lunes, 21 de octubre de 2019

Culiacán: la falsa caridad del presidente

Los hechos ocurridos en Culiacán Sinaloa, el jueves 17 de octubre, donde fuerzas federales capturaron a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, dejaron ver claramente la debilidad del Estado Mexicano frente al poder del narcotráfico. Con el operativo de la Guardia Nacional que resultó fallido y que terminó por poner en libertad al líder del cártel de Sinaloa, el gobierno ha enviado un mensaje muy claro al pueblo de México: en este país manda el narco y no hay inteligencia ni voluntad para combatirlo.

El presidente justificó la decisión diciendo que por salvaguardar las vidas de los ciudadanos, se optó por liberar al delincuente. Mientras tanto en redes sociales se subieron videos de los narcos celebrando su triunfo con fiestas y champán. Esto quiere decir que cualquier célula del narco, en cualquier lugar del territorio mexicano, si tiene los recursos humanos y suficiente armamento, puede hacer lo mismo y no habrá mano que los detenga.

Los ciudadanos nos preguntamos entonces quién manda en este país y cuál es la estrategia que sigue el gobierno para combatir a las mafias, y si realmente tiene la voluntad política de hacerlo.

Hay un equivocado concepto de caridad que maneja el presidente Andrés Manuel López Obrador. Él ha dicho que los narcotraficantes son también "pueblo", y que su estrategia no será la de hacer una guerra contra los cárteles como lo hizo Felipe Calderón, pero hasta hoy no tenemos claro un plan de combate al narco y la violencia ha ido en aumento. El narcotráfico no es cualquier delito común. Es un delito de alto impacto, un cáncer social que destruye el tejido comunitario y que hipoteca la vida y el futuro de los jóvenes, capital humano de una nación. Por eso el papa Juan Pablo II llamaba a los mafiosos "mercaderes de muerte".

Son los cárteles enemigos del progreso de México y no pueden ser tratados con la ternura de una abuelita que les dice que se porten bien. Una casa donde no se corrige el desorden tiende hacia el caos y la anarquía. Así que la primera obra de caridad del presidente Andrés Manuel hacia los narcos está estrechamente vinculada a la justicia: ponerlos en la cárcel para que ahí se corrijan, y la primera obra de caridad hacia el pueblo es también un deber de justicia: defenderlo de los peligros que le amenazan, así como darle paz y seguridad.

El presidente se esfuerza por dar a su gobierno un rostro humano, y eso es encomiable. Sin embargo la caridad del presidente es falsa cuando olvida la justicia. AMLO debe recordar que, aunque la caridad social es una fuerza de cohesión interna y el alma de una sociedad, ésta no puede existir sin la justicia. "No puede existir el amor sin la justicia, –enseñaba el papa polaco–. El amor rebasa la justicia, pero al mismo tiempo encuentra su verificación en la justicia. Hasta el padre y la madre al amar a su hijo deben ser justos con él. Si se tambalea la justicia, también el amor corre peligro".

Muy lamentable fue lo ocurrido en Culiacán. Una serie de mensaje negativos se dieron desde la cúpula del Palacio Nacional hacia la policía, el ejército y la comunidad internacional. Pero lo que más preocupa es el futuro del pueblo de México. Hoy la gente se pregunta si es lo mismo trabajar en la legalidad ganando el pan con el sudor de la frente que vivir en la sombra del mundo del narcotráfico, y si existe voluntad política de disminuir el tráfico, el consumo de drogas y la violencia en México. Desaparecen las fronteras entre el bien y el mal, entre legalidad e ilegalidad, y entre la justicia y la caridad.

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