañeros hicieron de golpe una pregunta: "¿qué haríamos si supiéramos que el Juicio Final tendrá lugar dentro de veinticinco minutos?" Mientras que algunos de los novicios dijeron que se pondrían a rezar, otros a confesar sus pecados y otros a encomendarse a Nuestra Señora, el Gonzaga dijo: "Yo continuaría jugando a la pelota".

Así también, que a los médicos y a los sacerdotes Dios, cuando venga, nos encuentre "jugando a la pelota", es decir, haciendo lo que debemos hacer, con amor y alegría. Que el Señor los halle a ellos, a los que trabajan en los hospitales, salvando cuerpos. Y a nosotros, los que estamos al frente de las iglesias, salvando almas.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Los templos siguen cerrados


El Estado de Chihuahua pasó de semáforo sanitario rojo al color naranja restrictivo, lo que amplía un poco las actividades comerciales de la comunidad. No fue sorpresa que se autorizara el aforo del 30 por ciento para restaurantes y tianguis, y que no se autorizaran las actividades religiosas. Desde que inició la pandemia los gobiernos han sido duros con la Iglesia y por eso hoy los templos continúan cerrados.

No se necesita hacer un gran análisis para saber que en restaurantes y tianguis, incluso en supermercados, el riesgo de contagio es mayor que en los templos. Por eso la decisión de no permitir las actividades religiosas es una incongruencia grave del gobernador y Consejo Estatal de Salud. Las iglesias –lugares donde se sanitizan las instalaciones después de cada celebración, sitios donde hay aforo limitado, donde las personas no se tocan y cumplen las medidas higiene– son espacios donde el pueblo alimenta su esperanza y se fortalece con el consuelo de viene de Dios.

Para nuestros gobernantes los seres humanos únicamente somos entes biológicos carentes de espíritu cuya función es producir, consumir, pagar impuestos, reproducirse y morir. Así nos tratan. Han olvidado el rol tan importante que tienen las religiones para la salud integral de una comunidad. Lo dicen silenciosamente las torres de nuestros templos, que son como agujas que apuntan a lo Alto, de donde viene la luz sobrenatural de la fe y el consuelo de la esperanza por medio de la Palabra y la acción de Dios.

Con las funerarias al borde del colapso por el alto número de muertos por Covid y por hechos delictivos, como pocas veces en su historia, el pueblo de Chihuahua atraviesa por una profunda depresión y desconsuelo. Es incontenible el dolor que hay en tantas familias que lloran a sus muertos y que han perdido sus empleos. Duele saber que nuestros gobernantes permanecen insensibles a esta realidad y no permiten que Dios reconforte a su pueblo.

¿Pueden hacer algo las autoridades sanitarias para consolar y fortalecer el alma del pueblo descorazonado? ¿Es capaz el gobernador de indicarnos cuál es el sentido último del Covid, del dolor y de la muerte? ¿Pueden ellos dar esperanza sobrenatural a sus gobernados en medio de tanto dolor y desconcierto? Ellos no, pero nosotros, la Iglesia, sí puede y tenemos que hacerlo. La misión de la Iglesia es anunciar la Buena Nueva del Evangelio en medio de las tinieblas y las tristezas del mundo.

Al ver que el pueblo de Chihuahua tiene una urgente necesidad de acudir a las iglesias, muchos católicos pedimos al gobierno que recapacite y se replantee la visión que tiene del ser humano, reducido a ser meramente biológico y económico. Pedimos al Consejo Estatal de Salud y al gobernador que trasciendan esta visión pobre que tienen de la ciudadanía y procuren la salud integral del pueblo. Somos, ante todo, seres espirituales que buscan a Dios y no sólo cuerpos que necesitan alimento y medicina. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios", dijo Jesús al Maligno.

Diciembre es el mes del año donde el comercio se fortalece por el alto volumen de ventas. El gobierno ha querido dar un respiro a la economía y ha ampliado las actividades comerciales porque la situación era ya insostenible para muchas familias. Hoy también la tristeza se ha vuelto  insoportable. 

Recordemos que la alegría profunda de diciembre –y lo que le da su sentido último– brota de sus fiestas religiosas, sobre todo de la Navidad. Sería muy muy triste que los fieles encontraran los templos cerrados el 25 de diciembre, y se le impidiera ir a adorar –con las exigencias de aforo limitado y medidas de higiene– al Dios que se hizo hombre para enjugar las lágrimas de su pueblo y cambiarlas por alegría.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Legalizar la mota


Hierba, mota, mariguana, cannabis... son algunos de las decenas de nombres que designan la droga que los honorables señores de la Cámara de Senadores aprobó para ampliar su comercialización, posesión y consumo personal. Aquí no hablamos del uso medicinal que pueda darse a la hierba, sino del uso recreativo. El asunto ahora se encamina hacia su discusión en la Cámara baja, pero todo apunta a que en México tendremos más consumo de drogas en un futuro inmediato, empezando por la mariguana; probablemente el consumo legal de otros estupefacientes se extienda en un futuro próximo. La mariguana, considerada droga blanda, es punto de partida para meterse con drogas más duras.

El Estado mexicano está dejando de tutelar por el bien común. Por querer dar gusto a grupos minoritarios que enarbolan la bandera de la libertad individual ilimitada y del libre desarrollo de la personalidad, muchos políticos están sacrificando la salud pública y el bienestar de las familias. El consumo de drogas hace crecer los problemas de la salud de una nación, especialmente en el campo de las enfermedades mentales. Su legalización disparará el consumo entre niños y jóvenes, por lo que esperamos nuevas generaciones menos sanas, más viciosas y con más problemas familiares.

Los senadores, que deberían de tener una profunda empatía con los padres y madres de familia para cuidar a la niñez y la juventud de su país y establecer las condiciones para su sano desarrollo, han actuado con absoluta irresponsabilidad. Movidos por intereses oscuros, ellos han dejado fuera de la discusión el establecimiento de centros de rehabilitación para drogadictos, de cómo brindar apoyo para las familias con hijos que se drogan; mucho menos han abordado el tema de las campañas para que niños y jóvenes rechacen la mariguana.

Durante muchos años quienes trabajamos cerca de las familias y de los jóvenes –sacerdotes, educadores, trabajadores sociales– sabemos el sufrimiento que implica para un hogar tener un hijo, un padre o una madre drogadicta. Un toxicodependiente es una persona que se vuelve incapaz de llevar responsablemente un matrimonio y una familia, es alguien cuya vida fácilmente se vuelve ingobernable. Los legisladores, sabiéndolo, votaron a favor de ampliar el consumo y, de esa manera, minan las bases de la vida familiar.

La decisión del Senado no terminará con el mercado negro de las drogas blandas, ni tampoco acabará con la violencia ni con los delitos. Al contrario, las mafias fácilmente se pueden incrementar para llevar a los niños y jóvenes mexicanos, debilitados en su voluntad por la marihuana, hacia el consumo de nuevas sustancias adictivas. Por eso "la droga no se vence con la droga –enseñaba san Juan Pablo II– La droga es un mal, y al mal no le van bien las cesiones. La legalización de la droga, incluso parcial, además de ser, por lo menos, discutible con relación a la índole de la ley, no produce los efectos que se habían prefijado. Lo confirma una experiencia que ya es común".

Como católicos no compartimos la visión del hombre que tienen los promotores del consumo de drogas. Ellos creen que el hombre debe ser libertad absoluta. La Iglesia nos enseña que la libertad, sin referencia a la verdad y a la responsabilidad con la comunidad, termina por volverse esclavitud que destruye la vida y el tejido social. Por eso no debemos resignarnos a ver surgir en México una clase de seres humanos subdesarrollados que dependan de la mariguana o de otras drogas para vivir.

La lucha por la dignidad de todos los mexicanos nos lleva a oponernos a que los jóvenes y los niños perciban que lo legal es normal y moralmente correcto. No podemos conformarnos con que se cometan más delitos, ni debemos quedar de brazos cruzados con el aumento de accidentes de circulación ni con que incrementen los problemas personales y familiares. Tampoco hemos de conformarnos con que crezcan los problemas de salud pública y que sea el pueblo el que deba cargar con ellos.

Preguntémonos, ¿por qué una persona utiliza la mariguana y otras drogas? No es el problema la droga, sino lo que origina su consumo: la pérdida de sentido de la vida y la búsqueda de paraísos artificiales como fugas de la realidad. Y en ese sentido los católicos tenemos la gran misión de mostrar a los jóvenes la grandeza de su dignidad, de su vocación humana y de su destino último en Cristo resucitado.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Aprender de las pandemias


Nos acercamos a casi un millón y medio de personas fallecidas por Covid en el mundo. Aunque nos parecen cifras alarmantes, recordemos que los estragos hechos por otras pandemias fueron mucho mayores que los daños ocasionados por el coronavirus hoy. La peste de gripe –mal llamada "gripe española"– ocurrida entre 1918 y 1920, fue una de las enfermedades más catastróficas de la historia. Se infectaron 500 millones de personas –una tercera parte de la población mundial–, y el número de víctimas mortales se calcula entre 40 y 100 millones de personas. Aprendamos algunas lecciones que nos dejan aquellos años en los que parecía que el ángel exterminador pasaba con su espada desenvainada por todos los pueblos y ciudades del mundo.

Primero, hemos de asumir la idea de que la humanidad vive entre epidemias. Son impresionantes la peste bubónica del siglo XIV, que acabó con una tercera parte de la población europea, hasta la viruela que segó las vidas de millones de indígenas en Mesoamérica en el siglo XVI. Sin embargo, anteriores a esas han habido muchas otras en la historia y, desde 1920 hasta hoy, todas las regiones de la Tierra han sufrido, al menos, una epidemia de gripe mortal con índices alarmantes. Creer que el Covid-19 fue provocado en un laboratorio chino o por mentes muy perversas para manejar cuestiones geopolíticas es, a mi juicio, inverosímil, y sólo lleva a obsesionarse con teorías conspiradoras. Por la ciencia sabemos que las epidemias de gripe se incuban en ciertas aves y en los cerdos; de ahí los nombres de gripe aviar y gripe porcina.

En segundo lugar aprendamos que las concentraciones de muchas personas es una fuente de contagio segura y de propagación del virus. Entre 1918 y 1920 se combinaron dos factores que segaron trágicamente la población mundial: guerra mundial y pandemia. Los soldados en los campos de batalla en Europa multiplicaron el virus. Aquellos campos de prisioneros y los transportes de los heridos de guerra hicieron que la gripe virulenta se extendiera por el mundo como un incendio en el bosque. En el verano de 1918 los soldados regresaron a sus casas y llevaron el virus a sus familias. La consecuencia fue que murieran más personas por gripe que por caídos en guerra. Hoy el coronavirus se propaga más en las fiestas y reuniones familiares que en los negocios y en las iglesias que cuentan con medidas efectivas de higiene.

En tercer lugar, recordemos que la muerte por gripe no llega necesariamente a los ancianos. En la gripe de 1918-20 el mayor número de víctimas mortales fueron varones entre los 20 y los 40 años. Se calcula que el 49 por ciento de las muertes ocurrieron en este grupo, mientras que el 18 por ciento eran niños menores de cinco años, y sólo el 13 por ciento eran mayores de 50 años. Hoy el Covid-19 está cobrando más víctimas en América Latina –región con población más joven–, que en otras regiones del mundo que tienen poblaciones más seniles. Como hace 100 años, hoy también el coronavirus está haciendo que numerosas familias pierdan a su sostén principal.

Una cuarta enseñanza es que, tanto la pandemia de 1918 como la de hoy, se pudieron combatir gracias al distanciamiento social, al uso de cubrebocas, a la práctica de la cuarentena, a los buenos hábitos de higiene personal, al uso de antisépticos y a las restricciones para las reuniones públicas. Hoy tenemos la enorme ventaja de que tenemos más posibilidad de encontrar pronto una vacuna y de contar con antibióticos, los cuales no existían en el mundo de manera accesible para todos hasta 1943. Hoy todavía hay personas que creen que el coronavirus es un ente mitológico y se niegan a poner en práctica las medidas sanitarias básicas.

Una quinta lección que nos dejan las pandemias es el uso político con el que se trata el problema. En los años de la Primera Guerra Mundial, donde ocurrió la pandemia de gripe, hubo una gran censura de parte de los gobiernos involucrados en el conflicto bélico para no afectar la moral de los soldados en batalla. España, que era un país neutral en la guerra, habló ampliamente de la pandemia en sus periódicos. La prensa británica –envidiosa de los españoles– aprovechó para bautizar el fenómeno llamándolo "gripe española", como si se hubiera originado en España, cuando sabemos que no fue así.

El interés de los políticos estaba puesto en los intereses económicos y armamentísticos y no se calibraron las consecuencias devastadoras que traería para los ejércitos y la población civil. Hoy no son pocos los mandatarios de todos los niveles en muchos países que son acusados de tener un manejo irresponsable e inadecuado del Covid-19, y de no estar a la altura de una situación emergente que demanda sacrificar sus proyectos políticos personales y destinar mayores recursos para atender adecuadamente a la inmensa multitud de enfermos. Y lo peor de todo son los intentos de muchos de ellos para legalizar el aborto aprovechando la crisis, como si en medio de un ambiente de muerte la vida gestada no fuera una bendición y una esperanza.

Como católicos estamos llamados a ser caritativos y solidarios con los hermanos que sufren los contagios o la muerte de sus seres queridos. En medio de este ambiente de enfermedad y dolor que hoy se respira en el mundo, llevemos la luz de la esperanza cristiana en la vida eterna.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

El Arte del bien morir


Un hospital de la ciudad ha colocado extensiones portátiles a sus instalaciones para alojar a los enfermos, y otro más ha instalado una morgue móvil para conservar los cadáveres. Familiares, amigos y conocidos han ido enfermando y varios han muerto. En estas circunstancias nadie está a salvo de contraer el coronavirus con la posibilidad de morir. La pandemia de Covid-19 nos ha puesto de cara a la muerte.

Atravesamos una situación absolutamente anómala que nos pone frente a nuestro destino eterno. La pregunta es: si Dios nos llamara a su presencia ¿estaríamos preparados? Aunque es casi seguro de que la mayoría no morirá por Covid, nadie puede asegurar que está libre de contagio y decir que todavía le falta mucho tiempo para su muerte. "Mors certa, hora incerta", dice un viejo proverbio latino. Viviendo en medio de una pandemia nadie que sea llamado a la presencia de Dios podría presentarse ante Él diciendo: "la muerte me tomó por sorpresa", "es que yo no lo sabía" o "no estaba listo". El coronavirus interpela nuestra responsabilidad para estar preparados para ir al encuentro del Esposo, si así Él lo dispone.

Es natural que muchas personas sintamos temor a morir. Ese miedo puede ser como un aguijón que oprima nuestro ser. Sin embargo san Pablo afirma que "La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¡Demos gracias a Dios que nos dio tal victoria por nuestro Señor Jesucristo!" (1Cor 15,54-57). Dios nos puede quitar el aguijón del miedo a la muerte si reflexionamos frecuentemente sobre el tema, si anhelamos la resurrección y si oramos conversando con nuestro Creador.

San Roberto Bellarmino fue un cardenal de la Iglesia que murió en 1621. Él escribió una obra llamada "Ars moriendi" o "El arte del buen morir". En su obra afirma que, aunque la muerte es considerada mala por todos, ya que nos priva de nuestro ser corporal, Dios ha sabido "arreglarla" para que de ella se deriven muchos bienes espirituales. El bien más grande que proviene de la muerte consiste en que nos libera de las miserias de la vida mundana y nos abre las puertas del Reino de los cielos. "Ars moriendi" nos recuerda que no somos exclusivamente materia ni cúmulo de instintos, sino que poseemos un componente espiritual que debe ser cultivado constantemente y alimentado con la meditación y la oración.

Los cristianos sabemos que con la muerte muere el cuerpo, pero no el alma. Si el alma está sana, el hombre se salva, y la clave para este cuidado personal del alma es emprender un camino de continua entrega hacia Aquel que nos ama, dice el Bellarmino. Hay que aprender entonces a separar el bien del mal. Es en esta lucha por mantenernos en el bien donde radica el optimismo cristiano y el arte del bien morir. De esa manera el momento de la muerte se convierte en un momento bueno en sí mismo, porque permite al hombre alcanzar la plenitud en la alegría eterna. Si bien es cierto que fallecer tiene sus raíces en el mal, también es el camino por el que, si hemos vivido bien en el tiempo, tenemos la oportunidad de reunirnos con nuestro Padre celestial. El arte del bien morir no es otra cosa que el intento repetido de buscar recursos útiles para vivir una vida santa.

¿Cómo podemos entonces tener una buena preparación para la muerte, para que si ésta llega de repente no provoque desesperación y terror? San Roberto Bellarmino nos invita a no enredarnos en el pecado, con la falsa ilusión de que aún nos queda mucho tiempo para morir. Es necesario hacer, además, un buen examen de conciencia y pedir al Señor tener una buena muerte, es decir, una muerte en la gracia y en amistad con Dios, negando la impiedad en todo momento. Hay personas sumergidas en la impiedad y en el vicio. Para salir de este estado la única solución está en la oración, así como en el pedir la gracia y el perdón de Dios.

Muchos jóvenes y no tan jóvenes hemos visto la muerte como un evento lejano y poco inquietante. Sin embargo hoy, en las actuales condiciones de pandemia, estamos comprendiendo que nuestra vida depende de un hilo que se ha hecho delgado, y que se puede romper en cualquier momento. Si Dios ha sido alguien lejano para nosotros y ha estado fuera del corazón, la muerte y la posibilidad de la condenación eterna podrían ser golpes muy duros hasta volverse insoportables y terribles. ¿Por qué, entonces, no acercarnos a Dios con la confianza de un hijo que necesita a su padre amoroso?

Los cristianos sensibles, por tanto, hemos ante todo de protegernos del pecado, pensar con frecuencia en nuestro fallecimiento y amar mucho a Dios y a los hermanos en la caridad. Es el secreto para vivir alegres, optimistas. Nunca sea nuestro principal objetivo vivir despreocupados y frívolos en esta vida, sino afrontar el "tiempo" de una buena muerte con serenidad, con la esperanza de la gloria eterna.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Voto y pecado


Hace unos días publiqué un tuit que levantó polvareda con halagos e insultos. Dije lo siguiente: "Los católicos que votaron deliberadamente por Joe Biden y que conocían su postura a favor del aborto –conscientes de que el aborto es un acto intrínsecamente malo por tratarse del asesinato de seres humanos inocentes, se han hecho cómplices y han caído en estado de pecado mortal". Por el respeto que debo a quienes me siguen en redes sociales, debo explicar lo que quise decir, y no dejar a la libre interpretación de mis seguidores una frase que, en la estrechez expresiva de Twitter, puede parecer ilógica. De hecho reconozco un error en su planteamiento.

Empecemos por una pregunta: ¿qué clase de acto es emitir un voto en una elección? Existen dos clases de actos: los actos del hombre y los actos humanos. Los primeros tienen que ver con las funciones naturales del cuerpo humano como la digestión y la respiración y, por tanto, no tienen una repercusión moral. Votar en las elecciones es diverso. Se trata de un acto humano racional que traerá consecuencias buenas o malas para una comunidad y que tendrá peso en el juicio que Dios hará sobre ese acto. Una decisión sobre quién va a gobernar un país y con qué valores, y qué tipo de leyes va a producir, esa decisión tiene un peso moral y se debe hacer con la razón.

¿Qué criterio hemos utilizar a la hora de sufragar por un candidato? Sin duda, el que se haga el mayor bien posible a una comunidad es lo que debe orientar nuestro voto. Sin embargo debemos reconocer que no siempre los candidatos en una elección podrían traer todo el bien a una comunidad. Simpatizamos con unos; otros nos son antipáticos. Incluso podemos llegar a pensar que elegir a uno u otro puede ocasionar algunos males sociales. En el caso de descubrir sombras en los programas políticos de los candidatos, el criterio del católico votante debe ser elegir por el mal menor.

Un mal intrínsecamente perverso es un mal gravemente pecaminoso en todas las circunstancias en que se cometa, sin excepciones. El aborto es un mal intrínsecamente perverso. Implica asesinar o cooperar para asesinar a un ser humano inocente en el vientre de su madre. ¿Quiénes cooperan con el mal del aborto? Son cómplices, en primer lugar, los gobiernos que lo permiten y lo apoyan económicamente con el dinero de impuestos. Se calcula que 62 millones de niños han sido abortados en Estados Unidos desde 1973, lo que no solamente hace cómplice al gobierno federal estadounidense del pecado de aborto, sino también de genocidio. Esto no significa que los empleados del gobierno federal ni los contribuyentes de aquel país sean culpables, a menos de que apoyen directamente el aborto.

En una carta que el cardenal Ratzinger envió a los obispos de Estados Unidos en 2004, con ocasión de si la Iglesia debería de admitir a la Comunión sacramental a los políticos a favor del aborto, decía el que es hoy Benedicto XVI: "Un católico sería culpable de cooperación formal en el mal, y tan indigno para presentarse a la Sagrada Comunión, si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia". Añade el cardenal: "Cuando un católico no comparte la posición a favor del aborto o la eutanasia de un candidato, pero vota a favor de ese candidato por otras razones, esto es considerado una cooperación material remota, la cual puede ser permitida ante la presencia de razones proporcionales".

Hay que distinguir entonces entre dos posibilidades: la cooperación formal con el mal y la cooperación remota con el mal. El caso de los católicos que votaron por Joe Biden conociendo su postura abortista y estando de acuerdo con ella, se han hecho cómplices del candidato en un mal intrínsecamente perverso y han pecado mortalmente. En ese caso se cumplen las tres condiciones del pecado mortal: materia grave, pleno conocimiento y consentimiento deliberado. En cambio aquellos que votaron por el demócrata conociendo su postura pro aborto, pero estando en desacuerdo con el aborto y sufragaron por él por otros motivos, han sido cooperadores remotos con el mal sin pecar mortalmente. Para ello tuvieron que tener razones proporcionales o de mucho peso, dice el cardenal Ratzinger.

Al respecto, los obispos de Estados Unidos publicaron un documento llamado "Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles" en el que señalan: "Puede haber ocasiones en que un católico que rechaza una posición inaceptable de un candidato incluso sobre políticas que promueven un acto intrínsecamente malo decida razonablemente votar a favor de ese candidato por otras razones moralmente graves. Votar de esta manera sería solamente aceptable si verdaderamente existen razones morales graves, y no para promover intereses mezquinos o las preferencias de un partido político o para ignorar un mal moral fundamental".

Hay personas que objetan estos argumentos diciendo que haber votado por Biden, aunque implicó votar por el mal intrínseco del aborto, no fue pecaminoso porque fue un voto contra otros males que se adjudicaban a su oponente, el presidente Donaldo Trump. Por ejemplo la pena de muerte. Pero si comparamos ambos males –aborto y pena de muerte– hay una desproporción gigante. Sólo alrededor de 25 personas mueren al año por inyección letal en Estados Unidos mientras que 850 mil seres humanos inocentes son asesinados por aborto legal.

¿Y qué decir sobre las guerras que Estados Unidos hace en otras partes del mundo? Tampoco hay proporción con el aborto. Es cierto que hay inocentes que mueren en conflictos bélicos, pero la cantidad de muertos en guerras no se compara a la cantidad de seres humanos inocentes deliberadamente asesinados en el vientre de sus madres. Los únicos casos realmente escandalosos de muertes de inocentes en los últimos siglos son los de las víctimas de la bomba atómica en 1945 en Japón y el bombardeo de las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial.

Volviendo a la aseveración del cardenal Ratzinger antes citada, una razón proporcionada para votar por un candidato abiertamente abortista sería, por ejemplo, que el otro candidato tuviera el objetivo de conquistar el poder por el poder para ejercer un dominio brutal y despótico, tener pretensiones de expansión territorial o perpetrar un genocidio. Ese fue el caso del nacionalsocialismo alemán y del comunismo soviético. En esa situación sería justificable votar por un candidato pro aborto. Tal situación no es la de Estados Unidos ni del presidente Trump.

No se puede considerar el aborto colocándolo al nivel de otros temas sociales como la pobreza, el desempleo, la atención médica deficiente, la inmigración, la degradación del medio ambiente y el cambio climático. Ninguno de estos temas es intrínsecamente perverso, como es el aborto. No implican el asesinato deliberado de seres humanos. Ningún político, en esos temas, tiene la intención de matar a nadie. Votar a favor o en contra de un candidato basándose en esos asuntos sociales no es ningún pecado. Pero votar por un político que defiende y promueve un mal intrínseco como el aborto, eso sí es cooperación o complicidad con el pecado, directa o remota.

Corrijo mi mensaje original y así queda más claro: "Los católicos que votaron deliberadamente por Joe Biden y que estaban de acuerdo con su postura a favor del aborto –conscientes de que el aborto es un acto intrínsecamente malo por tratarse del asesinato de seres humanos inocentes, se han hecho cómplices y han caído en estado de pecado mortal". Quienes votaron por Biden sin estar de acuerdo con su postura abortista, tuvieron que hacerlo, para no pecar, únicamente por razones moralmente graves y proporcionales a la gravedad del aborto.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Doblan las campanas

Padre Armando Delgado Carlos
Padre Jesús Armando Delgado Carlos
Una gran cantidad de muertos desborda los hospitales y satura las funerarias. Pareciera que el Ángel Exterminador nuevamente hiciera su rondín por nuestros barrios y centros de trabajo. No hay ambiente en el que la muerte no se haya hecho presente, con Covid o sin Covid. La Iglesia no se ha librado. En el colegio de los presbíteros los padres Agustín Navarro, Jesús Figueroa y Armando Delgado fueron llamados al tribunal de Dios. En el gremio de los diáconos la muerte segó las vidas de Francisco Lazo durante el verano, y recientemente Abraham Gutiérrez. También la muerte visitó a las Misioneras de María Dolorosa y la madre Luz Estela Borunda tuvo que abandonar este mundo para acudir puntual a su cita con el Señor.

Los seis llamados por Dios a su divina presencia nos dejan un vacío en el corazón. Recordaremos del padre Navarro su gran celo pastoral; del padre Figueroa su sencillez y su sabiduría; del padre Armando su buen humor y su cercanía a sus feligreses. Los diáconos nos han enseñado que la vida vale la pena gastarse en el servicio a Dios y a la familia; y la hermana Luz Estela, por sus votos religiosos, nos ha enseñado a añorar la unión con Dios como el último fin de nuestra vida. Dios, que los creó por amor y los llamó a una vida de servicio a la Iglesia, les abra las puertas de su mansión eterna. Que en ellos se cumplan las palabras que escribió don Miguel de Unamuno para su epitafio: "Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar; dormiré ahí, pues vengo deshecho del duro bregar".

Diácono Abraham Gutiérrez
La presencia del Covid-19 en nuestra ciudad y en el mundo, aunque en un primer momento pueda causar espanto y suscitar una fuerte resistencia, hemos de pensar que también se trata de una ayuda de Dios para que dejemos de mirar la vida en la tierra como un absoluto, y descubramos su carácter relativo. Este mundo no es el último escenario de nuestra existencia, sino el penúltimo. El envejecimiento, las enfermedades, los accidentes y las pandemias son también ayudas de Dios para suavizar nuestro tránsito de esta vida hacia el más allá. De esta manera Dios nos facilita ir cortando las amarras que nos atan fuertemente a este mundo. Así nos disponemos a dar el paso hacia la misteriosa y definitiva vida futura.

Experimentar la muerte de nuestros seres queridos –sacerdotes, diáconos, religiosas y tantos fieles laicos de nuestras parroquias–, y acatar las nuevas medidas de prevención de contagios que han implementado nuestras autoridades, nos da la sensación de que estamos viviendo un gran retiro espiritual. No hay restaurantes, ni plazas ni parques que nos reciban; están prohibidas las fiestas en casa y hasta tomar café con los amigos resulta difícil. No nos queda más que sumergirnos en el seno de nuestros hogares en la meditación y en la oración. Es Dios quien ha dispuesto que hagamos este desierto como una ayuda para que escuchemos su voz. Es en el silencio donde él habla y donde podemos renacer como nuevas criaturas, espiritualmente más fuertes y maduras.

Luz Estela Borunda MMD
En este confinamiento nos falta la Eucaristía. También el Señor ha permitido este ayuno eucarístico para que, de alguna manera, sintamos hambre de escuchar su Palabra y de comer su Cuerpo y beber su Sangre. Nuestros hermanos sacerdotes Agustín, Jesús y Armando; nuestros queridos diáconos Francisco Javier y Abraham; la entrañable hermana Luz Estela, todos ellos alimentaron sus vidas con Jesucristo, el pan de la vida. De esa manera comenzaron su cielo en la tierra y así experimentaron y anticiparon la resurrección. Sus vidas fueron ríos que llegaron a la mar, para con Dios nuestro Padre poderse abrazar. Descansen en paz.
Padre Jesús Figueroa

Padre Agustín Navarro

Diácono Francisco Javier Lazo Portillo





miércoles, 28 de octubre de 2020

Cuando la pandemia nos toque


Hay luto en la ciudad. La muerte ha visitado a numerosas familias. El rostro sombrío del Hades ronda especialmente en los hospitales donde también médicos y enfermeros, que luchan por salvar vidas, han terminado contagiados y algunos de ellos han perdido la batalla. Para las personas que mueren en casa no hay funeraria que los atienda y los cadáveres se pueden quedar hasta dos días dentro del hogar. Hay miedo a contaminarse, miedo a presentar dificultades para respirar y de que no haya hospital con camas disponibles.

El dolor se multiplica cuando a un contagiado de Covid-19 se lo llevan al sanatorio. Muchos ya no regresan y se marchan sin tiempo para la despedida. A la familia se le avisa del estado del paciente y cuando les dan la noticia de que le será colocado un respirador, las esperanzas se derrumban porque saben que sólo dos de cada diez personas intubadas viven para contarlo. Los enfermos mueren solos, deseando quizá que algún médico o enfermera les brinde alguna palabra de aliento y esperanza. Son también varios los sacerdotes y diáconos infectados con coronavirus, y algunos de ellos están en estado delicado.

En medio de esta situación dramática que vivimos, muchas personas se preguntan por el sentido de la pandemia y, sobre todo, por la aparente ausencia de Dios en ella. Parece que el cielo estuviera cerrado para tantas almas que suplican al Señor que les ayude. Muchos de ellos sienten a Dios ausente porque quizá casi nunca han tenido trato familiar con él a través de la oración. En cambio otros sienten su compañía y su bendición, aún en las circunstancias más desoladoras. Para ellos Dios es muy familiar porque tienen trato asiduo con Él.

El Covid-19 puede conducirnos por diversos caminos. Si se instala en nuestros cuerpos tengamos la certeza de que existe un propósito. Así nos lo enseña san Beda, el Venerable. El primer propósito puede ser aumentar nuestros méritos. Una enfermedad llevada con paciencia y amor a Dios, en la oración, como lo hizo el santo Job y los mártires de todos los tiempos, nos trae méritos para la vida eterna. Pero también el coronavirus nos puede hacer crecer en la humildad. Así san Pablo sintió que Satanás lo castigaba aguijoneando su carne para apaciguar su soberbia (2 Cor 12,7).

Hay personas que estando enfermas de Covid-19 reflexionan sobre su vida. En el confinamiento recapacitan para conocer sus pecados y deciden enmendarse, como sucedió al paralítico de Cafarnaúm. Al mismo tiempo y a semejanza del ciego de nacimiento (Jn 9), el virus puede entrar en una persona para que, más adelante, se manifieste en ella la gloria de Dios. Y por último una persona puede quedar infectada para su propia perdición, como Gestas, el ladrón crucificado junto a Jesús, que en medio de la prueba, maldecía a Dios.

En todo este panorama tan desolador, abramos el corazón a la esperanza sabiendo que la fe nos da la certeza de que Dios jamás nos abandona. Si su presencia nos ha guiado todos los días de la vida, preguntémonos: ¿nos abandonará Dios en el momento más decisivo de nuestra existencia, que es cuando pasamos a la eternidad? Por supuesto que no. Si Él se ha preocupado por nuestra salvación durante nuestro peregrinar por la vida, y nos ha enviado miles o millones de mensajes de amor para que nos arrepintamos y vayamos a su presencia, ¿cómo nos abandonará cuando estamos a punto de traspasar las fronteras hacia la vida eterna? Eso nunca.

Oremos por quienes en la ciudad están infectados de Covid-19. Son muchos, y muchos más de lo que imaginamos. Dios conceda a todos el regalo de la salud, y si esta pandemia nos llega a tocar, que nos encuentre con el alma en vela, como quien ama esperándole y espera amándole.

martes, 27 de octubre de 2020

El hombre católico se extingue


Hoy el hombre católico parece estar en extinción. Fácilmente elige la cultura de la muerte antes que la cultura de la vida. Elige la tibieza y no la grandeza. La Iglesia ha perdido muchos varones. Alrededor del 60 o 70 por ciento de sus feligreses son mujeres, lo que nos hace preguntarnos ¿dónde están los caballeros? La mayoría de ellos no asisten a su iglesia y, en cambio, son moldeados por la cultura secular que los anima al adulterio y a la porno, al alcohol, a la anticoncepción y la vivencia de un amor subjetivo y de poco compromiso. Ello lleva sólo a desastres familiares.

Cuando una feminista lee el texto de San Pablo a los Efesios capítulo 5, piensa seguramente que es cierta la acusación a la Iglesia de ser patriarcal y machista. Frases. como estas: "El marido es cabeza de la mujer" y "Mujeres, sométanse a sus maridos", pueden aterrar a cualquiera que le guste moverse al ritmo del himno feminista. Sin embargo los textos de San Pablo son todo lo contrario a promover machos dictadores, egoístas e irresponsables.

La Palabra de Dios es muy exigente con el varón porque le recuerda que sea él cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la Iglesia. Es decir, pide a los maridos que amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia. Les pide que lo hagan con amor de sacrificio. Ningún texto bíblico es tan exigente para los varones como este. Ser cabeza de una mujer y unos hijos significa ser fuente de luz y guía, ser hombre de virtudes, ser principio de unidad y ser líder digno de ser seguido.

Felicidades a tantos varones comprometidos fuertemente con sus esposas y sus hijos, con sus parroquias y apostolados. Son ellos ejemplo de madurez y reciedumbre. Son ellos orgullo de nuestra Iglesia. Oremos para que más hombres conozcan a Dios y se dejen moldear por el Evangelio.

lunes, 26 de octubre de 2020

El papa ¿ha creado confusión?


Entrevista del periódico Presencia al padre Eduardo Hayen Cuarón sobre la controversia suscitada por la opinión del papa Francisco sobre las uniones civiles de personas homosexuales.

¿Es correcto decir que el Papa Francisco respaldó el matrimonio civil entre personas del mismo sexo?


No es correcto. El papa Francisco hace una diferencia entre uniones civiles y matrimonio civil. Son dos conceptos diferentes. En diversas ocasiones, y ya desde que era arzobispo de Buenos Aires, el futuro papa siempre se opuso a que las uniones de personas homosexuales fueran matrimonio, lo cual provocó un conflicto con Néstor Kirchner, el presidente argentino de aquellos años. En su Magisterio, Francisco ha reiterado en varias ocasiones su oposición al llamado “matrimonio igualitario”. Ejemplo de ello lo encontramos en “Amoris Laetitia” cuando dice: “Los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”.

El papa tiene claro que llamar “matrimonio” a la unión de dos personas del mismo sexo es obra del Maligno, el cual quiere destruir el plan de Dios y desfigurar la imagen de Dios en el hombre y la mujer; así lo expresó el entonces cardenal Bergoglio en una carta que escribió a los monasterios de carmelitas descalzas de Buenos Aires para pedir que rezaran para que no se aprobara el matrimonio igualitario.


¿Lo que dijo el Papa contradice la doctrina de la Iglesia Católica?

Las frases del papa no contradicen la doctrina de la Iglesia, ni en materia de matrimonio ni en materia de homosexualidad. Sabe que el matrimonio es la unión sacramental del hombre y la mujer para realizar el proyecto de amor y vida que viene de Dios, mientras que las relaciones homosexuales contradicen el plan divino ya que, por sí mismas, no son complementarias y son estériles. El papa tiene muy clara la doctrina católica sobre estos temas. Lo que Francisco hizo fue emitir, en el documental, su opinión personal sobre las llamadas "sociedades de convivencia", que se confunden con las uniones civiles.

En este punto, el papa pareciera diferir sobre la enseñanza de la Iglesia hacia las uniones civiles de personas del mismo sexo. Sus antecesores Benedicto XVI y san Juan Pablo II fueron muy claros con la publicación del documento “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” del año 2003, en el que manifiestan una oposición de la Iglesia a estas uniones civiles. Francisco pareciera discrepar de sus antecesores y es lo que ha creado controversia y confusión. 

¿Cuál es la postura de la Iglesia sobre las uniones civiles entre personas homosexuales? ¿Está en contra?

La postura oficial de la Iglesia es contraria a las uniones civiles de personas homosexuales. El documento citado del año 2003 y firmado por el cardenal Ratzinger afirma que los gobiernos se encuentran muchas veces en una situación de presión ideológica para legalizar estas uniones. La presión del lobby LGBT ha sido enorme sobre los legisladores. La Iglesia enseña que si a las parejas homosexuales se les concede un estatus legal, queda afectada la moralidad pública ya que se incentivan las prácticas homosexuales y se difunde el estilo de vida homosexual, oscureciendo así la verdad sobre el matrimonio y la familia, lo que es contrario al bien común.

Además, si a las uniones civiles se les otorga el derecho de adopción, los niños quedan privados de la experiencia simulténea de la maternidad y la paternidad y son introducidos en ambientes no favorables para su desarrollo humano. Quienes son favorables a las uniones civiles afirman que éstas favorecerían algunos derechos que, como ciudadanos, tendrían. La Iglesia, por el contrario, enseña que cada ciudadano puede recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco, y que es una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho a la familia con el fin de obtener bienes que deben ser garantizados por caminos que no dañen el bien de toda la sociedad.


¿Cómo se diferencia el matrimonio de las uniones civiles y las sociedades de convivencia? (Relativo a los derechos).

El matrimonio no es una unión cualquiera entre seres humanos. Es una institución creada por Dios, con sus fines propios. En todas las culturas es reconocido como la base de toda la sociedad para perpetuar la especie humana pero, además, para crear una comunidad de amor entre personas de sexo opuesto, abierta a la procreación y a la educación de los hijos. Estos datos de la naturaleza son corroborados por la Revelación divina, la cual enseña que el hombre y la mujer, abiertos a la fecundidad, son imagen de Dios que es comunión de personas y profusión de amor y vida. Además Jesucristo ha elevado el matrimonio a sacramento como una expresión de su amor por la Iglesia, su esposa. De la unión matrimonial del hombre y la mujer se desprenden toda una serie de deberes y derechos que atañen a la vida común, y que el Estado debe tutelar.

Por otra parte las uniones civiles no tienen comparación con el matrimonio. La Iglesia enseña que el matrimonio es santo mientras que las relaciones homosexuales en una unión civil son contrarias a la naturaleza humana. No proceden de una complementariedad verdadera y están cerradas a la vida. La Iglesia afirma que estas uniones son inmorales y que el Estado, al aprobarlas, expone a las nuevas generaciones a una concepción errónea de la sexualidad y del matrimonio, además de contribuir a la difusión del fenómeno. La Iglesia, por lo tanto, opta por la tolerancia del mal de la homosexualidad y no por su difusión.

Otra cosa son las sociedades de convivencia, que son diversas a las uniones civiles. Las sociedades de convivencia son agrupaciones de personas que viven juntas y que pueden ser o no ser homosexuales. Una tía y su sobrino, una madrina y su ahijada o amigos que comparten la vida juntos y que no necesariamente tienen relaciones sexuales, y que por los lazos de afecto quieren heredar la pensión o ciertos beneficios de uno hacia el otro. Este tipo de sociedades son las que el papa apoya, y no las uniones civiles, las cuales sí se confunden con el matrimonio.

¿Qué consecuencias puede traer la postura del papa Francisco sobre las uniones civiles?

Es importante diferenciar entre una opinión del papa que aparece en frases cortas en un documental de cine –la cual puede estar manipulada o sacada de contexto– y una postura oficial expresada en un documento pontificio. Lo dicho por el papa Francisco es una opinión, carente de valor magisterial, pero sus efectos pueden ser importantes, por tratarse de un papa. Primero, la manipulación de sus palabras por cierta prensa y por los traductores ha creado confusión en muchos católicos que se muestran divididos en torno al tema. Parecería que su opinión contrastara con la enseñanza que han transmitido sus antecesores san Juan Pablo II y Benedicto XVI, que es la postura oficial de la Iglesia respecto a las uniones civiles. Los católicos estamos llamados a asumir esta postura oficial de la Iglesia sobre el tema. Sin embargo queda como tema opinable la cuestión de las sociedades de convivencia. Por eso es importante que esto sea aclarado por la Santa Sede en un futuro inmediato. Mientras tanto no queramos –como muchos pretenden– linchar al papa sino, más bien, no dejemos de orar por él.

miércoles, 21 de octubre de 2020

El papa y las uniones civiles homosexuales


El miércoles 21 de octubre salió a la luz pública, en el Festival de Cine de Roma, un documental del cineasta ruso Evgeny Afineevsky sobre la vida y el ministerio del papa Francisco. El pontífice, al ser entrevistado sobre algunas cuestiones sociales, declaró lo siguiente: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por eso”. “Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente”. Era de esperarse que sus palabras levantaran polvareda mundial y una gran difusión en la prensa progresista, lo que puede, indudablemente, crear confusión en muchos católicos.

La primera parte de su declaración es realmente pastoral. Varias veces he escuchado el testimonio de personas con tendencia homosexual que fueron discriminados y maltratados por su familia; he visto llorar a hijos que fueron echados de sus casas o que sufrieron todo tipo de vejaciones por parte de sus hermanos por el hecho de su inclinación sexual. Son vidas con un sufrimiento muy profundo. Incluso en esos ambientes de vida LGBT se escucha decir a ellos mismos que están condenados, que así nacieron y que sus vidas están irremediablemente perdidas. Algo que es absolutamente falso y que la Iglesia no enseña.

Las palabras de Francisco son de gran aliento para ellos porque les dice una gran verdad: "son hijos de Dios, tienen derecho a una familia". Es lo que el mismo Catecismo de la Iglesia dice: "Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta" (n. 2358). Estas palabras del Catecismo me recuerdan a muchas madres y padres de familia que, con gran amor y comprensión, acogen a sus hijos más allá de sus instintos sexuales y no dejan de quererlos, por el hecho de que son sus hijos. Se trata de padres de familia que aceptan a sus hijos reconociendo su dignidad de personas, pero que les ayudan a evitar los actos homosexuales y los acompañan en un camino de recuperación.

Es más delicada la segunda parte de la declaración del papa sobre hacer una ley de convivencia civil para personas homosexuales. Desde que era cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio se había manifestado a favor del reconocimiento legal de las uniones civiles para parejas del mismo sexo. Pero se oponía radicalmente a cualquier intento de redefinir el matrimonio. Veía ese reconocimiento como un contrato cívico y legal que no afectaba al matrimonio y, en cambio, garantizaba ciertos privilegios, pero no el derecho a la adopción de niños. De hecho escribió una carta de enérgica protesta a Mauricio Macri, entonces alcalde de Buenos Aires, cuando este no rechazó el intento de un juez de autorizar el "matrimonio" de una pareja homosexual.

Nos queda claro que el papa Francisco es un defensor del matrimonio y de la familia basada en la relación de hombre y mujer, así como un defensor del derecho de los niños a tener padre y madre. Sus declaraciones en este documental no cambian la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad ni son contrarias a la santidad del matrimonio.

¿Entonces por qué Francisco está a favor de que las parejas del mismo sexo obtengan un contrato de derechos y deberes que no es el matrimonio? En 2010, ante el pleno del episcopado argentino, el cardenal Bergoglio instó a todos los obispos a adoptar el concepto de uniones civiles, siempre y cuando el matrimonio quedara intacto. Les advirtió que si optaban simplemente por oponerse a la ley, sin ofrecer alternativas que plantearan derechos civiles para personas homosexuales, caerían en el juego del presidente Kirchner quien, en efecto, tenía como estrategia polarizar al país en torno al tema. Con una sociedad polarizada era más probable la aprobación del matrimonio homosexual. Y fue justamente lo que ocurrió.

Una unión civil de personas no es exclusiva para homosexuales, ni se asemeja a un matrimonio. Es un tipo de sociedad en donde dos o más personas que viven juntas comparten beneficios como la herencia, seguro médico o el derecho a la pensión. Estas personas bien pueden ser una tía con su sobrino, o dos hermanas, o dos amigos, o el abuelo y el nieto. Y si algo llegara a ocurrir durante las noches en las vidas de estas personas, si ellas se quisieran tratar como pareja, eso ya sería un asunto privado perteneciente al ámbito de sus conciencias. Son en estas sociedades civiles a las que se refiere el papa y donde podrían caber las parejas homosexuales.

La última razón por la que el Santo Padre ha hecho esas declaraciones, a mi juicio, es porque uno de sus ideales es contribuir para formar un mundo donde todos se sientan integrados, lo que no significa que el cristiano acepte como bueno todo lo que el mundo le ofrece, ni que todas las religiones tengan el mismo valor. El relativismo moral y religioso no entra en la óptica de Francisco. En cambio la integración de las periferias existenciales en una cultura del encuentro y de la escucha es fundamental para la paz. 

martes, 20 de octubre de 2020

Lista de acosadores sexuales, ¿a quién culpar?


Hace unos días circulaba por las redes sociales un listado de cientos de varones en mi ciudad acusados por mujeres que, de manera anónima, ventilaron al público sus conductas sexuales inapropiadas. Ellas señalaron a los hombres acusadores con detalles de sus comportamientos, pero las mujeres ofendidas nunca dieron la cara. Habrá injusticias cometidas, quizá, por parte de algunos varones hacia las mujeres, pero el hecho de ventilar estas acusaciones en redes sociales abre la puerta para que cualquier mujer con sed de venganza pueda dañar severamente la vida de un hombre. Por eso la lista no es digna de crédito.

Lo ocurrido nos hace preguntarnos ¿por qué se hieren los jóvenes entre ellos? ¿Por qué atraviesan tantas veces por estas experiencias dolorosas y tristes? Existen heridas muy graves en el mundo juvenil. Muchos de ellos están lastimados penosamente por situaciones familiares complejas que los dejan fuertemente condicionados. A esas heridas, que no son pequeñas, se añade otra que hoy quiero señalar: la herida de una sexualidad distorsionada. Hoy los jóvenes están viviendo situaciones inauditas en su sexualidad que los incapacitan para tener relaciones de noviazgo saludables, y con el sexo opuesto.

Según datos de Family Safe Media, los adolescentes entre 12 y 17 años son hoy la población que más consume pornografía. La edad promedio en que un chico ve porno por primera vez es a los 11 años. Según Covenant Eyes, el 64 por ciento de los universitarios se conectan online para ver contenido sexual, al menos una vez por semana. Estos datos nos revelan que la maestra de educación sexual en las generaciones de adolescentes y jóvenes es la pornografía.

Los jóvenes tienen acceso a la pornografía de muchas maneras, desde videos musicales y videojuegos, hasta dibujos animados eróticos. Tanta es la saturación que hay en nuestra sociedad con imágenes sexualizadas que muchos jóvenes no se conforman con ver porno, sino que quieren producirla de manera amateur. Se toman fotos y videos de ellos mismos desnudos y de sus parejas, a veces teniendo sexo, y lo publican en internet. Se intercambian imágenes pornográficas entre ellos mismos y utilizan el chat para enviar mensajes eróticos a personas desconocidas. Son conductas de muy alto riesgo que pueden dejarles secuelas por muchos años.

La pornografía como la guía y la maestra de sexualidad para los jóvenes es uno de los principales focos de infección de la violencia hacia las mujeres. ¿Qué mensaje envía la porno a los jóvenes? Es un mensaje distinto para cada sexo. Al varón le está enseñando, entre otras cosas, que la mujer está para darle placer sexual y que es correcto utilizarla para ese fin. Le enseña que la mujer no tiene sentimientos, y que no necesita ser respetada. Le enseña que a las mujeres les gusta el sexo y que lo imploran; que les gusta el sexo violento, incluso la violación. Le enseña que hay que tener mucho sexo y que la felicidad la brinda el tener encuentros sexuales con múltiples parejas y no una relación de compromiso matrimonial.

La mujer, ¿qué aprende de la pornografía? Ella asimila que para ser amada y deseada por los hombres, debe tener el aspecto de una estrella del porno y actuar como tal. Aprende que tener sexo es lo mismo que el amor y la intimidad. Aprende que debe tener mucho sexo, a gustar de formas desviadas de ejercitarlo, y que es correcto que hombres y mujeres se utilicen mutuamente para el sexo. Aprende que debe ser agresiva sexualmente como el varón y que la fidelidad sexual en una relación es prácticamente imposible.

Mientras en la Iglesia no abordemos el aspecto de la sexualidad de los jóvenes como parte integral de su formación cristiana, y en tanto que no pongamos freno al consumo de pornografía como la nueva droga mundial, la violencia contra las mujeres seguirá creciendo y las generaciones de jóvenes quedarán discapacitadas para formar hogares fuertes. Y también, penosamente, seguiremos viendo escándalos como los de las acusadoras anónimas que, a través de las redes sociales, sacan su frustración y su furia contra sus depredadores, que quizá ellas mismas contribuyeron a formar.

martes, 13 de octubre de 2020

Descubrimiento de América


El 12 de octubre es una fecha para conmemorar el encuentro de dos mundos; un día para redescubrir y agradecer nuestra identidad cultural. No todos se alegran por ello. El Descubrimiento de América y temas relacionados –como la Conquista de México–, encuentran rabiosa oposición en grupos que, con resentimiento, ven estos hechos como la gran invasión y masacre que perpetraron los europeos en tierras americanas. Muchos, por el contrario, afirmamos que aquel 12 de octubre de 1492 abrió la historia hacia mejores horizontes con la llegada del Evangelio y la civilización a los territorios del Nuevo Mundo.

La humanidad siempre ha vivido en permanente inquietud. Salir de la propia tierra para explorar nuevos territorios es una constante en la historia de los pueblos. En el siglo XV los portugueses eran los reyes de los mares. El tratado de Alcacovas había puesto fin a la guerra entre Castilla y Portugal con el acuerdo de que Portugal dejaba de reclamar tierras a Castilla y ésta se comprometía a no meterse en la inmensidad del océano. Los portugueses obtuvieron del papa Sixto IV la bula en que ratificaba el acuerdo y a Portugal se le atribuyeron los territorios "al sur de las Canarias", es decir, la mitad de Florida, las Antillas, casi México en su totalidad y el resto de centro y Sudamérica.

Se cree que en 1481 ya los portugueses habían descubierto América. Un gran número de historiadores no creen que Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, sino que fue el primero el obtener un documento jurídico que le concedió esos territorios. El historiador Christian Duverger afirma que Colón sabía, desde el inicio, hacia dónde navegaba en aquellas tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María. Buscaba Haití y lo encontró, pero además sabía cómo regresar al viejo continente. Fue quien trazó la ruta de ida y de regreso, aunque otros ya habían ido.

Después de 36 días de navegación, Colón descubrió las Bahamas. De allí tocó Cuba y después la isla de Haití, a la que llamaron La Española. En 1493 el Descubridor regresó a España donde fue recibido en Barcelona con un solemne Te Deum por la reina Isabel de Castilla. Entonces se trató el problema de la propiedad de aquellas tierras descubiertas. Juan de Portugal las reclamaba según el tratado de Alcacovas, pero la Providencia quiso que el Romano Pontífice en aquellos años fuera un español. Se trataba de Rodrigo Borja, conocido como Alejandro VI, quien fue clave en la historia del continente americano.

La repartición del Nuevo Mundo tuvo algunas modificaciones. Al principio Juan de Portugal enfureció por la falta de respeto a los acuerdos de 1481, pero finalmente Alejandro VI terminó por conceder Brasil a Portugal, y el resto de América a España. Con los tratados de Tordesillas de 1494 quedó conformada la geopolítica de América.

Mientras tanto Alejandro VI confirió el título oficial de "Reyes Católicos" a Fernando e Isabel y estableció con ellos un concordato llamado "el patronato", que permitía a los reyes el nombramiento de cargos eclesiásticos a cambio de cristianizar las "Indias occidentales", es decir, América. Convertir a los indígenas fue la otra cara de la moneda de la donación de los territorios, y será una misión de los Reyes Católicos y de sus herederos.

Hoy los progres insisten en que el descubrimiento de América fue un hecho monstruoso, una brutal invasión y saqueo de los pueblos originarios del continente. Sin embargo ¿por qué tanta indignación si la historia del mundo está hecha de invasiones? Los europeos, al llegar a estas tierras, encontraron a su vez a otros usurpadores y opresores, que fueron los incas y los aztecas, quienes levantaron sus imperios a fuerza de sangre y violencia contra otros pueblos. Así ha sido el dinamismo de los acontecimientos humanos. Sin duda se deben señalar los errores y las atrocidades que se han cometido, pero toda civilización es fruto de mezclas que nunca fueron pacíficas, como sucedió con los mismos hebreos, quienes para ocupar la Tierra prometida tuvieron que invadirla.

La bendición de Dios suele llegar por medio de las vicisitudes humanas. Con Cristóbal Colón llegó también la gracia y la Palabra de vida. Así nuestro continente americano pasó de las tinieblas del paganismo a la luz la fe en Jesucristo, con abundantes frutos de civilización y, sobre todo, de vidas santas que hoy, como faro, iluminan al mundo.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Carta a los senadores de Chihuahua


Sen. Cruz Pérez Cuéllar
Sen. Bertha Caraveo Camarena
Sen. Gustavo Madero Muñoz
Senado de la República

Estimado senador:

El motivo de esta carta es para pedirle, de la manera más atenta, que considere y medite bien el voto que usted emitirá próximamente, para aprobar o desaprobar la ley del aborto en México. Estoy seguro de que la mayoría de los mexicanos no queremos que impere la violencia ni la muerte en nuestro país, y el aborto es violencia y muerte del ser humano no nacido, el más indefenso de nuestra raza humana.

Con esta iniciativa, no solamente está en juego la profunda violación del derecho fundamental a la vida de los inocentes, sino también existen otros argumentos de gran peso para no aprobar la propuesta. A continuación cito algunos de ellos, proporcionados por la Dimensión Episcopal de Vida:

Se trata de una iniciativa que presenta riesgos para los menores de edad. La iniciativa busca imponer el establecimiento de acciones radicales tendientes a generalizar el aborto en menores de edad incluso niñas de menos de 13 años, con o sin consentimiento de los padres o tutores. Esta medida no representa de ninguna manera el ejercicio del derecho a la salud de la infancia.

Al promover que niñas y adolescentes menores de edad soliciten solas un aborto, se deja abierta la puerta a la impunidad para el violador, no se garantiza la reparación integral de los derechos de las niñas y adolescentes afectadas y se limita las facultades de investigación y persecución del delito, fomentando la falta de castigo para los abusadores y la recurrencia de estos casos.

Mas aún, puede convertirse en un mecanismo que facilite la trata de personas menores de edad con fines de explotación sexual, toda vez que una menor de edad puede verse obligada a abortar todas las veces que su explotador o tratante se lo solicite.

La iniciativa propone establecer servicios de anticoncepción y abortivos en clínicas escolares, lo que podría representar un mecanismo detonador de la práctica sexual menores de edad, con los riesgos a su salud y desarrollo que esto implica.

La iniciativa propone despojar de facto de la patria potestad a los padres o tutores que rechacen que se practiquen abortos a sus hijas menores de edad, lo que no es congruente con la Convención sobre los Derechos del Niño, de la cual México forma parte.

Se trata de una iniciativa riesgosa, puesto que el aborto sería considerado negativamente como un supuesto “derecho a la salud de niñas, niños y adolescentes” e, incluso, contraria al principio del interés superior del menor recogido en tratados internacionales, en la Constitución y en la propia ley que se pretende reformar.

Pero también la iniciativa está fuera de contexto. La iniciativa parte de una valoración sesgada y claramente ideológica de los derechos de niñas, niños y adolescentes. De su lectura no se advierten fundamentos en datos y evidencia de política pública sobre las prioridades en materia de salud que requieren los más de 40 millones de niñas, niños y adolescentes que existen en México.

La Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes es aún joven y dentro de este marco legal se han identificado otras prioridades para mejorar la salud infantil y la cobertura de servicios hospitalarios; abatir el rezago educativo; brindar atención integral a la primera infancia; prevenir la violencia y maltrato infantil, fortalecer a las autoridades que integran el Sistema de Protección, entre otros rubros, que permitirían avanzar de fondo en la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes en México.

En el momento que atraviesa nuestro país, no se requiere otra iniciativa más que divida, que polarice y que fracture la institución más importante para los mexicanos, que es la familia.

Por estos motivos, estimado senador, le pido encarecidamente que en conciencia y delante de Dios medite los argumentos, pues su voto en contra de la iniciativa podrá detener el ambiente de muerte que hoy envuelve como una sombra a nuestro país. Por el contrario, su apoyo a la familia y a la vida serán luz y esperanza para el pueblo de México, un pueblo que ama la vida y los valores perennes.

Dios lo bendiga, senador. Quedo a sus órdenes en la Dimensión diocesana de pastoral de la vida.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Miseria de la eutanasia


El doctor Bert Keizer llegó puntual a la cita para provocarle la muerte a su paciente. Lo había hecho tantas veces que ya era su costumbre inyectarlos y verlos morir. Kaizer trabajaba para Levenseindekliniek, que significa "Clínica para morir" institución privada en Holanda que en 2017 aplicó la eutanasia a 750 personas. Ahí los pacientes solicitan la muerte a domicilio y cualquiera de los 60 médicos de la clínica acude a cumplir la demanda.

Aquel día Kaizer se estremeció. Al llegar acompañado de una enfermera a la casa del paciente, encontró a más de 30 personas que animadamente bebían, charlaban, gritaban y reían. "Con este ruido, ¿cómo lo hago?", pensó. El hombre que iba a morir alzó la voz para callar a todos: "Muy bien, chicos". Todos entendieron, guardaron silencio, sacaron a los niños de la habitación y el doctor Kaizer aplicó la inyección.

En la parte final de un documental de YouTube sobre dicha clínica, se muestra también a un médico que aplica una transfusión letal a una mujer mayor, sentada en un sofá de la sala de su casa, junto a su marido, sus parientes y amigos más cercanos. Todos conversan con ella despidiéndose y, justo antes del pinchazo, el marido la cubre de besos en la boca. El médico procede a inyectarla y mientras la muerte llega lentamente, una de las mujeres que la acompañan rompe a llorar. Una vez muerta la señora, el médico sale afuera a fumar tranquilamente un cigarrillo.

Ese hombre y esa mujer que murieron por inyección letal pertenecen al cada vez más numeroso grupo de personas que mueren por eutanasia en Holanda. Hoy el 4 por ciento de las muertes en los Países Bajos son por este motivo. A partir de los 16 años la eutanasia está permitida. Sin embargo una persona desde los 12 años puede solicitarla, con el consentimiento paterno. En caso de los bebés existe un protocolo que confirma que si el recién nacido está sentenciado a llevar una enfermedad y con grandes dolores, se le puede procurar la muerte, con la autorización de sus padres.

Enseña "Samaritanus bonus", el último documento vaticano sobre el acompañamiento en la fase terminal de la vida, que las personas que defienden la eutanasia son incapaces de descubrir que la vida humana tiene un valor incomparable. Guiados sólo por criterios de utilidad, creen que la vida sólo vale la pena vivirse si ofrece bienestar físico, belleza y deleites psicológicos o emocionales. Cuando la vida cruza por momentos que se consideran insoportables, los defensores de la eutanasia apelan a una compasión falsa y piden asistencia en el suicidio. No se dan cuenta de que la verdadera compasión es el acompañamiento, el cuidado y el ofrecimiento de medios para aliviar el sufrimiento.

Nuestras sociedades están cada vez más enfermas de individualismo, esa enfermedad del espíritu humano por la que la persona se convence de que no necesita a Dios ni a los demás para salvarse ni para ser feliz. Es la soledad la que lleva a vivir en desconexión con los otros. El individualismo no permite descubrir que nuestra vida depende del prójimo y de Dios, y así se cierra a la solidaridad, a la caridad y a la asistencia social, a tal grado de que se ve el suicidio asistido como un acto legítimo.

Decía san Agustín en "La Ciudad de Dios": "Dos amores construyeron dos ciudades. El amor a sí mismo hasta llegar al desprecio de Dios edificó la ciudad de Babilonia, mientras que el amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo levantó la ciudad de Jerusalén". La eutanasia no es sino una terrible expresión del falso amor a uno mismo, a los demás y a Dios. Holanda y todos los países que van siguiendo su ejemplo están abriendo la desconfianza al mundo médico, al Estado y a la propia familia. De esa manera hacen realidad aquello que dijo Jean Paul Sartre: "El infierno son los otros".

¡Qué pobreza de alma tienen los partidarios de la eutanasia! Desconocen la sabiduría que entrañan los sufrimientos de la vida. Dios nos conceda tener un conocimiento profundo de su amor a través del dolor. Que nos abra el corazón y nos muestre el sentido oculto, no sólo de las experiencias alegres sino de las que son amargas y difíciles de llevar. Que aún en el dolor descubramos su presencia y su amor desmesurado por nosotros.

Practicar yoga

Pregunta : La Yoga, ¿Va o no va en contra de la fe Católica? Hay quien dice que si es solo para ejercitarse, no hay problema. Respuesta : P...