jueves, 27 de agosto de 2015

Misterios del reino del espíritu: la bilocación

Mayores cosas has de ver (Jn 1,50) 
La bilocación es el fenómeno en el que una persona se encuentra en un lugar y, en el mismo momento, por una misteriosa presencia, está en otro lugar distante, donde un testigo imparcial lo escucha hablar y lo ve moverse con naturalidad. Científicos y filósofos explican que la bilocación es físicamente imposible, contraria a todas las condiciones de la materia conocidas por nosotros. Sin importar cómo se explica, o sin importar que se crea en ella o no, la bilocación ha sido atestiguada en las vidas de numerosos santos. Dios concede este don místico, no para vanagloria de la persona, sino para que él mismo ayude a otra persona a realizar alguna tarea, como asistir a los moribundos o hacer una obra de caridad.

San Alfonso María de Ligorio (+1787)

Fue visto varias veces durante su vida en dos lugares diversos al mismo tiempo, una vez estando en el confesionario mientras que predicaba un sermón en esos momentos. En otra ocasión fue visto en Nápoles predicando a estudiantes universitarios mientras que una mujer pobre tocaba a la puerta de la casa del santo para recibir la limosna cotidiana que él le daba. Un hermano lego abrió la puerta y dijo a la mujer que el santo se hallaba lejos, en Nápoles. La mujer se retiró y de pronto apareció san Alfonso, quien le dio la limosna.

El misterio de la muerte del papa

El incidente más extraordinario del don de bilocación de san Alfonso, ocurrió cuando el Papa Clemente XIV estaba agonizando. Durante la mañana del 21 de septiembre de 1774, el Obispo Alfonso, luego de celebrar la Santa Misa, se sentó en una silla. Parecía absorto en sus pensamientos y no se movía ni hablaba. Permaneció así durante todo el día y toda la noche. No probó alimento ni se cambió de ropa. Empleados que lo vieron en esa postura, se preguntaban qué sucedía. A la mañana siguiente Monseñor Alfonso permanecía igual, y los sirvientes no sabían qué pensar. Se trataba de un éxtasis prolongado. Más tarde se escuchó sonar la campana de la habitación del Obispo anunciando que celebraría la Misa. Todos corrieron alarmados a la recámara. Viendo a tantas personas, el santo se sorprendió y preguntó qué sucedía. “¿Cómo qué sucede? –contestaron todos– este es el segundo día que usted no habla, ni come, ni da signos de vida”. “Tienen razón –dijo don Alfonso-, lo que ustedes no saben es que he estado asistiendo al Papa, que acaba de morir”. Al poco tiempo se supo que Clemente XIV había muerto el 22 de septiembre a las 7 de la mañana, justo en el momento en que terminó aquel misterioso éxtasis de san Alfonso.

Apuntes para la vida espiritual

Los dones místicos extraordinarios son un don que Dios concede a ciertas almas privilegiadas, signos prodigiosos que, por una gracia de Dios, pueden manifestarse en ciertas personas que viven una vida santa. Pero un cristiano nunca debe desear, y mucho menos pedirle a Dios, que en su vida ocurran estos prodigios. Estos signos milagrosos pueden ayudarnos a creer, pero a nosotros sólo nos corresponde vivir de la fe, la esperanza y la caridad.

En su libro “El combate espiritual”, Lorenzo Scúpoli enseña que la santidad no consiste en oír muchas misas o hacer devociones. Todos esos son medios que ayudan a crecer si se emplean con prudencia, y ayudan mucho a adquirir fortaleza contra los enemigos de la salvación. Tampoco consiste en hacer muchas obras exteriores, en ser un gran activista. La señal para saber a qué grado de perfección ha llegado la vida espiritual es averiguar qué cambio y qué transformación ha tenido la propia vida, la propia conducta y costumbres. Hay muchas personas que van a Misa o que se dedican a hacer grandes obras sociales o de caridad, pero son caprichosas y rebeldes, no aceptan el parecer de otras personas, no se preocupan de observar sus propias miserias y viven observando y criticando las de los demás. Cuando los hieren en su propia estima con alguna crítica, explotan en ira e indignación. O cuando llega la enfermedad y la prueba, se quejan y protestan continuamente porque no aceptan la voluntad de Dios. Con ello demuestran que su santidad es muy pequeña todavía. ¿Quieres crecer espiritualmente? Deja que el Espíritu de Dios reforme tu manera de pensar, de hablar, de reaccionar, de tratar a los demás…

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