V ivo en el corazón del centro histórico de Ciudad Juárez. La zona es un lugar de permanente ebullición durante el día, y de soledad y silencio durante la noche. Un sinfín de comerciantes, vendedores ambulantes, compradores, estudiantes que van y vienen, predicadores de sectas, brujos y adivinos, pícaros, travestis y mujeres fáciles, gente de trabajo duro y haraganes, alcohólicos y drogadictos, turistas, negros, indios, mestizos y blancos, cargadores de mercancías, policías y los disimulados "halcones" que vigilan el centro para el control del tráfico de drogas. En medio de esta agitación se levanta, discreta e imperturbable junto a la Catedral, la casa de la parroquia. Al cruzar el umbral parece que se entra en otro mundo, lejos de todo aquel frenesí que la circunda. En ese lugar de clausura vivimos tres sacerdotes. La casa parroquial es mi refugio y fortaleza, el espacio silencioso donde encuentro paz y calma, una atmósfera psicológica y espiritual donde se pone un fr...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos