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No maten a Pepe le Pew


Pepe le Pew nació en el mundo de las caricaturas en 1945 como un seductor zorrillo francés que persigue a una gata para enamorarla. Este año un articulista del New York Times ha propuesto su muerte. Por sus aires de conquistador y seductor, se acusa al personaje de fomentar la cultura del acoso sexual y de la violación. La sugerencia del articulista es una franca tontería y lo será también de Looney Tunes si suprime a esta simpática caricatura que, lejos de incitar a los hombres a acosar y violar a las mujeres, expresa cómicamente la natural actitud de un varón que trata de conquistar a una dama.

Vivimos tiempos extraños. Los ideólogos de la nueva cultura, que con un puritanismo hipócrita ponen su atención en combatir a Pepe le Pew, a Speedy González o a películas como Vaselina, no dirigen su artillería hacia lo que, efectivamente, es una de las fuentes putrefactas de la violencia contra las mujeres: la pornografía.

Las hordas feministas prefieren romper escaparates, vandalizar monumentos y hacer pintas en la vía pública que dirigir sus ataques contra la industria del porno, cuyas víctimas principales son las mismas mujeres. Una buena parte de las partidarias del feminismo creen que la pornografía las libera de tabúes y piensan que tienen derecho de disfrutar del sexo, libremente y sin prejuicios, tanto como los hombres. Por ese motivo prefieren no combatir a un negocio que, en realidad, las explota y que fomenta el abuso y la violación.

Ninguna mujer en sus cabales elegiría hacer películas pornográficas. Las que lo hacen –por más joviales, modernas y liberadas que parezcan– son mujeres profundamente heridas. Provienen de familias llenas de abusos, adicciones, rechazo, violencia y abandono. Muchas huyen de sus casas y son alcohólicas y drogadictas. En su desesperación caen en manos de la industria del porno. Entran ahí para sobrevivir y no morirse de hambre. Son atrapadas en un negocio que las convierte en mercancía y que las desecha cuando se vuelven inservibles.

La porno nunca retrata relaciones sexuales cariñosas y llenas de amor entre marido y mujer. Lo que presenta son escenas donde una mujer es abusada sexualmente por uno o varios hombres. Ellas son forzadas a cometer actos sexuales degradantes y peligrosos. Abundan las escenas de violaciones, de degradación verbal, de sexo en grupo y prácticas como el sadomasoquismo.

Un dato revelador es el promedio de vida de una mujer estrella del porno. En un estudio de Jennings Bryant en 2013, que examinó la muerte de 129 mujeres estrellas del porno en un lapso de 20 años, demostró que la mayoría murió prematuramente debido a las drogas, suicidio, asesinato, abuso de alcohol y otras enfermedades. La edad media de una actriz del porno es de 37 años.

Es grave que a esas mujeres pornstars no las defiendan quienes quieren modelar la cultura, ni que tampoco el feminismo haga algo por ellas. Pero lo más grave es que las mismas mujeres no emprendan la guerra contra la industria del porno, que hoy se ha convertido en la única maestra de la sexualidad de millones de niños, adolescentes y jóvenes. El material pornográfico les está enseñando que con violencia se debe tratar a las mujeres en la vida sexual, pues aparentemente lo disfrutan.

No maten a Pepe le Pew, ni tampoco supriman las escenas de la Bruja del 71 en el Chavo del Ocho cuando acosa a don Ramón. La comedia es sólo comedia. Es pura inocentada si se compara con los estragos que está provocando la porno hoy en el mundo, un negocio multimillonario cuyas víctimas principales son las mujeres y los niños, muchos de ellos mártires de la trata. Esa lacra sí debe morir.

Comentarios

  1. Un punto de vista diferente, no lo había visto así.

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  2. Totalmente de acuerdo. Vivimos la realidad de la falta de los valores y la moral, pero sobretodo la falta de Dios.

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  3. La pornografia está teniendo un efecto terrible en los niños y jóvenes, sin olvidar las repercusiones en el matrimonio, que una vez que se convierte en adición en la vida de uno de ellos ese matrimonio se desbarata.

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  4. La pornografia está teniendo un efecto terrible en los niños y jóvenes, sin olvidar las repercusiones en el matrimonio, que una vez que se convierte en adición en la vida de uno de ellos ese matrimonio se desbarata.

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  5. Estoy de acuerdo con usted adre Hayen y creo que también se debería de prohibir el reggaeton.

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