miércoles, 10 de junio de 2020

El "buenismo" actual


Juntóse el lobo a la oveja y le comió la pelleja (Sabiduría popular)
Las últimas manifestaciones del movimiento antirracista en protesta por la muerte de George Floyd en manos de un policía tomaron dimensiones internacionales dejando una estela de vandalismo y saqueos por todas partes. En Ciudad de México vandalizaron edificios públicos y tiendas de comercio en Reforma y Polanco. Estos hechos se suman a los de la marcha feminista del 8 de marzo pasado que dejó una gran cantidad de daños materiales, no sólo a monumentos y comercios, sino también en más de 30 templos católicos y algunas catedrales.

Ambos movimientos sociales disfrazados de "buenismo" saben adherir a su causa a innumerables simpatizantes de todas partes porque saben aprovechar una injusticia que ha herido y lastimado a toda la sociedad. Difícilmente alguien no repudiará un abuso policiaco como el que se hizo contra Floyd, contra Giovanni López o la violencia contra las mujeres. De hecho, son tan manipuladores estos movimientos que utilizan frases como "Ser indiferente es ser cómplice" y otras por el estilo para presionar a los ciudadanos a apoyar sus ideales. Y como todos queremos ser buenos con todos, muchas veces por la necesidad de sentirnos aceptados por los demás, fácilmente y sin discernir, nos entusiasmamos con cualquier bandera. Fácilmente caemos en el "buenismo".

Sin embargo, quienes por su "buenismo" en un primer momento aplauden el antirracismo, el feminismo o la ideología de género, quedan desconcertados cuando miran el rostro oculto y violento de estos movimientos que, lejos de servir a los ideales nobles que enarbolan, en realidad están al servicio de otras agendas políticas para desestabilizar a los gobiernos, derribar el orden social y traer el caos. Lo más desconcertante es que los mismos gobernantes, que no quieren ser catalogados como fascistas, temen a estos colectivos y los dejan hacer lo que ellos quieran, abandonando a la ciudadanía a la indefensión.

En el fondo de estos fenómenos está la lucha de clases que promueve la envidia y el victimismo como los generadores del progreso social. Hoy los opresores de la sociedad son los varones, los heterosexuales, los cristianos –especialmente los católicos– y los blancos. Los oprimidos, por el contrario, son las mujeres, los homosexuales, los musulmanes y las demás razas. Aquellos que no están de acuerdo en apoyar a estos movimientos son catalogados como machistas, racistas, homófobos y, en otros países, islamófobos. Y cuidado con tener una etiqueta como estas. Dios nos libre; es como estar contagiado de Covid: todos te sacan la vuelta.

La Iglesia Católica nos enseña a cuidarnos de los falsos maestros de la prosperidad social y de sus "fatuas teorías y fantasías de bienestar futuro". Así los llamaba Pío XII. "Tales falsos pastores quieren hacer creer que la salvación tiene que venir de una revolución que cambie la consistencia social y revista carácter nacional". La violencia no se combate con la violencia, ni con la anarquía o la revolución. Estas sólo han causado destrucción, han encendido las pasiones y acumulado odios. La armonía social está en el diálogo entre todos los grupos que conformamos la sociedad democrática para vivir en el respeto a las diferencias, en la fraternidad y la convivencia pacífica. Seamos buenos, eso sí, pero evitemos ser "buenistas".

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