sábado, 26 de abril de 2025

Al papa Francisco


¡Gracias papa Francisco! por tantas cosas positivas que nos legaste durante tu pontificado. Doy gracias a Dios por estas diez:

1. Tu amor y atención a los pobres. Muchas veces te sentaste a la mesa con ellos a compartir el pan.

2. Tu firmeza en la defensa de la vida y tu oposición firme al aborto. 

3. Tu amor y devoción a la Virgen María, estableciendo la fiesta litúrgica de María Madre de la Iglesia, y tu promoción a María "desatadora de nudos". 

4. Tu amor y devoción a San José, regalándonos el Año de San José y el documento "Corazón de padre", así como la devoción de san José durmiendo. 

5. El Año de la Misericordia que nos regalaste, con sus misioneros de la misericordia yendo por el mundo. 

6. Tu crítica al mundo moderno, a la tecnocracia y a la despersonalización de los seres humanos por la modernidad. 

7. Tus homilías cortas y sustanciosas. 

8. Tu oposición a la guerra en Ucrania sin llegar a ser antirruso. 

9. Tu cercanía al pueblo palestino en la Franja de Gaza. 

10. Tu trabajo incansable por la paz mundial. 

También te agradezco el haber dicho en varias ocasiones que estabas abierto a la crítica mientras ésta fuera constructiva y no de mala fe. Seguiré orando por ti para que el Señor te reciba en su reino y en él encuentres tu eterno descanso.

martes, 22 de abril de 2025

Luces e inquietudes de un pontificado


Después de dos pontificados de gigantes teológicos como fueron el de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, llegó el reino de Francisco, marcado por la humildad –su mismo nombre elegido por él en honor al pobre de Asís– y el servicio a los pobres. De san Juan Pablo II se decía que, con su personalidad magnética, los fieles lo iban a ver; de Benedicto XVI se comentaba que, con su solidez y profundidad bíblica y teológica, la gente lo iba a escuchar. Mientras que a la gente que se reunía en torno a Francisco, el papa argentino le indicaba a quién habríamos de prestar nuestra atención: a los pobres y marginados. Me quedo con algunas luces de su pontificado y con cierta preocupación por los caminos que tomaron algunas de las iniciativas de Francisco.

La Misericordia
Cada sucesor de san Pedro marca su pontificado con un sello distintivo, y el de Francisco fue la misericordia. Entre 2015 y 2016 celebramos un año jubilar extraordinario convocado por el papa, el Año de la Misericordia, con el propósito de enfatizar la importancia de la misericordia en la Iglesia y en el mundo. Francisco nos hizo tomar conciencia de que la Iglesia es como un hospital de campaña, metáfora que describe a la Iglesia como un lugar que ofrece ayuda y cuidado a los que sufren en el alma y en el cuerpo, a través de las obras de misericordia y del sacramento del perdón.

La oración y las homilías
Las homilías de la Misa diaria en la Casa Santa Marta fueron la expresión de un papa que, en sus madrugadas –según se cuenta– se preparaba en la escucha orante de la Palabra de Dios para luego hablar al corazón de los fieles. Sabía predicar con un estilo sencillo, directo y breve, con ideas que fácilmente se grababan en la mente de sus oyentes, dejando en ellos una sabia enseñanza.

Nos dejó claro que el hombre de hoy difícilmente escucha homilías de más de ocho minutos y nos pidió a los sacerdotes no torturar a los fieles con largos sermones. Nunca olvidaré la homilía que predicó en Ciudad Juárez, donde yo vivo, el 17 de febrero de 2016. Dedicó un ciclo completo al tema de la oración durante sus Audiencias Generales y él mismo pedía continuamente a los católicos que no dejaran de orar por él. Quizá ha sido el papa más insistente en la oración de intercesión por su persona.

Año de san José
Una de las iniciativas que más agradezco al papa Francisco fue haber regalado a la Iglesia, en medio de la pandemia de Covid 19, un año dedicado a san José, patrono de la Iglesia universal. ¡Cuánto bien nos hizo a tantas personas, familias y comunidades parroquiales! El redescubrimiento del padre virginal de Jesús en los últimos 150 años, como modelo de virtudes, ha sido asombroso y el papa Francisco lo puso en relieve en un momento de crisis munidal. Fue providencial.

Encuentros de diálogo
El papa Francisco hizo hincapié que, para una adecuada pastoral en la Iglesia es necesario salir al encuentro de los demás, caminar juntos, escucharnos. Su invitación a ser pastores con olor a oveja fue genial. Nos empujó a salir a las calles, a buscar a las personas, a dialogar con ellas para conocer sus preocupaciones, sus necesidades, las inquietudes de sus vidas. La pastoral no puede reducirse al escritorio sino que tiene que ser acompañamiento en la cotidianidad de la vida. Agradezco al Señor por estas iniciativas del papa Francisco.

Inquietudes
El pontificado del papa Francisco nos ha dejado sus luces pero también inquietudes y preocupaciones. Su promoción de la misericordia, que en sí misma es maravillosa –pues es el mismo Evangelio–, sufrió una desviación peligrosa hacia el relativismo moral en algunos sectores de la Iglesia que no fueron suficientemente corregidos. Su promoción de una cultura del encuentro y el diálogo, buena en sí misma, condujo hacia la concepción de una Iglesia sinodal que erróneamente puede interpretarse hasta llegar a la disolución del carisma de la autoridad que Cristo dio a los obispos como pastores su pueblo. Fácilmente podemos llegar a ser una Iglesia democrática en la que todos somos iguales, en la que el olor a oveja no se distingue del olor del pastor.

En estos días de transición al siguiente pontificado, hemos de orar al Señor por nuestra Iglesia Católica, para que nos conceda un papa que enseñe con firmeza la perenne enseñanza de Jesucristo a los más de 1200 millones de bautizados que militamos en el mundo y mantenga la unidad del rebaño.

miércoles, 16 de abril de 2025

La maldad de Judas desde la exorcística


El amor es lo que suele desarmar a las personas de corazón duro; el amor, se dice, es lo más eficaz contra la maldad. A Judas no le remordió la conciencia de que Jesús fuera su maestro. En la Última Cena impresiona el endurecimiento del corazón del Iscariote. Cristo Jesús le lavó los pies, pero esto no sensibilizó al traidor. Jesús le mostró toda su hospitalidad, se sentó a la mesa con él, le compartió el bocado, pero ni siquiera este hecho puso freno a la maldad del apóstol detractor. ¡Cuán empedernida estaba su alma!

En la práctica exorcística de la Iglesia se llama "sujeción diabólica" al dominio moral que ejerce el demonio sobre el alma, manteniéndola sujeta al pecado. Esto ocurre por actos pecaminosos del hombre que se repiten una y otra vez, y de esa manera la persona aumenta sus inclinaciones al mal. Esto nos ha ocurrido a la mayoría. Pero el demonio, por su parte, también puede ir dominando a la persona cuando ésta vive en pecado mortal. La va sujetando y esto es lo que se conoce como "sujeción ordinaria".

Sin embargo la sujeción puede ocurrir de manera extraordinaria y se da cuando el diablo tiene un dominio moral totalitario sobre toda la actividad de las facultades superiores de la persona –inteligencia y voluntad– porque ésta se le ha ofrecido. Ese dominio lo ejerce desde las facultades sensitivas del individuo: memoria, imaginación, apetito concupiscible y apetito irascible.

Es realmente terrible. Mientras que en la sujeción ordinaria el demonio "sugiere", en la sujeción extraordinaria el demonio "ordena". En en la sujeción ordinaria la persona padece una tentación; en la sujeción extraordinaria la persona recibe órdenes.

La culpabilidad de que esto llegue a ocurrir no es del demonio sino de la persona que, poco a poco y de manera libre, le abre espacio en su vida hasta llegar al ofrecimiento de sí mismo al que Jesús llamo "homicida desde el principio" (Jn 8,44). Sólo un milagro de la gracia divina puede liberar a quienes han llegado a este nivel de entrega a la maldad.

Cuando el evangelista dice "Entró Satanás en Judas" (Lc 22,3), la mayoría de los teólogos se inclinan por creer que no se trataba de una posesión diabólica, sino de una sujeción diabólica. Lo que inició tiempo atrás como un dominio del diablo sobre Judas a través del pecado de la codicia, terminó por endurecer su alma como una piedra. ¿Llegó Judas a estar sujeto a Satanás de manera extraordinaria? La Escritura no es clara al respecto y no lo sabemos con certeza. Lo cierto es que la sujeción diabólica –ordinaria y extraordinaria– la podemos evitar con una sólida vida espiritual.

miércoles, 9 de abril de 2025

Misterio del mal: abusos sexuales


En las últimas semanas la prensa de Chihuahua ha dado amplia cobertura al caso de algunas guarderías del Sector Salud en donde ocurrieron diversos abusos sexuales, físicos y psicológicos a 16 bebés que estaban bajo su cuidado. La noticia ha despertado no sólo una ola de manifestaciones de los padres de familia que, indignados, reclaman justicia, sino también un horror en la sociedad chihuahuense.

Por otra parte falleció el 3 de abril el ex arzobispo y ex cardenal de Washington Theodore McCarrick, quien fue acusado de mútiples abusos sexuales a sacerdotes y seminaristas durante el ejercicio de su ministerio, motivo por el cual el papa Francisco lo había destituido del estado clerical. McCarrick murió a los 94 años en estado de demencia senil, aunque es bien sabido que, en el pasado, mostró una gran lucidez mental para engañar a los papas sobre sus acusaciones.

Tanto el caso de los bebés abusados en las guarderías como el de las víctimas abusadas por el ex cardenal suscitan interrogantes sobre el misterio de la lucha del bien contra el mal. El oscurecimiento de la conciencia moral, tanto de las personas que tienen a su cuidado a bebés inocentes, como el de un arzobispo que ha recibido la misión de guiar, proteger y custodiar el bien espiritual de sus fieles y que, en cambio, hizo todo lo contrario, nos estremecen. El misterio de la iniquidad está presente en la sociedad. "El humo de Satanás ha entrado en la Iglesia", señaló san Pablo VI.

Este Domingo de Ramos la liturgia de la Iglesia hace presente la Pasión de Cristo, misterio que se actualiza en estos hechos dolorosos. "La Pasión del Señor se prolonga hasta el fin del mundo", escribió san León Magno. "Se prolonga en su cuerpo místico que es la Iglesia, especialmente en los pobres, en los enfermos y en los perseguidos". También podemos añadir: en las víctimas de abuso.

Jesús agoniza hoy en infinidad de lugares y situaciones. Pero hoy resaltamos que el Señor está clavado en las víctimas del abuso. ¿Cómo quitaremos esos clavos de las manos y pies de Jesús para que baje de la cruz? Si no está en nuestras posibilidades de terminar con un flagelo que hiere profundamente a la sociedad y ensombrece a la misma Iglesia, empecemos, al menos, a quitarle los clavos a Cristo en nuestro interior.

Empecemos por darnos cuenta de la sociedad extremadamente erotizada en que vivimos. Los deseos sexuales se estimulan desde la publicidad, desde el fácil acceso que tenemos a la pornografía –que está a un click de distancia en el teléfono móvil–, hasta a través de los espectáculos table dance o salas de masaje. Cuando en los seminarios y en el clero no se enseña una teología moral de la sexualidad clara y no se fomenta la virtud de la castidad, la corrupción puede entrar fácilmente en la vida de los sacerdotes.

Nos rasgamos las vestiduras por las víctimas de abuso en las guarderías o por lo que algunos sacerdotes han cometido, pero no queremos quitar el doble vidrio doble que nos impide ver las impurezas y los vicios que hay en el propio corazón. Sólo cuando nos enteramos que un hijo pequeño ha sido la víctima, cuando una hermana nuestra es la chica que baila en el "table" o cuando un sacerdote cercano ha sido el victimario, entonces sí el problema nos llega hasta el alma.

El problema de las víctimas de abuso es un problema cristológico. Jesús se identificó con quienes sufren pobreza, y por tanto se identifica con ellas: "Esto es mi cuerpo", dijo el Señor hablando de los pobres. Cuando habló de lo que hicimos o dejamos de hacer con el hambriento, el sediento, el preso, el enfermo, el desnudo y el forastero, "a mí me lo hicisteis" o "no me lo hicisteis". Eso equivale a decir que tanto aquel pordiosero como la víctima de abuso, ¡era Él!

Quienes somos católicos hemos de pedir al Señor que nuestros ojos se mantengan abiertos para reconocer a Jesús, que se sigue paseando de incógnito por el mundo. A la Magdalena se le abrieron los ojos frente al sepulcro y lo reconoció resucitado. Una experiencia semejante la tuvieron dos discípulos cuando iban camino a Emaús. También nosotros hemos de reconocerlo, no sólo resucitado, sino en quienes son víctimas de nuestras iniquidades.

miércoles, 2 de abril de 2025

Detectar tentaciones del maligno


San Antonio Abad es considerado el padre de los monjes cristianos. Vivió en los siglos III y IV en Egipto y fue célebre por su vida ascética en el desierto, donde enfrentó numerosas tentaciones y ataques de demonios. Según la "Vida de san Antonio", escrita por san Atanasio, Antonio se retiró al desierto para dedicarse a la oración y a la penitencia. Allí el demonio intentó disuadirlo de su camino espiritual con visiones de riquezas, placeres carnales e, incluso, ataques físicos.

En esta Cuaresma es muy provechoso reflexionar sobre cómo obra la tentación en nosotros para poder superarla. Todos los seres humanos padecemos tentaciones; Cristo mismo se sometió a la tentación en el desierto donde fue asediado por Satanás. Aunque las suyas fueron tentaciones externas, el Señor se dejó tentar para humillar al enemigo y para enseñarnos también a combatirle. 

Si bien es cierto que después del pecado original nuestra naturaleza humana quedó herida y se creó un desorden en ella, ese desorden debe ser corregido por la razón y por la gracia divina; y aunque el diablo es causa indirecta de todos los pecados de los hombres por la razón de haber instigado a Eva y Adán a pecar, no todas las tentaciones que padece la humanidad proceden directamente del demonio. No culpemos al diablo de todos nuestros atractivos para pecar. Muchas veces nos metemos libremente en los tentaderos, como cuando vemos cosas que no convienen o nos juntamos demasiado con personas carentes de fe o que son abiertamente enemigos de la vida cristiana.

La Iglesia Católica nos enseña que existen tres enemigos del alma de quienes proceden todas las tentaciones: el mundo, entendido como la mentalidad contraria al Evangelio; el demonio, criatura angélica, ser personal pervertido y pervertidor que opera en la tierra; y la carne que tiende a la sensualidad o a la concupiscencia.

Dejando a un lado las tentaciones del mundo y de la carne, ¿cómo ocurren las tentaciones diabólicas? Estas son seducciones que el padre de la mentira provoca para inclinarnos al pecado. Puede tentarnos por los sentidos externos, por ejemplo presentándose como una persona sexualmente muy seductora o como alguien que ofrece dinero a cambio de ciertos servicios. San Agustín, quien tuvo una vida sexualmente activa antes de su conversión, en sus "Confesiones" narra cómo era atormentado por pensamientos persistentes. Él interpretaba esas luchas como obra del demonio.

Nuestra imaginación es también campo donde la serpiente se insinúa, presentándonos imágenes de las que podemos formar malos pensamientos. Luego también a través de la memoria, mostrándonos recuerdos placenteros del pecado y objetos pecaminosos para que tengamos recaídas. Santa Teresa de Ávila describe en su autobiografía cómo el enemigo la acosaba con dudas, desesperación y tentaciones contra la castidad. Esos ataques eran más intensos cuando intentaba orar o avanzar en su unión con Dios.

El maligno tienta también por medio de los apetitos sensitivos, es decir, por nuestra inclinación a lo placentero y debilitando nuestro valor para vencer los obstáculos cuando queremos obtener un bien. Santa Catalina de Siena tuvo tentaciones demoníacas, incluyendo pensamientos de aversión a lo bueno. Según su biógrafo, la santa era motivada a desanimarse en su vida de oración y de servicio. Satán le sugería que sus esfuerzos eran inútiles y que Dios la había abandonado. Ella resistió con una fe inquebrantable.

Hay que señalar que las tentaciones que vienen del demonio suelen ser repentinas, intensas y muy insistentes. San Juan Casiano, monje y teólogo, explica que el enemigo ataca a menudo de manera imprevista, cuando el alma está en estado de paz y de progreso espiritual. Describe estas tentaciones como intensas, capaces de abrumar la mente con impurezas, ira o desaliento.

Jamás nos desalentemos en nuestra lucha espiritual. Las fiestas de Pascua que pronto celebraremos son preludio de nuestra participación en la victoria de Cristo. Aprendamos la vigilancia constante en el examen diario de conciencia; sigamos orando con humildad y confiemos en la ayuda de Dios más que en las propias fuerzas.

Vagabunos espirituales

En el panorama espiritual mundial hay personas nómadas y otras que son sedentarias. Quienes pertenecen a una religión estructurada, con una ...