miércoles, 12 de diciembre de 2018

Casita sagrada

Los seres humanos tenemos necesidad de casa y de familia. Nuestra felicidad depende de la experiencia que tengamos en el hogar. Si vivimos rodeados de amor, de perdón, compasión, cariño, de estímulos positivos, tenemos entonces las bases para vivir una vida de alegría y paz. Esto se vive y se aprende en los hogares.

La Virgen de Guadalupe vino a México para ayudarnos a hacer casa. Como mujer experta en las cuestiones familiares, se apareció para traernos a su Hijo Jesús, Salvador de nuestros hogares. Por eso se presentó a Juan Diego como aquella que pedía que se construyera una casita sagrada. En ella quería mostrar todo su amor personal, y quería mostrarlo a Él, al Señor, que es su auxilio, su defensa y su salvación.

Tenemos hambre y sed de hogar, de vivir en una casa donde se sienta la mano De Dios que nos bendice y nos protege. Tenemos sed de habitar en un espacio donde se respete la vida gestada en el vientre materno y donde no exista la muerte; en un lugar donde los ancianos y los enfermos sean cuidados con cariño, donde los jóvenes no conozcan los vicios ni las drogas legales, sino donde desarrollen sus estudios, tengan oportunidades, hagan deporte y practiquen su religión. Tenemos necesidad de casitas sagradas que nos enseñen lo que es la justicia y la caridad con el prójimo que vive fuera de nuestras casas.

Hoy le pedimos a la Virgen de Guadalupe por los hombres de nuestros hogares, para que aprendan a amar y respetar a las mujeres y no tratarlas como objetos de placer. Pedimos que los hombres seamos más hombres, custodios de nuestros hogares, protectores de nuestras mujeres y niños hasta dar la vida por ellos. Que los hombres sepamos ser líderes espirituales de nuestras familias enseñando a los hijos a orar y a amar a la Iglesia; hombres que seamos brújula moral de la sociedad.

Hoy pedimos a la Virgen de Guadalupe que tengamos madres que amen a sus maridos y cuiden a sus hijos enseñándoles a perdonar y a ser servidores unos de otros, que eduquen a sus hijos en la fe y les enseñen a gustar del silencio y la oración.

México necesita nuevamente aprender a poner sus manos juntas, como las de la Virgen; necesita regresar a sus raíces cristianas y a no olvidarse de Dios. De otra manera nuestra tierra será un lugar inhóspito para vivir. Que sintiendo el amor maternal y fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe seamos constructores de casitas sagradas, de civilización del amor y de la vida, de familia y de tierra de hermanos.

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