miércoles, 30 de julio de 2014

Vitrales


Contemplar los vitrales de las catedrales e iglesias nos hace pensar en las cosas brillantes y hermosas del mundo, pero sobre todo nos eleva hacia las cosas infinitamente más brillantes y luminosas que hay en el Cielo. La belleza de la tierra evoca la de la Jerusalén Celestial. Los colores de las grandes vidrieras llaman a la única e inaccesible luz de Dios que se encarna en los cristales que aparecen ante nuestros ojos. Observar los vitrales desde la atmósfera cálida del interior de una catedral, entre cuyos muros los fieles se sienten protegidos y seguros, es una invitación a participar en la fiesta luminosa del paraíso. 

2 comentarios:

  1. Siempre he pensado en los vitrales como pienso en la fe: si alguien los ve desde afuera, ve vitrales, pero no encuentra motivo para tanto alboroto. La Fe y los vitrales sólo se entienden desde dentro: cuando la Luz (el Amor de Dios) los atraviesa y nos muestra su Grandeza y Esplendor. Hay que verlos desde adentro.

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