A medida en que pasan los años nos vamos haciendo personas más vulnerables en nuestra dimensión física. Aparecen nuevas dolencias, se manifiestan enfermedades, debemos de cuidarnos más de las caídas. A los sacerdotes, nuestro ministerio nos pone, con frecuencia, en contacto con el dolor del cuerpo humano. En la visita a los hospitales, sobre todo a los que son públicos, encontramos personas accidentadas, baleadas, intubadas, enfermos terminales; muchos de ellos compartiendo la misma habitación. A veces mirar los estertores de la muerte es escalofriante, y hay que pedir a Dios que, ante la sangre y el sufrimiento, nos conceda serenidad, temple y, sobre todo, mucha caridad. Nuestra labor sacerdotal en el confesionario y en la dirección espiritual a veces es difícil. Ahí nos encontramos con el sufrimiento que conlleva, muchas veces, el tener un cuerpo sexuado. Hay personas que sufren por traumas sexuales, por confusión de género, por deseos oscuros y adicciones. Vemos constantemente los e...
Vida católica: frontera México-Estados Unidos