jueves, 19 de junio de 2025
Vagabunos espirituales
En el panorama espiritual mundial hay personas nómadas y otras que son sedentarias. Quienes pertenecen a una religión estructurada, con una autoridad y una teología clara, una comunidad creyente, códigos de conducta y celebraciones rituales precisas son los sedentarios espirituales, personas que pertenecen a un sistema espiritual estable. En cambio quienes dicen ser personas espirituales pero sin afiliación religiosa son los nómadas o vagabundos espirituales.
En una investigación de Pew Research Center en 2023 se descubrió que en Estados Unidos el 41 por ciento de los adultos dicen que se han vuelto más espirituales a lo largo de su vida, en comparación con el 24 por ciento que dice haberse vuelto más religiosos. Esto significa que más personas se han ido desprendiendo de su comunidad religiosa para emprender un camino más individual; han dejado de ser sedentarios para volverse nómadas.
En el cristianismo esta actitud errante se resume en las expresiones "Cristo sí, Iglesia no", "Católico no practicante", "Católico pero no fanático". El vagabundo espiritual cree sin pertenecer, obedece más a una mentalidad consumista, tiene un nivel menor de exigencia y de compromiso. Es una persona que camina como oveja sin pastor. Sin embargo muchos nómadas no logran soportar la soledad de su búsqueda espiritual y terminan agrupándose con quienes se sienten afines.
He conocido a personas que decidieron vivir una ceremonia de Ayahuasca –una planta brasileña que produce efectos alucinógenos y que es proporcionada por brujos a grupos durante rituales– como parte de su exploración espiritual, y terminaron uniéndose a esos grupos con los que se sintieron afines.
Es fácil ser vagabundo espiritual. Hay que dejarse llevar por el sentimiento y la emoción, que son los criterios de verdad en nuestra época. Lo importante es tener sensaciones de lo sagrado, experimentar el misterio de Dios en carne propia, sin importar si se hace a través de un viaje astral, fumando yerba o consumiendo hongos. El vagabundo espiritual no busca estructurar su propia vida bajo una doctrina teológica coherente, fruto de siglos de desarrollo. Lo relevante para él es que haya emotividad, que se arregle su problema personal, que la terapia le ayude a superarse.
Mientras que una visión cristiana nos presenta al hombre compuesto de alma y cuerpo, los errantes espirituales suelen añadir, como tercer elemento, el cuerpo astral o energético. En esta visión esotérica, el hombre puede tener experiencias extrasensoriales como los viajes astrales o la comunicación con entidades no físicas como son los guías espirituales, ángeles, seres ascendidos o conciencias superiores para recibir mensajes o energía.
Un vagabundo espiritual cree que la salvación, liberación o perfección se puede conseguir con el propio esfuerzo. No se necesita la gracia de Dios, sino solamente cursillos y técnicas como la meditación esotérica o el yoga, ejercicios de respiración y otros métodos como el mindfullness. La realización de la persona está al alcance de su propia mano, ya que puede sanarse a sí misma y descubrir sus potencialidades internas.
Este egoísmo de los vagabundos espirituales pretende conducir a las personas a la autorrealización y el bienestar individual. No hay espacio para el absoluto de Dios ni para una salvación más allá de la muerte, ni para un cielo comunitario, sino que pretende solamente conseguir la felicidad aquí en la tierra y, si acaso, un bienestar personal más allá de las fronteras de esta vida.
La vagancia espiritual no lleva a ninguna parte, mucho menos a quienes siguen las enseñanzas de la Nueva Era. Sólo Jesús es el único Salvador del mundo, que se hace presente en el mundo a través de su Cuerpo, que es la Iglesia, sacramento universal del salvación.
martes, 10 de junio de 2025
Carácter cristiano
Jesús no fue primero "sí" y luego "no"; en él todo se ha convertido en un "sí" (2Cor 1, 18-22)
En su libro "El joven de carácter" describe Tihamer Toth que durante el gobierno comunista en Hungría estaba prohibido rezar en las clases. En una de las escuelas de Budapest llegó un profesor del régimen y pidió a los alumnos que se sentaran. Ellos siguieron de pie. "¿Qué sucede? ¡Siéntense!", les ordena el catedrático. Los muchachos le contestan: "¡No hemos rezado todavía y queremos hacerlo!" Lleno de rabia el profesor les grita: "Ya saben que no está permitido rezar". "¡Todavía no hemos rezado!", repite el coro. "Recen, pues", fue la respuesta.
La anécdota es un potente testimonio de carácter cristiano. Esos muchachos húngaros estaban convencidos de su fe católica y querían permanecer fieles a ella, a pesar de la persecución. Sabían que el primer deber del discípulo de Jesucristo es amarlo a Él por encima de los demás amores y dirigir a Dios su pensamiento y actividad. Era su convicción porque sabían que a Jesús no le agradaban los tibios de carácter sino los discípulos reacios a la pusilanimidad como Natanael, aquel israelita en el que no encontró doblez.
Cuando vemos que en la Iglesia se pierde el carácter cristiano y se quiere rebajar la doctrina sobre matrimonio para permitir que las personas que viven en adulterio puedan recibir la Comunión eucarística, viene en muchos de nosotros una gran decepción. O cuando escuchamos a sacerdotes que alientan a sus fieles católicos a celebrar el "mes del orgullo" en vez de denunciar el pecado e invitar a abandonar toda práctica homosexual, no podemos ocultar nuestra tristeza.
¿Y qué decir de la destrucción del espíritu que animó la Pontificia Academia para la Vida que fundó san Juan Pablo II para adoptar posturas más laxas en temas de aborto y eutanasia, o la publicación de textos litúrgicos de algunos obispos alemanes para bendecir parejas del mismo sexo? Uno se queda defraudado ante la pérdida del temple cristiano de algunos jerarcas de la Iglesia frente al mal. El espíritu del mundo que Cristo condenó empieza a devorar al pueblo cristiano.
A veces en las parroquias algunos católicos, generalmente no practicantes y corrompidos por el mundo, se atreven a presentarse en las oficinas parroquiales con documentos falsos de preparación para recibir los sacramentos y así solicitan el bautismo. Incluso hay quienes pretenden sobornar al sacerdote para celebrar los sagrados misterios. Frente a estas actitudes absolutamente despreciables el Señor es claro: "Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca. Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Ap 3,16).
Recordemos siempre que el cristianismo es una religión combativa que exige reciedumbre y firmeza contra el mal. San Miguel Arcángel está presente en la Sagrada Escritura, desde el comienzo y hasta el final de la historia de la Salvación, como modelo de los que luchan por Dios. No es un arcángel afeminado con rizos de oro y un arpa en la mano, sino un guerrero bíblico, musculoso y con espada, capaz de pelear a brazo partido durante toda una noche de pugna y proclamar, con voz de trueno, la victoria de Dios.
Lo más probable es que nosotros, cristianos católicos del siglo XXI, no tengamos oportunidad de salir a pelear por el Señor de los Ejércitos, como en las grandes epopeyas bíblicas, con espadas o armas de fuego. Sin embargo nuestra vida será heroica si, con perseverante celo, tesón y escrupulosidad, nos esforzamos en mantener encendido nuestro ideal de santidad, hacer el mayor bien posible y cumplir fielmente nuestros pequeños deberes de todos los días.
lunes, 2 de junio de 2025
Mandamientos de Dios en las aulas
Texas está a punto de convertirse en el estado más grande de Estados Unidos que obligue a las escuelas públicas a exhibir una copia de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Si la ley se aprueba, todas las aulas escolares tendrán que exhibir un cartel de 40 por 50 centímetros con los preceptos que Dios dio a Moisés en el Monte Sinaí entre los siglos XV y XIII antes de Cristo. Es un asunto espinoso, sin duda, y, al mismo tiempo, esperanzador.
Algunas organizaciones de la sociedad civil lanzaron fuertes críticas contra la iniciativa y amenazaron con levantar una demanda a la norma. Básicamente son tres las objeciones de estos grupos: la nueva ley atenta contra el principio de la separación Iglesia-Estado; discrimina a los no creyentes; e impone una versión del texto bíblico aceptable a los bautistas y evangélicos pero que no comparten los católicos, judíos y ortodoxos.
Quienes apoyan la iniciativa argumentan que se trata una herramienta educativa que destaca el legado espiritual, moral y judicial de los Estados Unidos. La iniciativa es bastante sensata y muy conveniente por las siguientes razones:
Primero, los Diez Mandamientos vienen de la tradición religiosa que fundó a Estados Unidos como nación –el cristianismo– y para mantener la identidad nacional es necesario que la nación se alimente de sus raíces. El papa Francisco, en diversas ocasiones subrayó la importancia de que un pueblo mantenga vivo el contacto con sus historia y se alimente de sus tradiciones para poder así dar frutos. De otra manera los pueblos se secan al no alimentarse de sus raíces fundacionales.
Segundo, colocar los Diez Mandamientos en las escuelas no es imponer ninguna religión, sino una gran ayuda para descubrir nuestra propia humanidad. Nos recuerdan que el hombre tiene una dignidad altísima, superior al resto de los seres de la creación. Por el contrario, cuando creemos que el hombre es solamente un ser más entre el resto de la creación, nos degradamos y terminamos por adoptar conductas contrarias a nuestra dignidad. Los mandamientos nos recuerdan que estamos llamados a vivir como hijos de Dios, a imagen y semejanza de quien nos creó. Colocarlos en las escuelas tendría, a largo plazo, un efecto humanizador para los alumnos y para la sociedad.
Tercero, en tiempos de relativismo hemos perdido toda brújula moral. El criterio actual de moralidad es que cada quien obre libremente mientras no dañe a otras personas. "Si Dios no existe, todo está permitido". Este criterio es falso porque termina por hacer cada día más difícil, si no es que imposible, la vida en comunidad. Su aplicación conduce rápidamente a las peores esclavitudes que acaban por dañar el bien común. Una sociedad sin un "ethos" –un sistema de valores y conductas común– carece de una dirección y tiende a su desintegración.
Cuarto, los Diez Mandamientos suponen creer en el hombre. Los preceptos nos ponen ideales altos. Una nación debe poner ideales altos a los hijos porque se les ama, se cree en ellos y se cree que pueden sacar lo mejor de sí mismos. Cuando a los hijos no se les pide nada y se les dice que cada quien desarrolle su personalidad como quiera, sin ningún código moral, "mientras no hagan daño a otros", en realidad no se les quiere.
Quinto, la sociedad en que vivimos, desde el sistema educativo, nos recalca que sólo tenemos derechos y más derechos. En las últimas décadas se han creado nuevos derechos que, en realidad, no existen. Por ejemplo los derechos sexuales y reproductivos, entre ellos el aborto; o la llamada "muerte digna" que es la eutanasia. Cuando una sociedad nunca nos recuerda que también tenemos deberes está engendrando personas egoístas y sin responsabilidades. Derechos y deberes nunca se deben separar. Los Mandamientos son un recordatorio de nuestros deberes.
Sexto, hay que señalar que los Diez Mandamientos no son una ley que Dios quiere imponer al hombre dándoselos en unas tablas de piedra, sino que antes están inscritos en el corazón del hombre. Son "ley natural". Son cognoscibles por la razón, sin necesidad de ser cristianos. Amar a Dios es natural al hombre; honrar a los padres es natural; respetar la vida es natural; respetar los bienes ajenos es natural. ¿Por qué entonces necesitamos los Mandamientos por escrito? Por la razón de que el pecado nos ha borrado todo sentido del bien y del mal y nos hemos confundido. Es necesario tener un recordatorio permanente para no perder la brújula.
Esperamos que esta ley pueda hacerse realidad no sólo para las escuelas de Texas sino para las de todo el mundo occidental. Y no sólo para las escuelas. Sería magnífico que estuvieran presentes en cada hogar y en todo edificio público. Quizá el barco de nuestra cultura occidental pudiera comenzar a nivelarse.
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