El papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI se han vacunado contra el Covid-19. Habiendo recibido la inoculación han dado ejemplo para que también lo hagamos los millones de católicos que somos la Iglesia y que queremos erradicar la pandemia. Lo que hicieron los papas estaría libre de controversia si no fuera porque la vacuna tiene su origen en líneas celulares que se desarrollaron a partir de dos abortos ocurridos alrededor de hace 50 años.
Cinco obispos emitieron un documento –tres de ellos de Kazajstán, uno de Letonia y otro estadounidense– en el que rechazan la vacuna para no cooperar ni remotamente con un pecado que la Iglesia ha combatido con tanta determinación en su historia. Para estos obispos cualquier tipo de vacuna que tenga que ver con el aborto, aunque sea remotamente, es éticamente inaceptable, y los católicos deberían de preferir ir al martirio antes que hacer fila para vacunarse.
La mayoría de los obispos y teólogos en la Iglesia –incluidos Francisco y el papa emérito– están a favor de que los católicos nos vacunemos. Hay que aclarar que los laboratorios no están sacrificando embriones humanos para producir vacunas, sino que las vacunas existentes –Pfizer, Moderna y Astra Zeneca– se obtuvieron a partir de células de dos embriones abortados hace más de cinco décadas. Por ser asesinatos, aquellos dos abortos provocados fueron, sin duda, actos intrínsecamente malos.
Cinco obispos emitieron un documento –tres de ellos de Kazajstán, uno de Letonia y otro estadounidense– en el que rechazan la vacuna para no cooperar ni remotamente con un pecado que la Iglesia ha combatido con tanta determinación en su historia. Para estos obispos cualquier tipo de vacuna que tenga que ver con el aborto, aunque sea remotamente, es éticamente inaceptable, y los católicos deberían de preferir ir al martirio antes que hacer fila para vacunarse.
La mayoría de los obispos y teólogos en la Iglesia –incluidos Francisco y el papa emérito– están a favor de que los católicos nos vacunemos. Hay que aclarar que los laboratorios no están sacrificando embriones humanos para producir vacunas, sino que las vacunas existentes –Pfizer, Moderna y Astra Zeneca– se obtuvieron a partir de células de dos embriones abortados hace más de cinco décadas. Por ser asesinatos, aquellos dos abortos provocados fueron, sin duda, actos intrínsecamente malos.
¿Es pecado, entonces, vacunarse contra el Covid-19? La Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un documento en el que explica que existen diversos grados de cooperación con el mal. Son más responsables quienes orientan la producción de las vacunas en esas empresas farmacéuticas que aquellos que no tienen poder de decisión. En ese sentido cuando no existen vacunas éticamente impecables, o cuando los gobiernos sólo ofrezcan un solo tipo de vacuna, aunque presente problemas éticos, "es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción", explica el cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación.
Hay que señalar que las vacunas con una remota conexión con el aborto son Pfizer y Moderna, mientras que Astra Zeneca está, en su fabricación, más comprometida con el aborto. Es esta la que debe evitarse en caso de que no haya otras disponibles.
Vacunarse se trata, entonces, de una cooperación remota y pasiva con el mal del aborto provocado, y no una cooperación formal, activa y directa; por lo tanto quienes se vacunan contra el Covid no pecan. ¿Estamos obligados a vacunarnos? La Congregación nos dice que no, a menos de que estemos atravesando por una emergencia sanitaria causada por un agente patógeno grave que, por los posibles contagios, pone en riesgo las vidas de otras personas.
Por las circunstancias de pandemia que hoy atraviesa el mundo, y para proteger la vida de los demás, es conveniente que los católicos, de manera voluntaria, nos pongamos la vacuna contra el Covid-19. Sin embargo, también está el derecho que tenemos a la objeción de conciencia. Quienes consideran inadmisible vacunarse por tratarse de un material biológico que tiene su origen en células de embriones abortados, deben obedecer su conciencia y no ponerse la vacuna, pero con el deber moral de evitar conductas que puedan contagiar y poner en riesgo la vida de los demás.
Como católicos rechazamos el aborto por tratarse del asesinato de seres humanos inocentes. También consideramos moralmente ilegítima la fabricación de vacunas a partir de células de fetos abortados. Es inadmisible que la industria farmacéutica no busque fabricar vacunas éticamente aceptables, fuera de toda relación con el aborto procurado. Nuestro deber como católicos es crear las condiciones para tener sistemas sanitarios que respeten la dignidad del ser humano –aún el no nacido– y que se fabriquen vacunas moralmente aceptables.
Vacunarse se trata, entonces, de una cooperación remota y pasiva con el mal del aborto provocado, y no una cooperación formal, activa y directa; por lo tanto quienes se vacunan contra el Covid no pecan. ¿Estamos obligados a vacunarnos? La Congregación nos dice que no, a menos de que estemos atravesando por una emergencia sanitaria causada por un agente patógeno grave que, por los posibles contagios, pone en riesgo las vidas de otras personas.
Por las circunstancias de pandemia que hoy atraviesa el mundo, y para proteger la vida de los demás, es conveniente que los católicos, de manera voluntaria, nos pongamos la vacuna contra el Covid-19. Sin embargo, también está el derecho que tenemos a la objeción de conciencia. Quienes consideran inadmisible vacunarse por tratarse de un material biológico que tiene su origen en células de embriones abortados, deben obedecer su conciencia y no ponerse la vacuna, pero con el deber moral de evitar conductas que puedan contagiar y poner en riesgo la vida de los demás.
Como católicos rechazamos el aborto por tratarse del asesinato de seres humanos inocentes. También consideramos moralmente ilegítima la fabricación de vacunas a partir de células de fetos abortados. Es inadmisible que la industria farmacéutica no busque fabricar vacunas éticamente aceptables, fuera de toda relación con el aborto procurado. Nuestro deber como católicos es crear las condiciones para tener sistemas sanitarios que respeten la dignidad del ser humano –aún el no nacido– y que se fabriquen vacunas moralmente aceptables.
"Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
ResponderBorrarPorque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará."
https://lozierinstitute.org/update-covid-19-vaccine-candidates-and-abortion-derived-cell-lines/