jueves, 26 de diciembre de 2019

Veo los cielos abiertos (homilía en el funeral de mi abuelo Pablo Cuarón)

Misa exequial concelebrada (Padres Eduardo Hayen, Alberto Castillo,
Oscar González, Salvador Magallanes y Juan Manuel Orona)
Ayer día de Navidad nuestra familia tuvo grandes contrastes. Celebramos la Nochebuena con cena y fiesta, dimos gracias a Dios por la unidad de nuestra familia y por tantas bendiciones derramadas. Hicimos una bella meditación sobre la importancia de Jesús como parteaguas de nuestra historia y de nuestras almas. Pocas horas después nos enterábamos de la muerte de nuestro abuelo que se despedía de este mundo para entrar en la eternidad.

Qué inmenso contraste. Celebrábamos en la noche de Navidad un nacimiento, y la mañana de Navidad estuvo marcada por la muerte de mi abuelo. Cánticos al niño Dios y después la Coronilla de la Misericordia por un difunto. Así de contrastante es la liturgia que hoy celebramos de san Esteban, primero de los mártires. Ayer la Iglesia proclamaba la paz y el amor con cánticos de ángeles del cielo; hoy parece que se proclama la persecución y la muerte en la tierra.

No obstante la muerte y la tristeza en nuestros corazones por la muerte de nuestro abuelo don Pablo, mi familia tiene la paz de la Navidad. Esta paz de Navidad no es la ausencia de problemas y acontecimientos difíciles, sino es la fuerza que emana del pesebre de Belén para superar el poder tiránico que la muerte y las batallas de la vida quieren tener sobre nosotros. La paz de la Navidad está en esta despedida de nuestro abuelo, así como también la paz de Esteban estaba en medio de los insultos y las piedras. Es el amor de Jesucristo el que vence en nosotros toda amenaza. Es su amor que trajo la Navidad y es su amor el que hizo que mi abuelo naciera ayer para la vida eterna.

En Navidad estamos celebrando que Jesús abrió los cielos para nosotros. En Adviento escuchábamos al profeta Isaías que decía: “Ojalá rasgaras el cielo y bajaras” (Is 64,1). Navidad es la gran respuesta a esta oración. Jesús que rasgó los cielos y bajó, es el mismo que subió, dice san Pablo (Ef 4,10). De modo que los cielos abiertos por su amor para que él bajara, quedaron abiertos por su amor para que nosotros subiéramos. Esteban fue, en cierto modo, el primero en subir.

Pablo Cuarón a caballo en la que fue su Granja Las Abejas,
donde pasé mucho tiempo de mi infancia.
Pienso que la vida de mi abuelo don Pablo, estuvo marcada por cielos abiertos. El nunca se cansó de contarnos a sus hijos y nietos la historia de Mr. Hore, un norteamericano que, habiendo creído en él, le dio la oportunidad de comprarle su negocio y de irlo pagando poco a poco. Ese hombre, de alguna manera abrió los cielos para mi abuelo y él, a base de trabajo duro y de responsabilidad perseverante, logró abrirse paso en la vida.

De esa manera mi abuelo descubrió que el sentido de la vida era abrir cielos para otras personas. Con ahorro y trabajo honesto pudo abrir cielos dando empleo a muchos trabajadores y personas que, quizá por vivir en ambientes sin muchas oportunidades, tenían cerrados sus horizontes. Mi abuelo fue una persona que se quitaba el pan de la boca para que los trabajadores comieran primero.

Lo importante en su vida no era acumular lujos y bienes materiales, como si eso fuera el cielo en la tierra –y sabemos que no lo es–. Su vida sobria y disciplinada nos mostró que la vida se convierte en fuente de paz y alegría cuando vivimos con orden y sabemos hacer de ella un don para los demás, es decir, abrir cielos para nuestros hermanos. Lo importante para él era abrir oportunidades de progreso para otras personas, para sus hijos, nietos, parientes y amigos.

Mi abuelo no era como san Esteban, que fue diácono y que tuvo instrucción religiosa. Esteban veía los cielos abiertos y en ellos al Hijo de Dios. Mi abuelo no tuvo mucha instrucción religiosa, pero fue un hombre de fe que amó al Señor y que, sobre todo, dio testimonio de él viviendo la caridad cristiana en la vida cotidiana. Acompañaba a su mamá, a esta misma parroquia del Sagrado Corazón, allá por los años 20, a limpiar el templo. Fueron sus primeras lecciones de servicio a la comunidad, servicio que años después se manifestó en el compromiso para apoyar a diversas instituciones sociales y educativas. Los últimos años de su vida, sobre todo cuando mi abuela vivía, estuvieron marcados por la oración y la recepción de la sagrada Comunión. A su manera mi abuelo veía cielos abiertos y abría cielos para otros.

Don Pablo se distinguió siempre por su caballerosidad;
era un auténtico gentleman
En este día de Navidad resplandece Jesús, la Virgen María que lo presenta al mundo y detrás de ellos, la figura humilde y discreta de san José, el padre virginal de Jesús. Su figura ilumina la despedida de mi abuelo. Pienso en san José y me parece que algunas de sus virtudes las reprodujo don Pablo. Como varón, san José fue hombre de familia y de trabajo; recibió la misión de cuidar, custodiar, proteger, acompañar, defender los dones de Dios. Mi abuelo fue hombre prudente, protector de su hogar. Aprendimos de él que la verdadera hombría es dar su vida por los demás y proteger. Lo conocimos protegiendo a su familia, a sus animales de la granja, a sus nogales, a los trabajadores de su empresa, a los colegios y a su ciudad.

Jesús en el Evangelio nos invita a perseverar hasta el final. Navidad es el comienzo de una vida y las palabras de Jesús nos invitan a mirar hacia el final. De poco sirve celebrar la Navidad si no acogemos a Jesús y lo dejamos crecer en nosotros. San Esteban recibió a Cristo y lo dejó crecer en él. Así también lo hicieron muchos hombres que hoy nos dejan grandes lecciones de vida. Celebremos al Niño de Belén y alimentémonos de su carne en la Eucaristía. Que contemplemos los cielos abiertos y pasemos por la vida abriendo cielos para los demás a fin de que vayamos alcanzando la estatura espiritual a la que el Señor nos llama.

jueves, 19 de diciembre de 2019

Navidad en el corazón del narco

Cuando lo vi, su aspecto físico me estremeció. Su cabeza estaba totalmente rapada y no había parte alguna de su cuerpo que no tuviera un tatuaje, desde la punta de la cabeza hasta la punta del pie, con piercings en oídos, boca, lengua, narices y cejas. Por la mirada de ese hombre, musculoso y de voz grave, intuí detrás de él una vida muy complicada y un profundo sufrimiento. En años pasados había trabajado para un narcotraficante muy poderoso, hoy ya muerto. Quería que alguien lo escuchara.

Su infancia había sido muy difícil. Nacido en una familia disfuncional en la que hubo mucha violencia, sus padres raramente cuidaron de él por estar trabajando en la maquiladora. Así desde niño conoció la calle hasta sus rincones más oscuros. Llegó a dormir en tambos de basura y una noche casi se lo llevó el camión de limpia de la ciudad, en plena avenida Juárez, muy cerca del puente internacional entre México y Estados Unidos. Era el candidato perfecto para ser reclutado por la mafia. Ya metido en el bajo mundo, inició su colección de secuestros y asesinatos. Algunas veces sus enemigos a él lo secuestraron, lo envolvieron en plástico y le pusieron cinta adhesiva para balearlo y así evitar llenar de sangre toda la habitación. En todas esas ocasiones, inexplicablemente, se había salvado de la muerte. Su vida sentimental también era anárquica, pues había conocido a múltiples parejas con las que procreó diversos hijos.

Dos cosas me conmovieron después de escucharlo. Lo primero era su falta de sensibilidad por los asesinatos cometidos. En todos sus años de trabajar para el hampa nunca sintió remordimiento alguno por jalar el gatillo. Había crecido sin brújula moral y los golpes de la vida le habían endurecido el corazón. Solamente en las últimas semanas comenzaba a despertarse en su alma eso que se llama "conciencia". Lo otro que me conmovió fueron un par de preguntas que me lanzó: "Padre, ¿cree usted que yo pueda llegar a ser una persona buena?, ¿cree que Dios me pueda perdonar y aceptar?" No pude evitar darle un fuerte abrazo con lágrimas en mis ojos. Era el divino pastor que había recorrido montes y collados para buscar a su oveja perdida, y ahora estaba hablándole al corazón.

En el alma de ese hombre había Adviento. Si el Señor, en varias ocasiones, lo había librado de la muerte, era por una misteriosa razón. Cristo se le estaba revelando como su Salvador: "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados". Traicionado por sus padres, por las mujeres que había tenido y por gente de la mafia, aquel hombre lleno de tatuajes había puesto en su alma muchas rejas de desconfianza. Sin embargo Jesús ahora se detenía frente a esas rejas y sus miradas empezaban a cruzarse. El hombre se encontraba con Alguien que no venía a juzgarlo, ni a humillarlo ni a traicionarlo, sino que lo invitaba a abrir los candados para ofrecerle su salvación.

La mirada de ese Niño, desde el pesebre de Belén, se cruzaba con la de ese hombre fornido y tapizado de tatuajes. Su voz le decía: "quiero verte, quiero oírte, me interesas". Quizá se ruborizaría de que Jesús le hablara así. Al escuchar la voz de Dios que le susurraba "Quiero verte a ti, quiero oírte", en ese momento él recordaría sus verrugas, sus tatuajes y los piercings que llevaba, sobre todo la historia de pecado que cargaba su alma.

¡Qué Navidad la de ese hombre! No nos quepa duda alguna: le gustamos a Dios. Él nos echa de menos cuando estamos lejos de la Iglesia; echa de menos nuestra voz cuando no hacemos oración. Solamente cuando nosotros echamos de menos a Dios y cuando él nos gusta, podemos celebrar la Navidad. Porque solamente hay fiesta en aquel que necesita ser salvado. 

lunes, 9 de diciembre de 2019

La muerte del padre Celso

Cuando en 2009 me enteré de que habían cambiado de parroquia al padre Celso y que yo era el designado por el obispo Renato para ocupar su lugar en la Divina Providencia, supe que esos cambios no serían fáciles para nadie. Llegué a la comunidad parroquial de Gregorio M. Solís y Carlos Villarreal donde el padre Celso había servido por 26 años. La parroquia era una comunidad muy hecha al estilo del sacerdote que se iba, con grupos muy consolidados y con gran amor a su párroco.

Cinco lustros de servicio y entrega pastoral, aderezados por un gran sentido del humor, habían hecho del padre Celso un verdadero padre espiritual y amigo de un sinnúmero de personas de todas las clases sociales. Muchos de los que fueron bautizados por él, también recibieron de sus manos la Primera Comunión y la celebración de su matrimonio. Por eso quienes lo conocieron se sintieron conmocionados cuando supieron la noticia de que, el 5 de diciembre, había muerto.

Al cementerio Jardines Eternos llegaron los mariachis de Pepe Coronel. Trasladamos el ataúd con los restos del padre Celso con "El son de la negra" como fondo. Después de las oraciones póstumas del obispo se escuchó la voz de Walterio Magdaleno que interpretaba "Dios nunca muere" y "Cruz de olvido". Luego los mariachis cantaron "El Quelite", canción que el padre Celso cantó muchas veces en fiestas y tertulias. Mientras el féretro desaparecía en su descenso a la tierra, recordé que al padre le gustó, durante mucho tiempo, acompañar a sus feligreses en los momentos de diversión y esparcimiento que siguieron a la celebración de bodas y bautizos.

En el cementerio fue abierto el ataúd para que los familiares lo vieran por última vez. Su cuerpo se fue impecable, vestido con sus mejores hábitos sacerdotales. Tenía que ser así. Las comunidades parroquiales donde el padre Celso sirvió conocieron su amor por la belleza de la liturgia. A los templos de la Divina Providencia y del Sagrado Corazón –sus dos últimas parroquias– les imprimió su gusto sobrio, elegante y exquisito con objetos sagrados de la máxima calidad. La delicadeza, la limpieza de los templos y el cuidado que tuvo hacia los ornamentos, imágenes y vasos santos, hablaron de su gran amor y respeto a lo sagrado.

Los primeros meses de mi sacerdocio, en el año 2001, fui su vicario parroquial, aunque por muy breve tiempo. Recuerdo que el padre Celso me reprendía un poco al ver que, mientras él escuchaba a diez penitentes que confesaban sus pecados, yo atendía a uno. Desde luego que yo era novato en eso de escuchar confesiones y las confundía con una prolongada dirección espiritual. Por eso el padre se molestaba un poco conmigo. Durante todo ese tiempo pude ver la gran capacidad de escucha que tenía, así como la enorme cantidad de personas que lo buscaban para ser atendidos, dentro y fuera del confesionario. Su buen humor y sus bromas, que no escondía en el sacramento, relajaba a los penitentes y les daba confianza.

Quienes conocimos al padre Celso en ambientes de convivencia –especialmente los padres Alfredo Abdo y José Ríos, quienes fueron sus grandes amigos sacerdotes– nos dimos cuenta también de su carácter fuerte y de su franqueza para decir las cosas. No siempre las conversaciones con él eran dulces y serenas. A veces tomaban la impetuosidad del rápido de un río, sobre todo cuando se tocaban ciertos temas de Iglesia a los que el padre era especialmente sensible; pero siempre en el fondo se podía percibir su gran amor por la diócesis y por los sacerdotes. A muchos de ellos ayudó discretamente en horas de necesidad.

Murió el padre Celso Flores, un sacerdote que fue verdadero padre y pastor de comunidades. Muchos vamos a extrañar al que fue un icono de la Iglesia diocesana. Me impresionó el llanto incontrolable de uno de sus monaguillos, en el cementerio; y es que el padre lograba hacer comunión con todos: niños, jóvenes, adultos y personas mayores. Su memoria quedará viva por muchos años y su generosa entrega como párroco será testimonio de Jesús, el buen pastor, para quienes nos quedamos, peregrinos todavía, en el servicio a la Iglesia de Dios.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

María de Guadalupe en un país dividido

Los franciscanos que llegaron al continente en 1524 tenían la santa idea de convertir al cristianismo a todo habitante de esta tierra que cruzara en su camino. Encontraron pueblos indígenas, en guerra unos contra otros, plagados de cultos idolátricos y practicantes de comer carne humana. Hoy nuestra tierra americana y, concretamente México, vive profundas divisiones. La violencia está más viva que nunca, en las familias, en la calle y hasta en el vientre de las madres. Nos comemos unos a otros. Se extiende la idolatría y pululan los cultos esotéricos. No sólo eso. La sociedad mexicana se divide en fuerzas políticas que parecen irreconciliables, con el aliento de la presidencia de la república.

Al llegar los frailes hijos de san Francisco a tierra americana para la predicación del Evangelio, el panorama del idioma era desalentador. Había no menos de 150 familias lingüísticas que se dividían entre 400 y 2000 idiomas y dialectos diferentes. Por mucho que los franciscanos aprendieran a hablar aquellas lenguas, proponer el Evangelio a los indígenas traumatizados y deprimidos por la Conquista, y en un contexto cultural totalmente ajeno a su visión del mundo, era una labor casi imposible y con muy poca esperanza. La mayoría india prefería morir con sus dioses antes que convertirse a Jesucristo.

Hoy en México muchas personas ya no hablan el lenguaje de la Iglesia. Conquistados por las ideologías de izquierda y de derecha, por la ideología de género, el feminismo radical, el dinero del liberalismo o la igualdad del socialismo, así como el ateísmo, muchos se han construido una visión del mundo, del hombre y de Dios incompatible con el cristianismo. La mayoría de los mexicanos caminan como ovejas sin pastor. México ha dejado de ser un país de mayoría católica, aunque las estadísticas lo digan. Y mientras que el papa nos propone ser una Iglesia en salida, muchos no quieren salir ni arriesgarse, y prefieren refugiarse en sus parroquias para vivir ahí su vida cristiana. La Iglesia parece no entender las nuevas dinámicas del mundo, y el mundo no entiende el lenguaje de la Iglesia.

Las apariciones de la Virgen de Guadalupe en 1531 trajeron la reconciliación y la paz, así como la gran alegría espiritual para el pueblo mexicano. El hecho logró que miles de indios salieran de su abatimiento. La presencia milagrosa de la Madre de Dios, cuya imagen quedó impresa en el ayate de san Juan Diego, provocó un prodigio aún mayor: el entendimiento entre las dos culturas, la apertura del diálogo para tomar lo mejor de los españoles y lo mejor de los indígenas, y hacer que éstos recuperaran su dignidad.

Hoy suplicamos a la Virgen que interceda por los mexicanos para que, mirándola a Ella, abramos el corazón a su mensaje de amor. Dejándonos tocar por la gracia divina podremos redescubrir a Jesús –centro del mensaje guadalupano– que viene a salvar a nuestra Patria y a hacernos posible la convivencia pacífica como hermanos. Sólo así podremos comprendernos y dialogar, en la esperanza de caminar juntos hacia un futuro de verdadero progreso y paz.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Adviento: se hace tarde y anochece

"Se hace tarde y anochece" es el último libro del cardenal de Guinea Roberth Sarah, prefecto para la Congregación del Culto y la Disciplina de los Sacramentos. El libro es un grito del alma —así lo describe su autor— ante la crisis que vive la Iglesia, y cuyos frutos más amargos han sido los escándalos de pederastia de los últimos años por una parte del clero. En la introducción del libro el cardenal Sarah afirma, con un lenguaje directo, que en estos momentos históricos, la Iglesia está viviendo el misterio de Judas, es decir, el misterio de la traición.

Son palabras duras las del cardenal, pero reales. Ante ello no podemos permanecer pasivos. Hemos de ser conscientes de que sin una conversión personal desgarraremos el Cuerpo de Cristo. En este Adviento fomentemos el amor a la unidad que Jesús quiere para su Iglesia. Podríamos decir que la espiritualidad de la subida, de la peregrinación, es la propia de este tiempo de preparación para recibir al Señor. En su libro el cardenal Sarah propone un camino en cuatro itinerarios o momentos para no desanimarnos ante la crisis eclesial en la que nos encontramos. Así que podemos reflexionar sobre ellos y tratar de afianzarlos en nuestra vida durante el Adviento.

La oración. Si la Iglesia no recupera el espíritu de oración, va hacia su perdición. Mucho nos dedicamos a realizar proyectos pastorales y nos abalanzamos en el frenesí del activismo eclesial: retiros que predicar, homilías que preparar, juntas y reuniones para hacer muchas cosas en las parroquias y grupos. Pero si no recuperamos largos momentos de oración junto al Señor, para adorarlo silenciosamente, terminaremos por traicionarlo. Adviento es un tiempo para recuperar el amor a la oración y preparar el camino al Señor.

La verdad católica. En estos días los obispos alemanes se han aventurado a realizar un sínodo –el Sínodo de Alemania– que, según opiniones de algunos analistas, amenaza con la ruptura de la unidad católica. Una gran tentación de obispos, sacerdotes y laicos es adecuar el catolicismo al espíritu del mundo –el que Cristo condenó– y hacer una Iglesia liberal para estos tiempos. Adviento nos invita a afianzarnos en la verdad católica, sin miedo a la solidez de la enseñanza de la Iglesia sobre los temas más controvertidos, sabiendo que esta verdad, aunque a veces nos incomode, nos conduce hacia la plena libertad.

El amor al papa. "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", dijo el Señor. Al pescador de Galilea Jesús le entregó las llaves del Reino de los Cielos, así que la figura de san Pedro, representada en el Santo Padre, es signo de unidad para toda la Iglesia. Donde está Pedro ahí está la Iglesia. Podremos simpatizar mejor con unos papas que con otros, pero ellos tienen una asistencia especial del Espíritu Santo para conducir a todo el rebaño hacia la Casa del Padre. En Adviento puedo rezar más por el papa, pero también puedo unirme más a mis sacerdotes, pidiéndoles la fe católica y la vida divina por los sacramentos.

La caridad fraterna. Nuestra Iglesia Católica es un bello mosaico de espiritualidades, carismas, movimientos. Pero a veces se levantan divisiones, incluso se pueden despertar fuertes resentimientos y hasta rencores entre diversas facciones de ese gran calidoscopio eclesial. Esto desfigura a la Iglesia. "Yo soy Cristo a quien tú persigues", dijo el Señor a Saulo, haciéndole ver que Él estaba vivo en sus miembros. El Adviento nos invita a mirarnos con benevolencia y a descubrir la riqueza que hay en unos y en otros. Recordemos que la subida hacia la Casa del Señor es siempre en comunidad, nunca en solitario.

Finalmente el cardenal Sarah nos invita, en la introducción de su libro, a postrarnos ante ese gran fresco de la Capilla Sixtina llamado "El Juicio Final" de Miguel Ángel. Hagámoslo con la imaginación y en la oración. Contemplemos al Cristo que vendrá a juzgar la historia y a cada uno de nosotros. En el mural están los condenados, las almas saliendo del purgatorio y la Iglesia del Cielo con los coros angélicos, los mártires, las vírgenes y todos los santos. Jesús nos pregunta lo que a san Pedro: ¿me amas? Si tu respuesta y la mía son positivas, entonces miremos a Jesús que nos sonríe invitándonos a ir a habitar en su casa. Feliz tiempo de Adviento.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Latinoamérica en peligro

Nos parecen inverosímiles las escenas de violencia en Chile y los saqueos a los templos católicos. Escenas parecidas a las de la guerra cristera en México, donde los soldados entraban a las iglesias para profanar y destruir el patrimonio religioso del pueblo, hoy se repiten en algunos países de América Latina. La amenaza es latente para que la anarquía se extienda por otras partes del continente.

Sin duda el descontento social estaba presente en la sociedad chilena. El alza en el precio del transporte público fue el detonante para que estallaran las protestas. Ante la crisis, el gobierno de Sebastián Piñera decidió no incrementar los precios. ¿Cómo es posible que el Frente Amplio –los grupos y partidos de izquierda, llamados también progresistas– decidieron retirarse del diálogo con el gobierno, cuando ellos mismos eran quienes exigían que no se aumentara el precio?

Meses antes, las caravanas de migrantes provenientes de Venezuela –el mismo fenómeno que ha sucedido en México– habían llegado a Chile. Se presume que en ellas venían infiltrados activistas del chavismo y terroristas enviados por el gobierno de Nicolás Maduro para desestabilizar el país andino. Muchos ciudadanos chilenos afirman que los desórdenes en su país están orquestados desde el extranjero, concretamente desde Caracas y La Habana. Los regímenes socialistas de estos países, aprovechando el descontento chileno, quieren destruir el modelo capitalista que ha sacado a Chile de la pobreza en los últimos años para implementar ahí también el socialismo del siglo XXI.

Un comunicado de la Organización de Estados Americanos sobre la situación en Chile dice lo siguiente: “Los vientos bolivarianos de Simón Bolívar trajeron libertad e independencia a nuestros pueblos; las brisas del régimen bolivariano impulsadas por el madurismo y el régimen cubano traen violencia, saqueos, destrucción y un propósito político de atacar directamente el sistema democrático y tratar de forzar interrupciones en los mandatos constitucionales. Los intentos que hemos visto documentados en Ecuador y Colombia, vemos hoy repetido ese patrón en Chile".

Cualquier manifestación de descontento social es legítima mientras sea pacífica. Se entiende que, en toda democracia, el pueblo tiene derecho de realizar protestas. Pero lo que resulta incomprensible es que los chilenos quieran destruir su país, cuando son ellos los que mejores niveles de vida han alcanzado en el continente y han logrado reducir más la pobreza. Es ilógico. Son entonces los anarquistas infiltrados del socialismo los que les están incendiando el país. 

La subversión y la destrucción del orden social, en nombre del progresismo, amenaza hoy a América Latina. En la mira del Foro de San Paulo –ese conglomerado de gobiernos y organizaciones de izquierda–, con Nicolás Maduro al frente, están Ecuador, Colombia, Perú, y México no es la excepción. Por eso la presencia del ex presidente izquierdista de Bolivia, Evo Morales en nuestro país, no deja de ser como la de un pájaro de mal agüero.

Regímenes socialistas siempre han perseguido a la Iglesia Católica. Los saqueos e incendios a los templos religiosos en Chile y Nicaragua no tienen otra explicación más que el odio progresista-socialista. Y es que la Iglesia, en su enseñanza, denuncia a las ideologías como formas equívocas de interpretar la realidad humana y social. Y ha señalado tanto al socialismo marxista como al liberalismo capitalista como dos sistemas intrínsecamente perversos, ambos ateos en su esencia. El camino propuesto por la Iglesia para construir el orden de la sociedad es su Doctrina Social, que se basa en la persona humana, su dignidad y su trascendencia.

En estos tiempos de violencia y de amenazas para la estabilidad de nuestros pueblos latinoamericanos, oremos por la preservación de las democracias, de las instituciones, de la justicia y de la paz para todos.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

El que sabe gobernar

Hacia 1800, Haití era colonia de Francia. En la isla había 20 mil blancos, 30 mil mulatos libres y 800 mil esclavos que trabajaban en plantaciones de azúcar, café, cacao, tabaco y algodón. En una de las pocas adineradas familias, había una chica francesa, blanca evidentemente, que vivía con sus padres y hermanos. Eran diez de familia y tenían a su disposición una servidumbre de cien esclavos negros. 

La muchacha era muy observadora. Miraba el respeto y la elegancia con que les servían en todo; su trabajo lo hacían muy bien y, al servir, hasta inclinaban un poco la cabeza en señal de cortesía. Sin embargo ella veía algo en los ojos de los esclavos que la hacía sentir incómoda. Los ojos no pueden engañar. En ellos se percibía rechazo, rencor acumulado durante años de sometimiento. Era como si con la sola mirada le dijeran que por ahora ellos eran esclavos, pero que llegaría el día en que la suerte cambiaría, y que serían ellos quienes tendrían el poder. La chica sentía que, en realidad, esos esclavos no los querían a ellos, los blancos, y que esa tensa situación no podría durar mucho tiempo.

Hace unos días corrió la noticia de que Evo Morales, el presidente de Bolivia que gobernó su país durante 18 años tuvo que salir huyendo, por la puerta de atrás, para tomar un avión que lo llevaría a México. Evo hubiera querido mantenerse en el poder durante muchos años, pero el pueblo boliviano le había dado la espalda en las elecciones de octubre. Después de una extraña caída del sistema de cómputo que duró 24 horas, Evo se proclamó presidente electo una vez más, como suelen hacerlo los dictadores. El mismo ejército le retiró su apoyo y el presidente tuvo que salir del país para no provocar un estallido social.

A los pueblos se les puede someter con la policía, con persecuciones, gases lacrimógenos y cárceles. Así lo hicieron Pinochet, Castro y Chávez, y hoy lo hace Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua. Jesús había dicho que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad (Mt 20, 25-26). Sin embargo en realidad los dictadores no gobiernan. A golpes no pueden hacerlo porque al corazón humano no se le vence con el sometimiento del cuerpo, sino únicamente se le gobierna por el amor. Es el amor la llave que abre la puerta del alma. Sólo cuando me siento amado por alguien esa persona llega a tener auténtico poder sobre mí. Por eso concluyó Jesús diciendo que el que quiera ser grande –el que quiera gobernar de verdad–, que se haga servidor.

Jesús nos dice qué significa ser rey y gobernar. Lo mismo le dijeron los judíos, los romanos y los condenados junto a él en el suplicio de la cruz: "sálvate a ti mismo si eres el Mesías". Jesús no lo hizo y así los dejó desconcertados, pues para ellos el rey debía salvarse antes a sí mismo, luego a los demás. Aquellos, habituados al mando de hierro de emperadores y reyes, no entendían que el arte de gobernar se aprende amando con todo el corazón, donándose a los hermanos con toda el alma. Jesús con el delantal puesto en la Última Cena lavó los pies a los apóstoles, y al día siguiente subió a la Cruz. Con ese gesto supremo, el Señor estaba diciendo al mundo que el verdadero reinado es el del amor y el servicio. "Me amó y se entregó por mí", expresaba san Pablo emocionado, reconociendo que ahora era Jesús el rey que gobernaba su vida.

No es el mejor líder, administrador o gerente de una empresa el que tiene los mejores currículos universitarios. No es el mejor párroco el que tiene doctorado en teología. El que gobierna mejor es aquel que, además de ser competente es, sobre todo, cercano a su gente. El que tiene virtudes de servicio, dotes de humildad, instintos de solidaridad con la gente que trabaja. El verdadero rey es el que sabe dar palabras de aliento y anima a los demás; el que promueve a las personas y crea comunión dentro de la familia, la empresa o la parroquia.

No es el mejor cabeza de familia el que es gran proveedor de bienes materiales, sino el que sabe estar con su cónyuge y sus hijos en momentos oscuros y felices, dando tiempo de calidad; el que sabe escuchar, comprender, consolar y proteger a los suyos. El que corrige con suavidad y sin humillar al otro. El que evita la violencia y la palabra hiriente, el que conduce a los demás a Dios. Ese es el verdadero gobernador de su hogar.

En esta solemnidad de Cristo Rey vayamos con Jesús por el camino de la donación y del servicio. Es el camino que lleva a la victoria, el camino para reinar con Él. 

El toro bravo (artículo de Catón)

La gente del toro es gente muy intensa. Quienes viven alrededor de ese magnífico animal, el toro de lidia, son todo pasión, todo sentimiento, san toreros, ganaderos, apoderados, subalternos, cronistas, empresarios o simples aficionados a la fiesta. Yo pertenezco a esta última categoría. Decirlo es enfrentar las iras de quienes consideran que el toreo no es arte, sino inhumana crueldad. Respeto su opinión -todas las opiniones las respeto-, pero no dejan de intrigarme aquellos que no advierten que desde su más temprana historia el hombre ha aprovechado a los animales conforme a su naturaleza.

Fue Horacio, creo, o Cicerón, quien escribió lo que en mi cita se vuelve latinajo, y quizá, para colmo, mal citado: "Equus vehendi causa; bos arandi; canis custodiendi...". El caballo es para transportarnos; el buey para arar la tierra; el perro para cuidar nuestra casa... Pues bien: en el instinto del toro de lidia, en su naturaleza, está el embestir, y eso lo han aprovechado los humanos desde su prehistoria para crear profundos símbolos que tienen que ver con la lucha del hombre contra la naturaleza, del bien contra el mal, del espíritu contra la materia.

Pocas creaciones de la cultura humana han dado origen a tan ricas manifestaciones de arte como la tauromaquia, lo mismo en la literatura que en la música, la poesía, la danza o la pintura. Algo, entonces, debe haber en ella de hondamente humano.

Ahora, desde el punto de vista -digamos- ecológico, si la fiesta de toros desapareciera con ella desaparecería esa criatura majestuosa, una de las más bellas del reino animal, que es el toro de lidia. Su destino sería el rastro, y luego la extinción total. Por su muerte en el ruedo el toro sigue vivo. Ésta es paradoja extraña, pero cierta.

Digo todo esto porque hace algunos días tuve el privilegio de encontrarme en Juriquilla, Querétaro, con mujeres y hombres generosos que, a pesar de todos los pesares, enfrentando dificultades de todo orden, siguen dedicándose a la noble tarea de criar reses bravas. Ese quehacer se lleva en el corazón, no en los cálculos que se hacen con la cabeza o con la sumadora. Muchos de ellos pertenecen a familias que llevan ya más de cinco generaciones de vivir con el toro -no del toro- en la dehesa y en el tentadero.

Respeto a los enemigos de la fiesta, pero no comparto su inquina contra ella, manifestada muchas veces en modo atrabiliario, y aun en ocasiones violento. Los invito respetuosamente a que la conozcan. Quizá llegarían a sentir su misterio, su belleza. También, si tal fuera posible, les solicitaría que hablaran con el toro. Seguramente el noble y bravo animal les diría que prefiere morir en el esplendor del ruedo y no en la sordidez del rastro.

Armando Fuentes Aguirre (Catón)

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Los toros y el triunfo del hombre (la fiesta taurina desde la capilla de la plaza)

A Antonio García El Chihuahua, torero intrépido de mi tierra

Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo. (Sab 2,23)

Antonio García "El Chihuahua" toreando por naturales
La corrida de toros es un recuerdo del drama de la existencia del hombre en la tierra. Nos hace patente la lucha contra las fuerzas oscuras que intentan destruir la vida humana. Entre los escenarios de la creación en el libro del Génesis y las bodas del Cordero en el Apocalipsis existe una batalla épica, la gran epopeya de la humanidad en la que el hombre debe de combatir contra las fuerzas del mal para conquistar el paraíso perdido. Este drama existencial se simboliza en lo que sucede en el ruedo de una plaza de toros, desde que inicia el paseíllo y sale el toro por la puerta de toriles, con toda su furia, hasta que lo sacan muerto por la puerta de arrastre.


La visión positiva de la existencia del hombre que combate por el triunfo de su vida hoy está desapareciendo en nuestra cultura, y nos encontramos con muchos hombres que dejan de pelear para deslizarse por el camino de la mediocridad existencial, buscando sólo placeres y vicios. Crecen las ideologías del suicidio. Se nos repite, una y otra vez, que nacimos para morir. Los ateos afirman que la vida desemboca en la muerte y después no hay nada más. Salen a flote las ideologías a favor de la eutanasia como una alternativa respetable para la libertad del hombre. El consumo legal de drogas y de pornografía tiende a aceptarse socialmente. Séneca decía que "si escojo el barco en que viajo y la casa en que vivo, también escogeré la muerte con la que dejaré esta vida". Así muchos hombres optan libremente por el camino de la muerte: el suicidio o la muerte en vida.

La anticoncepción se difunde masivamente y el aborto tiende a hacerse legal en el mundo. El animalismo coloca la dignidad de los animales por encima de la de los hombres. El homosexualismo y el feminismo radical propagan a ultranza las relaciones estériles. Todo se confabula para que el hombre muera y desaparezca de la faz de la tierra. 

El toreo, dentro de esta cultura contaminada por las ideologías de la muerte del hombre, está en problemas. Esto por la razón de que la fiesta de los toros es una proclamación de que la vida humana triunfa sobre las fuerzas de la muerte, y que la inteligencia y el espíritu se impone sobre la fuerza bruta de las bestias. La tauromaquia es subordinación y sometimiento de la fuerza de los instintos de la naturaleza al dominio de la razón, pero además con emociones estéticas, lo que la hace ser una alta expresión del espíritu humano. 

Para los veganos y animalistas el hombre debe intervenir en la naturaleza lo menos posible, hasta dejarla casi en estado salvaje. La fiesta de los toros, en cambio, es la celebración del señorío del espíritu sobre la materia. Mientras que el mundo proclama que el hombre es un ser derrotado, un estorbo en el planeta que debe morir y desaparecer, la corrida nos comunica, en un ritual dramático y un espectáculo festivo, que la raza humana nació para la vida, el triunfo y la gloria. La fiesta de los toros es una celebración de la belleza y la alegría de pertenecer a la raza de Adán que proclama su altísima dignidad y que sabe luchar para conquistar su gloria.


En cada coso taurino existe una capilla, un lugar reservado para que el torero se encuentre en silencio con Dios y con el mundo de los santos. El miedo lo asecha antes de pisar el ruedo y sabe que dominar y templar a una bestia feroz es algo que supera sus fuerzas. Necesita revestirse del poder que viene de lo Alto para combatir a la fiera en el nombre del Señor de los Ejércitos.

La corrida de toros, más allá de su dimensión de espectáculo, tiene un sentido religioso cristiano profundo. Es evocación del Viernes Santo, del Sábado de gloria y del Domingo de Resurrección. En el drama más grande y decisivo de la historia –el Misterio Pascual de Cristo– el Señor derrotó la muerte y nos ofreció una vida que humilló los horrores del sepulcro. Así nos dijo que el hombre no fue creado para le mediocridad ni para la muerte sino para la resurrección y la vida eterna. El torero nos evoca, de cierta manera, al sumo y eterno Sacerdote, que solo y con la confianza puesta en su Padre Celestial, ascendió al Calvario para enfrentar al príncipe de este mundo y a la muerte para vencerla, y así conquistar para la humanidad la palma de la victoria de la vida inmortal.

martes, 12 de noviembre de 2019

Misterios de la vida futura

El mundo está en crisis, desde el ambiente político hasta la atmósfera eclesial. La manifestación del poder del narcotráfico en Culiacán y la imposición de su régimen de terror con la masacre de miembros de la Colonia LeBarón; la caída de Evo Morales en Bolivia y su exilio en México; las protestas masivas en Chile y el éxodo de migrantes que huyen de la violencia; todo habla de agitación permanente y, en muchos ambientes, de gran desolación. 

En la Iglesia los escándalos de abuso sexual por miembros del clero han sido una herida grave al Cuerpo de Cristo y, ¿qué decir del mal manejo de los ídolos paganos durante el Sínodo de Amazonía en Roma por parte de la autoridad de la Iglesia? Decía Daniel, el profeta: "Han perdido la cabeza y han desviado sus ojos para no ver el cielo y acordarse de los justos juicios de Dios".

Estamos por terminar el Año Litúrgico y es bueno recordar que si el mundo no tuviera un fin, viviríamos en esta agitación constante, sin esperanza de que el bien triunfara, con dictadores perpetuos en América Latina, marchas feministas rompiendo escaparates, narcotraficantes controlando el mundo y todos enlodando a la Iglesia con nuestros pecados.

Si los actos morales de nuestra vida son determinados por el fin hacia el que tienden, hoy, con el declive moral y espiritual por el que se desliza nuestra cultura, podemos decir que hemos dejado de creer en la vida eterna y que hemos perdido el entusiasmo por el Cielo. Necesitamos predicar en la Iglesia con más apasionamiento y convicción los misterios de la vida futura, como lo hicieron los Apóstoles en medio de la noche oscura del paganismo. Ellos, por la fe, condujeron a sus oyentes a través de un camino de luz que desemboca en la eternidad, y despertaron en muchos corazones la añoranza de una patria mejor.

Si nos sentamos en las aulas de las cátedras universitarias escucharemos, en su mayoría, que todo en el universo es efecto del azar, y que la materia es eterna. Se niega la enseñanza de la creación y, de esa manera, se concluye que el universo no tiene un final. Al ir a las fábricas y maquiladoras y contemplar el genio del hombre que sigue transformando el mundo material con conquistas cada vez más asombrosas, nos queda la falsa sensación de que el progreso es ilimitado.


Existen algunos gráficos en internet que muestran la evolución del hombre en sus diversas eras, que van desde el chimpancé al homo erectus; luego el homo sapiens, el hombre cazador, el agrícola, el industrial y, finalmente, el hombre cibernético. ¿Qué imagen seguirá en este proceso evolutivo? Quizá soñamos que un día tendremos alas y antenas para elevarnos y explorar las maravillas de las galaxias. Si la naturaleza llegara a ser el super cuerno de la abundancia que diera satisfacción a todas nuestras necesidades, los únicos juicios serían los de la historia –las épocas del presente juzgando a las del pasado– y el Juicio Final, revelado por Dios, sería un mito carente de sentido. Así piensan los ateos, los masones y materialistas.

Los cristianos, en cambio, creemos que este mundo debe terminar y que vendrá un orden nuevo. Es lógico. Lo vemos en las estrellas que se apagan y desaparecen. Se dice que hoy la Tierra ha perdido la fecundidad de su juventud y que corre hacia su ocaso y su declive. Sin embargo el fin del mundo no vendrá únicamente por causas naturales sino porque Dios así lo ha revelado y lo ha querido, aunque nadie sepa el día ni la hora. Lo cierto es que los signos del fin del mundo no serán únicamente señales de la naturaleza como cataclismos sino también del orden social y religioso.

Mientras el mundo se agita lleno de conflictos y los practicantes de religiones orientales apuestan por el mito del eterno retorno y la absurda doctrina de la reencarnación; mientras los judíos, ateos y agnósticos se angustian ante la incertidumbre de lo que viene después de la muerte; nosotros los cristianos católicos, en cambio, esperamos el fin del mundo –que puede estar cerca o lejos–, y aguardamos, con firme esperanza, los cielos nuevos y la tierra nueva.

Con esta visión estupenda y esperanzadora de la vida nos libramos de las angustias del tiempo presente y nos lanzamos hacia la victoria definitiva de la luz sobre las tinieblas.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Feligreses y aficionados (la fiesta taurina desde la capilla de la plaza)

Hay personas que disfrutan la corrida de toros con una devoción parecida a la de algunos fieles que celebran la Eucaristía. En Misa he visto a feligreses con una gran religiosidad, unidos a Dios muy profundamente, sumergidos en la oración y en una gran conexión con Jesucristo. Viven la Misa en toda la dimensión vertical del madero de la Cruz. Me alegro por ello. Así también vemos en los cosos taurinos a algunos aficionados que están muy sumergidos en el misterio del toreo. Son aficionados muy avezados que saben estudiar al toro y describir sus cualidades, sus pelajes y cornamentas, así como su comportamiento en el ruedo. Observan también la labor del matador, y saben describir todos los lances con el capote y las suertes con la muleta.

Hay otro tipo de feligreses, y son los que viven la Misa en su dimensión horizontal, la del pueblo de Dios que se reúne en torno al altar. Quizá la oración no les atrae tanto porque no saben cómo hacerlo. Muchas veces son como pájaros distraídos. No se sienten tan conectados con Dios pero les gusta sentirse "pueblo", comunidad, solidarios unos con otros. Se podrían comparar con ese público villamelón que, sin saber mucho de la fiesta brava, acude a ocupar sus lugares en las plazas de toros. Gritan "olés" a todos los muletazos, sacan el pañuelo después de cualquier faena desdibujada pidiendo las orejas del toro y están más atentos a lo que ocurre en los tendidos que a lo que acontece en la arena.

Para conocerse, vivirse y disfrutarse, tanto la Eucaristía como la corrida de toros precisan de una educación, de una catequesis o de un conocimiento básico. No todo el mundo logra penetrar en el misterio de ambas acciones. Sin embargo cuando se tiene el conocimiento y el espíritu, los dos eventos suelen ser muy emocionantes, uno en el orden estético-espiritual, el otro en el terreno estético-emocional.

La Eucaristía es acción sagrada y divina que nos pone en contacto con Dios, mientras que la corrida de toros es un bello espectáculo humano que es metáfora de la vida. Ambas tienen dos dimensiones profundas que se aprenden a vivir. La Eucaristía debe vivirse con toda la devoción y la piedad de un místico y, al mismo tiempo, con todo el sentido de fraternidad y solidaridad que hay en la asamblea. Es el amor a Dios y el amor al prójimo el que nos une en torno al altar de Dios. La Eucaristía es misterio de comunión con el Cuerpo de Cristo y de comunión con los hermanos.

Por otra parte, la corrida de toros ha de disfrutarse tratando de crecer en el conocimiento de la tauromaquia y con espíritu de fiesta para el pueblo. La corrida se desarrolla en medio de los tendidos, en una estructura arquitectónica circular que indica la unidad de un pueblo contemplando un mismo espectáculo. Dice Francis Wolff: "¿Hay alguna imagen más bella de la comunidad que el mismo ruedo, redondo, circular, donde todo el mundo ve todo, donde todo es visto desde todos los lados y donde, sobre todo, toda la comunidad se ve a sí misma, comulgando de un mismo espectáculo, de una misma ceremonia, y siguiendo un mismo ritmo de olés, con el sentimiento de vivir juntos un acontecimiento único?" La corrida tiene, pues, esas dos dimensiones, vertical y horizontal: conocer el arte del toreo, su belleza y sus reglas y, al mismo tiempo disfrutarlo como una fiesta del pueblo, en comunión con los hermanos.

Me emociona ver a los toreros rezar en las capillas de las plazas de toros antes de pisar el ruedo, y más me emociona si participan de la Eucaristía. En ella obtienen la comunión con Dios y con sus hermanos para después hacer que se vuelva comunión, vida y emoción en los tendidos.

martes, 5 de noviembre de 2019

Lebarones perseguidos

Como pan cotidiano, el horror y la impotencia se apoderan del corazón de los mexicanos. La masacre de tres mujeres y siete niños de la Colonia Le Barón, entre la frontera de Sonora y Chihuahua ocurrida el 4 de noviembre, ha provocado una ola de indignación en el país. ¿Por qué hemos caído tan bajo? Nos escandaliza el grado de perversión a la que llega el ser humano cuando, rota su relación con Dios, se entrega radicalmente al servicio del mal. Masacrar a sangre fría y calcinar tres vehículos en los que viajaban mujeres y niños ha sido monstruoso, y nos hace ver lo que se conoce como el "misterio de la iniquidad", es decir, misterio del mal en su crudeza.

Como Iglesia no podemos dejar de manifestar nuestra cercanía y condolencias a la Comunidad Le Barón, localizada en el municipio de Galeana Chihuahua, cerca de nuestra Diócesis de Ciudad Juárez. Aunque ellos no pertenecen a la fe católica sino que son una rama de los mormones, la Colonia Le Barón se ha ganado el respeto de los chihuahuenses por ser gente de trabajo y muy emprendedora. Sin embargo desde el año 2009 ha sufrido fuertes acosos del crimen organizado, hasta llegar, esta semana, al más absurdo de todos. Hoy su dolor es también el nuestro, tanto por los crímenes de sus mujeres y niños el lunes pasado, así como por el clima de inseguridad y violencia en el que vivimos en México.

Nos sumamos al reclamo de millones mexicanos que viven en el miedo para pedir, de manera enérgica, a los gobiernos federal y de Chihuahua, acciones efectivas contra el crimen organizado. En este cementerio en que el país se ha convertido, hasta hoy no tenemos clara una estrategia contra la delincuencia. De hecho percibimos una gran falta de inteligencia y coordinación por parte de nuestras autoridades civiles y militares. Nos desconcierta, además, que el mismo presidente de la república afirme que no perseguirá al crimen como lo hicieron sus antecesores. ¿No habrá, entonces, justicia y continuará la impunidad? No lo tenemos claro.

La vida humana es el bien más precioso en la tierra y exige ser custodiado y defendido. La dignidad que tenemos los seres humanos es incomparable y por eso la masacre de las mujeres y niños lebarones nos ha dolido en el alma y nos ha causado una gran conmoción. Es comprensible que existan seres humanos que desprecian la vida y sean mercaderes de la muerte, pero es intolerable que las mismas autoridades sean indolentes ante el sufrimiento de su pueblo a causa de la violencia generalizada o, pero aún, contribuyan a la misma aprobando leyes contra la vida desde el vientre materno.

Que el Espíritu de Dios consuele y fortalezca a la Colonia Le Barón en medio de su dolor, y que inspire a nuestros gobernantes para tomar urgentes acciones que combatan al crimen organizado para que los mexicanos podamos, con tranquilidad, vivir en la paz que merecemos y así buscar los bienes eternos.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Calaveras



PADRE EDUARDO HAYEN
Por: Eduardo Morán

Se escucha ‘Cielo Andaluz’
por todita la Balderas.
Después se apaga la luz,
acechan las calaveras.

Sentado en los tendidos,
en total oscuridad,
alguien oye unos ruidos
y empieza pronto a rezar.



La corrida no empieza,
a los toros no torearon.
El Padre reza y reza,
pues los chamucos llegaron.

Hayen a porta gayola
recibe ahí a luzbel,
quitándose la estola
¡qué faena le hizo él!

Después el barbas de chivo
quiso burlar el engaño,
pero Hayen que es muy vivo
de un pinchazo le hizo daño.



Lucifer nomás no pudo
agregarlo en su lista.
Se le olvidó al cornudo
¡que Hayen es exorcista!

Con mi amigo el padre Mauro Muñoz en los tendidos de la plaza Balderas

miércoles, 30 de octubre de 2019

Inesperado, la película

La historia de Abby Johnson, la mujer que fue líder de una clínica abortista en Estados Unidos y que se convirtió a activista pro-vida, está sacudiendo muchas conciencias en México. Cuando sus ojos vieron, a través de una pantalla ultrasonido, cómo un feto luchaba por su vida frente a la aspiradora que quería devorarlo en el útero materno, y que finalmente fue succionado, el alma de Abby se estremeció hasta lo más profundo. Su vida dio un giro radical y, desde el abismo de sus pecados, la mano misericordiosa de Dios le descubrió la verdad: la vida humana es sagrada desde su concepción.

La producción cinematográfica de Eduardo Verástegui en la película "Inesperado" es una luz que se abre en la oscuridad que México vive, donde la violencia y la muerte se han convertido en el pan cotidiano en sus pueblos y ciudades. Mientras que en Oaxaca esta semana se ha publicado oficialmente la ley del aborto, la película es una fuerte llamada de Dios para que valoremos el milagro de la vida humana, y para que la defendamos de quienes quieren imponer el reino de la muerte.

"Inesperado" nos muestra a grupos de hombres y mujeres que han tomado muy en serio la defensa de la vida humana, y que saben desafiar la cultura de la muerte plantándose frente a clínicas abortistas para orar por los no nacidos, por sus madres y por el personal sanitario que en ellas trabajan. La gente pro-vida nos muestra que, en el fondo de la batalla, existe una guerra espiritual y que en ella la oración es decisiva para triunfar. Pero además nos enseñan a actuar en el nombre, no de un Dios irritado e implacable, sino de un Dios compasivo y misericordioso con las mujeres que abortan.

La película le quita la máscara a una siniestra organización disfrazada de buenismo, y que está detrás del lucrativo negocio del aborto: Planned Parenthood. Se trata de una empresa internacional con muchos millones de dólares disponibles para extender el aborto en América Latina y seguir aumentando sus cuentas bancarias a costa de vidas humanas y del sufrimiento de las mujeres que abortan. Quienes respaldan a esta organización en México figuran falsos maestros: las Católicas por el Derecho a Decidir, el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) y MexFam. Pero también colabora indirectamente con ella toda organización que promueve los derechos sexuales y reproductivos.

Abby Johnson salió del oscuro mundo de las aborterías y del feminismo radical para descubrir una nueva manera de ser feminista. Este nuevo feminismo mira el aborto como explotación a la mujeres y promueve la maternidad como medio para empoderarlas. En la base de esta nueva manera de ser mujer está el amor y la inteligencia, y no el odio ni la agresividad que suelen mostrar las feministas radicales en sus discursos y marchas callejeras. Las nuevas feministas creen que toda vida –nacida y no nacida– tiene una dignidad incomparable que hay que promover.

Celebro que católicos como Verástegui estén realizando cine con valores. Ver "Inesperado" es hoy algo necesario para los mexicanos, sobre todo cuando hemos llegado a creer que la vida humana vale muy poco. No permitir que la violencia a lo no nacidos y a las mujeres se institucionalice con la ley del aborto, es camino de regreso a la paz dentro de nuestras familias y en nuestras calles.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Confesionario sin absolución: si soy jurado, no sé si debo votar por la pena de muerte

La pregunta: Hola padre, El día de ayer me surgió la siguiente duda. Si me toca ser jurado en un juicio en el que se está pidiendo la pena capital, y si yo voto a favor, ¿estoy violando el quinto mandamiento?

Respuesta: gracias por tu pregunta que me parece muy seria y, a la vez, no fácil de responder. La moral católica ha sido partidaria de la pena de muerte en ciertos períodos de la historia. En algunos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento el pueblo hebreo la aplicaba a ciertos casos, sobre todo al homicidio. El libro del Levítico es muy duro al respecto: "El que hiera mortalmente a cualquier otro hombre morirá (Lev 24,17). En aquellos tiempos se vivía en un régimen de "venganza privada". La famosa "Ley del talión", la del "ojo por ojo, diente por diente", era una norma para tratar de evitar que se cometiera el mal.

San Pablo también justificaba la pena capital. En Rom 13,14 el apóstol la justifica por origen divino y sentido de la autoridad: "Haz el bien y tendrás su aprobación. Pero, si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro De Dios, vengador para castigo del que obra el mal". Es posible que San Pablo haya estado influenciado por las costumbres de la época y no haya precisado toda la novedad de los valores cristianos.

Para darte una respuesta yo contemplo, sobre todo, la vida y obra de Jesús de Nazaret. Su Sermón de la Montaña, cuyas enseñanzas son el punto más alto de la moral cristiana, su actitud de perdonar al enemigo y orar por él, el mandamiento de la caridad, la negativa ante el uso de la violencia como respuesta al prendimiento en Getsemaní y la frase "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", pronunciada en la Cruz, es lo que nos hace pedir al cielo la virtud de la prudencia a la hora de tomar postura sobre la aplicación de la pena capital.

Las enseñanzas de los papas han variado con el tiempo. Ejecutar a un sentenciado se consideró lícito bajo ciertas circunstancias, sobre todo en la Edad Media. Santo Tomás de Aquino enseñaba que el precepto "no matarás", además de aplicarse sólo entre seres humanos, no era un absoluto moral, y que cabe una sentencia judicial que condene a muerte a "los hombres inicuos". Santo Tomás afirma que sólo la autoridad competente tiene el poder de aplicar la pena capital.

A partir del siglo XVIII hay juristas y teólogos que impugnan las doctrinas de legitimidad de la pena de muerte diciendo que ni los gobiernos tienen la autoridad para ejercitarla, porque nadie puede disponer de la vida de un súbdito. A partir de ese siglo ha crecido la oposición a esta práctica con diversos argumentos como es la intimidación al criminal, la legítima defensa de la sociedad, la restauración del orden jurídico quebrantado gravemente, el sentido de retribución al daño causado y el considerar que quien comete un delito grave él mismo se autoexcluye de la existencia.

Aunque posturas hay a favor y en contra, desde Pío XII ningún papa ha vuelto a argumentar a favor de la pena de muerte al considerar que toda vida humana es sagrada. La mayoría de las conferencias de obispos hoy son recelosas a favor de este máximo castigo, y así también la mayor parte de la opinión pública. Todos los argumentos a favor concluyen diciendo que se trata de algo lícito. Sin embargo hoy la Iglesia se pregunta: ¿es necesaria?

El Catecismo de la Iglesia en su número 2266 enseña la licitud de la pena capital cuando la sociedad no tiene otro modo de defenderse –como podría suceder durante una situación de guerra–, pero enseguida explica que si la autoridad pública dispone de medios incruentos para proteger el orden público y la seguridad ciudadana, la autoridad debe posponer ese castigo y utilizar medios que respeten más la dignidad del delincuente.

Así que si te eligen como honorable miembro del jurado en algún juicio donde se pida la pena de muerte, considera muy bien estas enseñanzas y, sobre todo, evita dar tu voto impulsada por un deseo de venganza contra el reo. Recuerda que Dios hace salir su sol sobre buenos y malos, y que ahí donde sigue vigente, la pena de muerte no ha logrado reducir los crímenes. Te invito, más bien, a que contemples las enseñanzas de Jesús y consideres la aplicación de la cadena perpetua, para casos de gravedad extrema.

lunes, 21 de octubre de 2019

Culiacán: la falsa caridad del presidente

Los hechos ocurridos en Culiacán Sinaloa, el jueves 17 de octubre, donde fuerzas federales capturaron a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, dejaron ver claramente la debilidad del Estado Mexicano frente al poder del narcotráfico. Con el operativo de la Guardia Nacional que resultó fallido y que terminó por poner en libertad al líder del cártel de Sinaloa, el gobierno ha enviado un mensaje muy claro al pueblo de México: en este país manda el narco y no hay inteligencia ni voluntad para combatirlo.

El presidente justificó la decisión diciendo que por salvaguardar las vidas de los ciudadanos, se optó por liberar al delincuente. Mientras tanto en redes sociales se subieron videos de los narcos celebrando su triunfo con fiestas y champán. Esto quiere decir que cualquier célula del narco, en cualquier lugar del territorio mexicano, si tiene los recursos humanos y suficiente armamento, puede hacer lo mismo y no habrá mano que los detenga.

Los ciudadanos nos preguntamos entonces quién manda en este país y cuál es la estrategia que sigue el gobierno para combatir a las mafias, y si realmente tiene la voluntad política de hacerlo.

Hay un equivocado concepto de caridad que maneja el presidente Andrés Manuel López Obrador. Él ha dicho que los narcotraficantes son también "pueblo", y que su estrategia no será la de hacer una guerra contra los cárteles como lo hizo Felipe Calderón, pero hasta hoy no tenemos claro un plan de combate al narco y la violencia ha ido en aumento. El narcotráfico no es cualquier delito común. Es un delito de alto impacto, un cáncer social que destruye el tejido comunitario y que hipoteca la vida y el futuro de los jóvenes, capital humano de una nación. Por eso el papa Juan Pablo II llamaba a los mafiosos "mercaderes de muerte".

Son los cárteles enemigos del progreso de México y no pueden ser tratados con la ternura de una abuelita que les dice que se porten bien. Una casa donde no se corrige el desorden tiende hacia el caos y la anarquía. Así que la primera obra de caridad del presidente Andrés Manuel hacia los narcos está estrechamente vinculada a la justicia: ponerlos en la cárcel para que ahí se corrijan, y la primera obra de caridad hacia el pueblo es también un deber de justicia: defenderlo de los peligros que le amenazan, así como darle paz y seguridad.

El presidente se esfuerza por dar a su gobierno un rostro humano, y eso es encomiable. Sin embargo la caridad del presidente es falsa cuando olvida la justicia. AMLO debe recordar que, aunque la caridad social es una fuerza de cohesión interna y el alma de una sociedad, ésta no puede existir sin la justicia. "No puede existir el amor sin la justicia, –enseñaba el papa polaco–. El amor rebasa la justicia, pero al mismo tiempo encuentra su verificación en la justicia. Hasta el padre y la madre al amar a su hijo deben ser justos con él. Si se tambalea la justicia, también el amor corre peligro".

Muy lamentable fue lo ocurrido en Culiacán. Una serie de mensaje negativos se dieron desde la cúpula del Palacio Nacional hacia la policía, el ejército y la comunidad internacional. Pero lo que más preocupa es el futuro del pueblo de México. Hoy la gente se pregunta si es lo mismo trabajar en la legalidad ganando el pan con el sudor de la frente que vivir en la sombra del mundo del narcotráfico, y si existe voluntad política de disminuir el tráfico, el consumo de drogas y la violencia en México. Desaparecen las fronteras entre el bien y el mal, entre legalidad e ilegalidad, y entre la justicia y la caridad.

miércoles, 16 de octubre de 2019

El espinoso tema de los abusos sexuales

Los abusos sexuales a menores de edad han sido una realidad de todos los tiempos, en todos los ámbitos. Es una plaga que ocurre, principalmente, en el seno de nuestras familias, así como también en el ámbito escolar, artístico y deportivo. Por los escándalos difundidos en la prensa, la Iglesia Católica y las comunidades evangélicas no están exentas del problema, lo que hace que los abusos sean doblemente escandalosos para todos.

El silencio en que se manejaba el problema y las soluciones de los obispos para resolverlo, –como fue simplemente cambiar de parroquia a los sacerdotes acusados–, hoy nos parecen acciones equivocadas. En su tiempo parecía ser una solución. Había que proteger la buena fama de los sacerdotes en las parroquias, así como la honra del papá en la familia o del maestro en la escuela.

Con todo el dolor que los abusos sexuales por miembros del clero han traído a la Iglesia, hemos de agradecer a Dios por la labor que han hecho los medios de comunicación. Gracias a ellos, que no dejaron de cubrir las noticias –no importa si ha sido con objetividad o con malicia– la Iglesia despertó en este tema. A partir de ahí, la Santa Sede ha creado protocolos que deben aplicarse en todas las diócesis del mundo con el único propósito de evitar que ocurran abusos sexuales dentro de la Iglesia.

Ajustarse a los nuevos tiempos no ha sido fácil para nadie. Los obispos han tenido que asumir los protocolos dados desde Roma. En los últimos tres años se han aprobado e implementado líneas de acción para las diócesis de México. Existe un equipo nacional para la protección de menores por parte de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Este consejo auxilia a los obispos para el esclarecimiento de los casos, diciéndoles cómo iniciar el proceso cuando aparecen las víctimas y las denuncias, cómo hacer la investigación, la colaboración con la fiscalía, cómo brindar atención a las víctimas, qué acompañamiento debe darse al sacerdote y a la comunidad herida. Hoy existen únicamente 11 diócesis mexicanas que tienen comisiones para la atención a víctimas de abusos sexuales, y el objetivo es que, en los próximos años, no haya iglesia en México que no tenga la suya.

En esta nueva situación para evitar los abusos sexuales, los sacerdotes han quedado en la máxima indefensión. Del encubrimiento de los obispos para proteger su buena fama se ha pasado al extremo opuesto. Hoy un sacerdote acusado de abusador es suspendido inmediatamente de su ministerio mientras se realiza la investigación; queda en manos del ministerio público y no goza de ningún apoyo económico de la diócesis para pagar abogados.

Hoy la Iglesia Católica es la primera institución mundial que ha tomado más en serio el problema de los abusos, con protocolos muy definidos para su tratamiento y prevención. Pesa sobre la Iglesia el mandato de la caridad de Jesús "Dejen que los niños vengan a mí", pero también aquella de "Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. (Lc 17, 2-3). 

lunes, 14 de octubre de 2019

Inquietante Sínodo de la Amazonía

El Sínodo de la Amazonía que se lleva a cabo en Roma comenzó de manera extraña. Actos chocantes para muchos católicos ocurrieron antes de su inauguración, como la extraña ceremonia donde se plantó un árbol en los jardines vaticanos con la presencia del papa Francisco. Los papas han plantado árboles en diversas ocasiones, pero esta fue acompañada de rituales paganos donde se dio culto a la madre tierra. El papa, sorprendido por quienes organizaron el ritual y visiblemente molesto por lo que ocurría, decidió cancelar su discurso oficial y sólo concluyó invitando a todos a rezar un Padrenuestro. Penosísimo.

El Sínodo de la Amazonía es una reunión de iglesias regionales del 6 al 27 de octubre con la presencia de 180 obispos, expertos y líderes indígenas de la región amazónica que comprende zonas de Colombia, Venezuela, Brasil, Ecuador, Perú Bolivia y Paraguay. El papa ya había expresado su preocupación pastoral por esta región del mundo donde habitan alrededor de un cuarto de millón de personas que no conocen a Jesús. Es una tierra de misión y la Iglesia busca abrir nuevos caminos al Evangelio así como la promoción de una ecología integral.

Hay, al menos, cuatro asuntos inquietantes que están en juego y que pueden afectar la doctrina y la práctica pastoral del catolicismo romano en el mundo, y así empujar a un rumbo diferente a la Iglesia universal.

El primero de ellos es sobre la petición de conferir el sacerdocio a hombres casados en comunidades recónditas donde es escasa la llegada de sacerdotes. Estos hombres son personas que no tienen formación teológica y muchos de ellos ni siquiera saben leer y escribir. Bastaría que conocieran un poco de qué se tratan los sacramentos para que los ordenaran presbíteros. Se alude así a razones pastorales, ajenas a la voluntad de Jesucristo, para hacer un cambio dramático en la disciplina de la Iglesia.

Un segundo punto que preocupa es la sugerencia de conferir el diaconado a las mujeres, como lo han pedido algunos padres del sínodo. Aunque el papa Francisco formó una comisión que está investigando el asunto del diaconado femenino durante los primeros siglos del cristianismo, aún no hay conclusiones. Sin embargo san Juan Pablo II ya había zanjado la discusión enseñando que el sacramento del Orden es exclusivo para varones. Abrir el diaconado femenino en Amazonía conduciría fácilmente a la ordenación de sacerdotisas, luego de obispesas, hasta finalmente poder elegir papisas en la Sede de Pedro.

En tercer lugar están los notorios tintes sociales del sínodo y poca evangelización. La Red Eclesial Panamazónica, organizadora del sínodo, habla más de justicia, progreso, bienestar social y ecología. A Jesucristo escasamente se le menciona. Ya el cardenal Müller, ex Prefecto de la Doctrina de la Fe, había señalado que Jesús y la evangelización tenían muy poca presencia en el evento. Las culturas indígenas del Amazonas se ven como culturas de museo de antropología que hay que preservar y dejar intactas, cuando sabemos que en realidad la presencia del Evangelio transforma las culturas y las hace progresar en todos los órdenes.

Por último está la mezcla de elementos cristianos y paganos para dar culto a Dios en lo que llaman una espiritualidad amazónica. Mejor llamémoslo sincretismo. Lo demostraron en el ritual donde se plantó un árbol en el Vaticano en un homenaje a la madre tierra, y en la parroquia Santa María Traspontina, cerca la Plaza San Pedro, donde se realizaron ceremonias de culto combinando lecturas y oraciones bíblicas con elementos paganos. ¿Qué clase de espíritus se invocan en la espiritualidad amazónica? ¿Es válido para un cristiano mezclar un poco de hechicería con oración bíblica para dar culto a Dios?

Estemos atentos a lo que ocurre en Roma durante estos días, y oremos mucho por el papa, por la unidad de la Iglesia y para que el Sínodo de Amazonía no se pervierta por extrañas teologías o por grupos que buscan la ruptura de la comunión eclesial. Que el sínodo, más bien, impulse en esa región del mundo la predicación del encuentro con Jesucristo y purifique las culturas amazónicas de sus elementos idolátricos.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Ignacio de Loyola, la película

Hace unos días estuve en una sala de cine donde disfruté la película "Ignacio de Loyola". Desde hace muchos años me ha impresionado la conversión y la maravillosa obra de san Ignacio; y quise ver en lenguaje cinematográfico lo que ahora estoy leyendo en el libro "Solo y a pie" de José Ignacio Tellechea Idígoras, una de las mejores biografías del santo navarro.

La película me tocó el corazón porque, con escenas sugestivas y bellísimas –como la del encuentro del santo con la prostituta–, y otras de gran tensión e impacto –como las de su combate espiritual con el diablo–, el director Paolo Dy logra comunicar los rasgos esenciales de la espiritualidad ignaciana. A través del encuentro entre Dios y el caballero de Loyola, la película narra también la gestación y el desarrollo de los Ejercicios Espirituales, el famoso libro de teología espiritual práctica de san Ignacio, una de las obras de espiritualidad más influyentes en la historia de la Iglesia.

De vez en cuando el cielo envía sus toques a través del cine para esos católicos de costumbre o para aquellos que sólo vamos a bodas y funerales, o para los que nos gustan las azucaradas quinceañeras y las presentaciones de niños. Dios sacude el espíritu para desinstalarnos de la mediocridad y de la tibieza espiritual en la que vivimos muchos cristianos de pantalla. La historia de Ignacio nos dice que sólo merece el nombre de "cristiano" aquel que tiene un encuentro serio con Jesús, y que ser su discípulo es ponerse en camino para purificar el alma del pecado y emprender la senda de las virtudes.

Confrontarse con la conversión y la vida de Íñigo de Loyola es, para muchos, regresar a los orígenes de nuestra vocación al sacerdocio o a la vida religiosa. La película logra evocar el momento en que el infinito de Dios irrumpió en las pobres vidas de muchos de nosotros para sacarlas de caminos tortuosos o de sinsentido, y encenderlas en el fuego de un altísimo ideal. "Ignacio de Loyola" nos conecta con las más altas metas que un día Dios encendió en nuestras almas para impedir que mueran o evitar que se apaguen.

El caballero perfecto de aquella España del siglo XVI tenía para su vida, como anhelo supremo, a Dios a quien debía de amar y reverenciar; a un rey a quien obedecer; a una doncella a quien tenía que defender, y a una tierra de infieles que debía conquistar. Aunque los tiempos han cambiado y aquel lenguaje caballeresco no es el del siglo XXI, las añoranzas espirituales siguen siendo las mismas. Así el cristiano –y con mayor razón el sacerdote y el religioso– ha de tener la gloria de Dios como el propósito de sus acciones, es decir, que Dios se manifieste en todo lo que haga; la obediencia a la voluntad de Jesús; el amor y la defensa de la Iglesia con la Virgen María por delante, y el propósito de llevar almas a Cristo. Las metas más altas de los santos de todos los tiempos no pueden dejar de ser las del cristiano de hoy.

Me parece grave que alguien que se prepara para recibir las órdenes sagradas, en cualquier lugar del mundo, avance en sus estudios de teología sin una verdadera pasión por Dios y por la santidad. Hay que pedir a Dios que los equipos formadores en los Seminarios formen candidatos al sacerdocio apasionados por Dios y por los asuntos de Dios; y para que los obispos sólo impongan sus manos sobre aquellos seminaristas llenos de celo por el Señor. Ningún tibio o pusilánime merece el don excelso del sacerdocio. También hay que rogar a Dios para que los sacerdotes nunca dejemos morir nuestros ideales más grandes, y jamás nos desviemos del camino hacia oscuros derroteros.

"Ignacio de Loyola" es, pues, una película que debe ser disfrutada, meditada y llevada a la oración. Es una de esas gracias actuales que concede el Señor, a través de la pantalla grande, para conducirnos al encuentro vivo con Él.

El catolicismo y la carne

El aspecto más distintivo del cristianismo sobre otras religiones es la encarnación de Dios en la raza humana. Las demás religiones se escan...