lunes, 24 de julio de 2023

Hijos con depre, cómo ayudarles


En los últimos años se han acercado a mí algunas madres y padres de familia llenos de angustia porque descubren, a través de las redes sociales, que la vida de sus hijos no es como la imaginaban. Una madre de familia, por ejemplo, supo que su hijo adolescente estaba planeando su suicidio. Otra mamá encontró este mensaje de su hija en Facebook: "Estoy feliz de compartir que me identifico como no binarie y que oficialmente cambiaré mi pronombre a elle". Y otros papás descubrieron a su hija adolescente que se había citado en el parque con un hombre desconocido.

La crisis de la adolescencia está más álgida que nunca. Son muchos los que tienen depresión y se autolesionan debido a graves heridas emocionales. En muchos casos sus comportamientos están influenciados por la presión de los grupos a los que pertenecen: lo que sucede en el equipo deportivo, en el salón de clase o en el grupo de amigos condiciona fuertemente sus conductas y se hace un contagio social. Desgraciadamente se hipersexualizan para ganar la aceptación de los demás. La moda trans, por ejemplo, está ejerciendo una enorme presión a los adolescentes, sobre todo a las chicas para cambiar de sexo. En los últimos años los casos de niñas que quieren ser hombres ha crecido de modo alarmante.

Desde el año 2010 las crisis de los adolescentes se hicieron severas. Se dispararon desproporcionadamente los índices de suicidio, depresión, ansiedad y mutilaciones. En esos años también aparecieron en el mercado las redes sociales. Y con ellas se multiplicaron fenómenos como el sexting –intercambio de fotos o videos eróticos de uno mismo–; grooming –acoso a los menores para obtener contenido sexual–; stalking –acoso obsesivo hacia una persona–; sextorsión –chantaje para publicar contenido sexual de la víctima–; y cyberbullying –daños repetitivos para causar angustia emocional en otra persona–. Nuestros adolescentes no están preparados para enfrentar estas experiencias y muchos de ellos terminan en el psiquiátrico.

El tiempo promedio que pasa un niño o un adolescente en pantalla es de nueve horas diarias, sin contar el tiempo de la escuela. Estamos hablando de 14 o 15 horas al día, lo que es demencial. Esto los lleva a vivir la mayor parte de su tiempo en un mundo virtual, muchas veces fuera del mundo real. Pasan mucho tiempo aislados de sus familias, conectados online hasta altas horas de la noche. Evidentemente que sus vidas serán más irritables y experimentarán más fatiga. Si además tomamos en cuenta que la edad promedio en que los niños y adolescentes comienzan a ver pornografía es a los 11 años, nos damos cuenta de que muchos de ellos viven una adolescencia degradada. No merecen una vida así.

Los padres de familia son quienes deben hacer algo para salvar a sus hijos. ¿Cuánto tiempo de calidad están con ellos? El adolescente necesita sentirse acompañado en esa difícil etapa de su vida. Los padres deben crear momentos de encuentro, cara a cara, y generar un ambiente de confianza. Recuerdo que en mi familia siempre nos sentábamos a la mesa para comer juntos y para conversar. Muchas familias hoy no tienen la alegría de compartir la mesa. Hay padres que creen que son buenos padres porque proporcionan bienes materiales a los hijos creyendo que eso los hace felices, lo que es un gravísimo error. Deben aprender a escucharlos a cada uno, interesarse por su pequeño mundo, elevarles su autoestima reconociéndoles sus logros. De otra manera los hijos crecerán con graves vacíos emocionales. La mejor manera de sacar a un hijo de la depresión es estar con él.

La educación de los hijos en el control de la propia voluntad es fundamental y para ello es precisa una disciplina que se traduce en reglas concretas dentro del hogar. Establecer al menos una comida juntos y tener horarios para levantarse y descansar es fundamental, así como el aseo del cuarto y de la casa. Enseñar a los hijos el uso apropiado de internet es un deber de los padres. Una buena regla es dejar los celulares a un lado mientras se come juntos. Pero también es importante que los hijos observen que sus padres tienen control de ellos mismos en el uso del celular. ¿Quién podrá enseñar a su hijo a dominarse a sí mismo cuando el hijo ve que su padre es un maniático cibernauta? Otra regla básica es no permitir a los hijos tener sus celulares en su habitación durante la noche. Así descansarán mejor.

Los padres también han de enseñar a sus hijos a socializar. Hay que sacarlos de su encierro. Tener muchos "like" o muchos seguidores en redes sociales no es fuente de autoestima ni señal de auténticas amistades. La amistad verdadera se da en relaciones en el mundo real. Si los padres se interesan por saber quiénes son los amigos de sus hijos; si procuran que los hijos se encuentren con ellos, que se vean y conversen, que profundicen en la amistad, les estarán haciendo un gran servicio. Habrá que estar atentos para que entre ellos crezcan en fortaleza, en virtudes y no se hagan daño.

Un buen padre o una buena madre debe ser firme ante la ideología de género. La ideología del arcoíris sexualiza a los niños y adolescentes y no debe entrar en casa. Los chicos viven hoy en un mar tempestuoso donde no se sabe qué es el bien y qué es el mal. Carecen de faros y brújula. Si la ideología LGBT entra en la mente de los adolescentes, éstos habrán caído en desgracia y se comportarán como si vivieran dentro una secta, con conductas de alto riesgo, con tal de sentirse aceptados por el colectivo. La familia natural seguirá siendo el gran punto de referencia para la felicidad de una sociedad.

Mientras que el mundo navega en la oscuridad, la luz de la Verdad –Cristo mismo– debe brillar en los padres. Uno de los antidepresivos más poderosos es la presencia de Dios en el hogar. El desarrollo espiritual de los hijos, el ayudarles a conectar con Jesús, la oración en familia y el alimento de los sacramentos brinda un crecimiento impresionante para todos. La gracia de Dios es la mejor fuente de paz interior y la mejor medicina.

martes, 18 de julio de 2023

Sound of Freedom: cloaca abierta


La película Sound of Freedom –Sonido de Libertad– está haciendo furor en Estados Unidos. Sucedieron cosas increíbles: con un presupuesto de 14 millones de dólares el filme superó en la taquilla a Indiana Jones, que tuvo una inversión de casi 300 MDD. Pero lo más importante fue que la película abrió una pestilente cloaca que durante años estuvo oculta y que muchos no querían que se destapara: el tráfico de niños con fines de explotación sexual en Estados Unidos.

Está sucediendo en Norteamérica, en comunidades grandes y pequeñas, en grandes ciudades y en ambientes rurales. Se trata de una epidemia de compraventa de niños y niñas para ser tratados como juguetes sexuales; niños que son tratados como las drogas que se venden en el mercado negro, como si fueran objetos inanimados para placer del comprador. Es una industria que mueve 38 mil millones de dólares al año en un siniestro mercado que crece rápidamente también en otras partes del mundo.

Niños y niñas son secuestrados en México por las mafias, incluso hay padres que venden a sus hijos para alimentar este negocio. El Valle de Vekol, al sur de Arizona, es el lugar por donde los grupos criminales transportan a los niños, y operan con total impunidad en territorio norteamericano. Jack Farmer, quien es uno de los expertos más importantes en inteligencia de antiterrorismo e investigación criminal, afirma que entre 2006 y 2012, fueron cruzados 75 mil niños desde México a Estados Unidos.

Los criminales proporcionan drogas y alcohol a los menores para someterlos a la pedofilia, hacerlos adictos y así poder controlarlos. Miles mueren cada año por abuso, tortura, enfermedades, abortos forzados o trauma. El 71 por ciento de ellos manifiestan tendencias suicidas. Esto a los clientes no les importa. Ellos pagan, en promedio, 100 dólares por estar media hora con una niña. Sin embargo hay un mercado más sofisticado, de élite. Muy sonado fue el caso de Jeffrey Epstein, el magnate financiero y célebre depredador sexual que utilizaba niñas entre 4 y 12 años para llevarlas a Little Saint James Island y utilizarlas como objetos sexuales para influyentes personajes de la política, las finanzas y el espectáculo. Epstein estuvo en la cárcel hasta que lo hallaron sin vida. Se suicidó, según la versión oficial.

Es impresionante cómo el ser humano puede llegar a perder su nobleza para convertirse en un ser oscuro, depredador, completamente insensible al sufrimiento de los demás –y sobre todo de los niños–, maniático sexual y bestia pervertida. ¿Cómo llegamos a abismos tan profundos de vileza? Al menos son dos factores han contribuido a la epidemia del tráfico de menores para explotación sexual: los estudios de Alfred Kinsey sobre la sexualidad y la plaga mundial de la pornografía.

Alfred Charles Kinsey (+1956) fue un pionero estudioso de la sexualidad en las décadas de 1940-1950, y él mismo se definió como pedófilo y sadomasoquista. Antes de esos años nada se había escrito sobre el tema de sexualidad y las personas vivían su vida sexual solamente inspirados por la ley natural, el sentido común y la Sagrada Escritura. En 1948, apoyado por la Fundación Rockefeller y Planned Parenthood, Kinsey publicó "El comportamiento sexual del hombre" y, en 1953, "El comportamiento sexual de la mujer".

A partir de estos estudios sexológicos la gente empezó a discutir sobre sexualidad, sin saber que Kinsey era aficionado a la pedofilia y al sadomasoquismo. La sexualidad de los niños también fue explorada por Kinsey y con sus informes asentó las bases de lo que hoy es la educación sexual escolar. Hoy sus ideas se siguen propagando a través del Instituto Kinsey en Indiana. El resultado de toda esta visión torcida del sexo ha sido el masivo abuso de niños y el tráfico sexual infantil.

La pornografía es el segundo factor causante de la trata de menores. Hugh Hefner se había entusiasmado con los estudios de Kinsey sobre sexualidad y, creyendo que eran serios, publicó la revista Playboy en 1953. El tráfico humano con fines sexuales comenzó a aparecer con la revolución sexual de los años 60. En los años 70 la televisión por cable facilitó el consumo de pornografía, que creció mucho más con los reproductores VHS y beta. Después vino el DVD e Internet en los años 90, lo que provocó una adicción masiva. Hacia 2010 se habían acabado los tabúes, y ninguna forma de ejercicio de la sexualidad era considerada como desviación. Hoy la maestra número uno de sexualidad en el mundo, sobre todo para los jóvenes, es la pornografía. Es una verdadera droga altamente adictiva.

Nadie nace pedófilo. Quienes abusan de los niños es porque han desarrollado una fuerte adicción al porno que los hace pasar más y más tiempo viendo escenas eróticas, y que los incita a buscar materiales cada vez más estimulantes. Una persona que tenga esta adicción no debe sorprenderse si un día comienza a deleitarse con pornografía infantil. Ese suele ser un punto de partida para cometer abuso a menores o pagar al crimen organizado por estos servicios. La explotación sexual infantil se duplicó entre 2003 y 2006. Se volvió a duplicar entre 2006 y 2008. Y se duplicó una vez más entre 2009 y 2013.

Como católicos no podemos quedarnos de brazos cruzados ante la destrucción de tantas vidas inocentes. ¡Son pecados que claman al cielo! Debemos de ayudar a combatir el problema limpiando la misma Iglesia donde también se han cometido abusos sexuales. Pero también hemos de rechazar los estudios que Alfred Kinsey realizó, y aprender una visión más integral de la sexualidad que sea respetuosa de la naturaleza humana, que esté inspirada en la Palabra de Dios y en las enseñanzas de la Iglesia. Además, quien tenga adicción a la pornografía, debe luchar por erradicarla de su vida. De otra manera continúa alimentando al monstruo devorador de inocentes y se convierte en cómplice de la trata.

En un mundo tan enfermo de maldad, "Sound of Freedom" es una clara intervención de la Providencia divina que nos invita a despertar y a combatir por la belleza y la inocencia original de la creación de Dios.

lunes, 10 de julio de 2023

Viviendo en un mundo irreal


Los concursos de belleza los están ganando hombres: Miss España en 2019, Miss Greater Derry en New Hampshire en 2022 y ahora, en 2023, Miss Holanda en Países Bajos. Las mujeres que se vuelven trans se embarazan para parecer hombres encinta. En los deportes femeninos en Estados Unidos se infiltran hombres que, debido a su fuerza física, logran fácilmente derrotar a las mujeres en las competencias. El año pasado el comentarista político Matt Walsh realizó el reportaje "¿What is a woman?" en el que entrevistó a muchas personas universitarias preguntándoles qué es una mujer. Todos trastabillaron y nadie supo decirlo. Buena parte de la humanidad vive desconectada de la realidad. Ha perdido el sentido común.

Nos preguntamos si estamos viviendo en el cuento de Alicia en el país de las maravillas o en una película de Harry Potter. ¿Qué es la realidad? ¿Podemos conocerla, o vivimos en una proyección donde nuestros sentidos nos engañan? Parece que hoy en el mundo es lo mismo vivir en la sobriedad que en la embriaguez, en estados alterados de la conciencia que en nuestros cinco sentidos. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Las locuras o las corduras que se viven en el mundo tienen origen en los pensadores. Son los filósofos o los ideólogos –como queramos llamarles– los que, con sus ideas, arrastran poco a poco a las personas a vivir en las tinieblas del error o bien, las ayudan a vivir en la luz de la verdad.

La desconexión de la realidad en que estamos viviendo se debe, en buena parte, a un filósofo del siglo XVI-XVII llamado René Descartes que acuñó una famosa frase: "pienso, luego existo". La frase ha traído consecuencias incalculables. Con su enseñanza, este pensador francés desconectó el pensamiento de la realidad. Estaba diciendo que es la mente del hombre la que crea la realidad. ¡Esto es falso! Muy distinta es la postura realista de santo Tomás de Aquino quien afirma que no es el pensamiento el que define la realidad o la existencia, sino que es la existencia la que hace posible el que el hombre pueda pensar. La realidad existe independientemente de que alguien pueda o no pensarla.

Los católicos creemos que la realidad existe. Nosotros no la creamos, ni tampoco es proporcional a nuestra capacidad de entenderla, de conocerla. Con el razonamiento de Descartes "Pienso, luego existo", la razón quedó atrapada en sí misma, y entonces el hombre comenzó a preguntarse: ¿mis sentidos me engañan, o no me engañan? Dudamos si el mundo es real o si es mentira; si somos hombres o mujeres; si podemos contraer matrimonio con una rana. Me quedé perplejo hace unos días cuando una señora me pidió –no es mentira– que le celebrara la misa de quinceañera a su perrita y que la traería vestida de princesa. Hay adultos mayores que se creen bebés, y algunas celdas de cárceles que comparten mujeres con hombres que dicen ser mujeres.

Desde Descartes, la mente humana fue quedando atrapada en su propia interioridad al creer que el mundo es sólo lo que la razón de cada uno piensa y crea. Luego vinieron otras ideas locas que se hicieron eslogan: "la mujer no nace, se hace", "mi cuerpo, mi derecho", "love is love" y otros disparates. A esto se le llama "subjetivismo", es decir, lo único que importa es lo que cada sujeto pueda pensar: tu verdad es tu verdad, mi verdad es mi verdad, pero no existe la Verdad. La gente vive cada vez más alucinada, con ojos para mirar únicamente su propio ombligo. Muchos han olvidado que tienen la capacidad de conocer el mundo tal como es. Han dejado de preguntarse por las últimas causas de las cosas y ya no reconocen que tienen la capacidad de conocer a Dios como origen y fin del mundo.

Existe la realidad y existe la verdad, y son accesibles para todos. La Iglesia nos enseña, a través del Concilio Vaticano I, que Dios puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas. Tenemos la capacidad conocer a Dios y el mundo real que él creó. Y lo hacemos a través de los sentidos. Ese conocimiento sensible nos permite hacer razonamientos y extraer conclusiones. Sin esa capacidad de pensar y llegar a certezas no podríamos conocer a Dios ni la realidad; la Verdad sería inaccesible y terminaríamos por vivir en una jungla, cada uno mirándose sólo a sí mismo y defendiéndonos unos de otros.

Es cierto que no siempre logramos conocer la realidad tal cual es, y esto se debe a nuestros traumas, enfermedades del cuerpo y del alma; los pecados personales que nos ciegan, la historia personal de cada uno con sus propias heridas, egoísmos y maldades. A veces podemos perder ubicación y no percibir la realidad en su totalidad. No todo lo conocemos con exactitud y certeza y podemos deformar las cosas: "La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas". (Mt 6,24).

Chesterton acuñó una frase genial: "Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural sino lo antinatural". Hemos quitado a Dios, y el mundo no se ha vuelto neutral, sino antinatural. Y cada vez peor. Es necesario recuperar la conexión con Dios. Él es el sustento de la realidad. Si no lo hacemos, no habrá suficientes psiquiatras para sacar a la gente del manicomio.

miércoles, 5 de julio de 2023

Los tormentos de Lutero


Por el lugar en donde vivo pasan muchos predicadores evangélicos. Les gusta instalar sus bocinas por las calles y plazas para pregonar su mensaje, que puede ser resumido en esta frase: "acepta a Cristo en tu corazón y serás salvo". Muchas veces les he escuchado predicar que para salvarse no es necesaria una religión porque el único que salva es Jesucristo. Sus prédicas tienen un estilo muy eufórico, lleno de arrebatos y gritos, que buscan emocionar a la audiencia. He visto a algunos tratando de expulsar al demonio de alguna persona que se siente mal, y así convierten en espectáculo cuestiones tan delicadas como el exorcismo.

Mi intención no es hacer una crítica malsana –mucho menos una burla– a los protestantes tradicionales y a los innumerables grupos evangélicos que se van desprendiendo unos de otros, sino buscar comprender esa mentalidad religiosa –tan diferente a la católica–, que busca la salvación personal únicamente a través de Jesucristo prescindiendo de la Iglesia. Para ello hemos de ir a los tiempos de la Reforma protestante y aproximarnos a Martín Lutero, su fundador.

Se dice que Lutero, monje agustino, se había escandalizado por el comercio de indulgencias y el penoso ambiente moral –tanto del clero regular como del secular–, que encontró durante su viaje a Roma en 1510. Sin embargo aunque eso favoreció su rebeldía a la autoridad eclesiástica, en realidad no fue lo que detonó la Reforma protestante. El factor más importante que llevó a Lutero a querer reformar la Iglesia fue la mentalidad de miedo en que fue adoctrinado por su padre.

La primera escena de la película "Lutero" de 2003, cuando el monje corre bajo una tormenta eléctrica, y trata de escapar de la lluvia y los rayos, en medio de angustiosas súplicas a Dios por su salvación, refleja las tempestades que tenía en su conciencia. Lo acompañaba la idea de Dios como un juez severo, pronto para la ira y la cólera, sin clemencia ni misericordia. Vivió atormentado por sus pecados y sufrió de muchos pensamientos obsesivos con la idea de la condenación eterna. Se confesaba varias veces a la semana con el padre Staupitz, quien no lograba tranquilizar su conciencia. En una ocasión hizo una confesión de seis horas. El mismo Lutero dijo: "Si no hubiera sido por el padre Staupitz, me hubiera hundido en el infierno".

Como sucede con todas las personas escrupulosas, Lutero veía pecado donde no lo había. La mera inclinación al pecado, la sola concupiscencia –esa huella que dejó el pecado original y que todos padecemos como una cierta inclinación desordenada hacia el mal– era para él pecado consumado. Confundía el sentir con el consentir. El padre Staupitz no tenía la capacidad para tratar con la enfermedad psicológica de Lutero y solamente quedaban dos caminos de salida: uno era enloquecer, y el otro era escapar de esos laberintos mentales con la creación de una nueva doctrina que pudiera acomodarse a su conducta y así liberarse de todo reproche de su conciencia. Fue el camino que siguió el agustino.

Decía Jacques Maritain: "El luteranismo no es un sistema elaborado por Lutero; es el desbordamiento de la individualidad de Lutero", y así fue. El protestantismo no nació como una construcción teológica fruto de una reflexión serena, sino como la respuesta existencial a un hombre atormentado, afirma Bustos Pueche, estudioso de Lutero. Nació como una búsqueda de una doctrina que se acomodara a la mente de Lutero para que no perdiera la cordura. Él no tenía una formación teológica sólida. Cualquier cosa que no podía interpretar a su favor la rechazaba considerándola errónea. De esa manera estableció que siete libros del Antiguo Testamento y cuatro del Nuevo Testamento no entrarían a formar parte del canon bíblico. Fue Felipe Melanchthon, teólogo y amigo de Lutero, quien luego dio forma doctrinal al pensamiento luterano.

Han pasado casi 480 años de la muerte de Lutero, y hoy por los alrededores de mi parroquia se sigue escuchando la frase protestante-evangélica: "Cierra tus ojos, sólo tienes que aceptar a Jesucristo en tu corazón y serás salvo". Es una frase que resume la idea que tenía el reformador de que basta la fe sin obras para obtener la salvación. Tenía razón Lutero en el sentido de que el acto de fe es el que nos posibilita la salvación, pero el protestantismo insiste tanto en que hay que creer en Jesucristo con mucha fuerza, con mucha intensidad; insiste en que hay que mantener lo más posible el esfuerzo de la fe que, finalmente,
ésta termina siendo un acto del hombre, y no un don de Dios.

En su libro "Mirar a Cristo" –decía el cardenal Ratzinger– que hay algunos cristianos que "no quieren obtener perdón alguno, y en general don alguno, de parte de Dios. Quieren el orden puro: no perdón sino justa recompensa, no esperanza, sino seguridad. Con un duro rigorismo de ejercicios religiosos, con oraciones y acciones, quieren procurarse un derecho a su felicidad en el cielo. Les falta la humildad esencial para el amor, la humildad de poder recibir dones más allá de nuestro actuar y merecer". En el fondo Lutero predicaba un esfuerzo personal para salvarse, lo que le daba seguridad para su conciencia atormentada. No buscaba confiar en Dios, sino la seguridad que Dios lo había salvado.

Los orígenes de la Reforma protestante nos enseñan a comprender porqué nuestros hermanos evangélicos tienen un estilo muy peculiar de predicación y de culto, con canto, alabanza, ruido, aplauso: "¡Cierra tus ojos, sólo cree y serás salvo!" "¡Confiesa con tu boca que Jesucristo es el Señor!" "¡Sólo él tiene poder!". Lo importante es sentir intensamente, creer vigorosamente. Ellos no conocen un secreto que tenemos los católicos: la oración silenciosa ante el Santísimo, la soledad sonora, la meditación sosegada, la confianza en la misericordia y la gracia que nos hace esperar la salvación de Dios.

México, la viña y las elecciones

El próximo 2 de junio habrá una gran poda en México. Son las elecciones para elegir al presidente de la república, a los diputados y senador...