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Año nuevo: contemplemos a los ángeles

¡Feliz año 2024! Hoy podemos pedir a Dios, en este inicio de año 2024, la ayuda de los ángeles para que sea un tiempo de gracia, bendición y mejores relaciones con Dios y los hermanos. De eso depende nuestra felicidad hoy, y nuestro destino eterno, mañana. El mundo invisible que nos rodea, es decir, el mundo angélico, es un mundo que se relaciona con otras dimensiones de la realidad, concretamente con la realidad natural en la que vivimos los seres humanos, y con la realidad sobrenatural, que es Dios mismo. Aprendamos de los ángeles. Si ellos anunciaron el Evangelio a la Virgen María, a san José y a los pastores, ¿por qué a nosotros no?

¿Cómo interactúan los ángeles? Lo hacen con Dios contemplándole (Mt 18,10), adorándole y sirviendo a sus designios (Sal 103, 20). Se relacionan con nosotros, los seres humanos vivos, cuidándonos y pastoreándonos para que alcancemos nuestra salvación eterna (Tob 5,4). Por revelaciones privadas creemos que se relacionan con los difuntos, pero no con quienes están en el infierno sino con los purgantes, orando por ellos y llevándolos al cielo una vez terminada su purificación. Interactúan con los santos compartiendo la gloria divina y la visión beatífica en el cielo (Ap 5,11-12).

Este 2024 ha de ser un año para contemplar más y mejor el misterio de Dios para ser adoradores en espíritu y verdad, a semejante de los coros angélicos, y servir mejor a los proyectos divinos. Si nos acercamos con hambre a la Palabra de Dios, si buscamos más el silencio para contemplar el misterio, si participamos con mayor devoción en la recepción de los sacramentos, el año nuevo nos acercará más al Señor.

Así como los ángeles custodios nos pastorean y nos guían, sepamos también ser pastores y cuidadores de quienes Dios puso a nuestro lado, empezando por nuestra propia familia o, para los que somos sacerdotes, nuestra propia comunidad parroquial. Los empresarios deben cuidar del bienestar de sus empleados, y los políticos del bien común del pueblo. Recordemos también que tenemos compromiso con las personas que sufren –así como los ángeles con las almas purgantes– para llevarles aliento y ayuda, especialmente los enfermos, los migrantes, los tristes, los desamparados.

Acerquémonos también en este año a conocer las vidas de algunos santos para admirar la obra de Dios en ellos e imitar sus virtudes; sus vidas son un reflejo del Evangelio encarnado en situaciones concretas que ellos vivieron. Pero también tengamos el propósito de cultivar amistades santas que nos inspiren a vivir una vida más virtuosa, a ser mejores cristianos.

¿Cómo interactúan los demonios? Están cerrados a la presencia de Dios y son sometidos por los ángeles buenos (Ap 12, 7-9). En sus relaciones con los seres humanos vivos lo hacen a través de su acción ordinaria, que es la tentación (Mt 6,13), y por medio de acciones extraordinarias como la obsesión, la vejación, la infestación y la posesión (Mc 5,1-20). También se relacionan con los difuntos condenados atormentándolos (Mt 10,28), mientras que a las almas del purgatorio les ha sido negado el acceso (CIC 1030-1031).

Lamentablemente muchos hermanos nuestros tienen cerrada el alma al mundo sobrenatural. Algunos se declaran ateos mientras que otros, bautizados, viven en un ateísmo práctico, como si Dios no existiera. Caminan errantes creyéndose libres pero, en realidad, son pastoreados por espíritus malignos en toda clase de vicios e impurezas. A veces son sorprendentes y estremecedoras las formas de maldad que existen. Hay quienes se han convertido en una especie de demonios para otras personas a través de tantas formas dolorosas de explotación y de abuso.

Los ángeles caídos tientan a los hombres al mal, y si nosotros empleamos mal nuestra libertad también seremos ocasión de pecado o piedra de tropiezo para que otros encuentren a Dios. Hemos de arrepentirnos si con malos ejemplos hemos contribuido al extravío de otras personas. No desesperemos porque nunca es tarde para recapacitar y pedir perdón, con la confianza de que la Providencia de Dios sana a aquellos que, con nuestras heridas, hemos herido.

Iniciamos el 2024 con Jesucristo como nuestro pastor y los ángeles como inspiración. Internémonos de la mano del mundo angélico en tiempo por delante, en la esperanza de que Dios tiene reservadas, en este año, sorpresas que nos irán descubriendo sus designios. Confiados en su Divina Providencia, tenemos la certeza de que todo concurrirá –como decía san Pablo– para bien de los que aman a Dios. ¡Bendecido y santo año nuevo!

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