domingo, 16 de junio de 2019

El misterio de Dios y la boda de mi sobrino

Hace unos días asistí boda de mi sobrino Alejandro Cuarón. Él es ingeniero metalúrgico y trabaja para la NASA en Estados Unidos. Su trabajo tiene que ver con la seguridad de los astronautas en el espacio sideral. Alejandro sabe de física, química y matemáticas, y sabe que el universo tiene sus propias leyes. Hay una lógica en la creación y una armonía en todas las criaturas. Hay una verdad que todo lo gobierna. Esta perfección en el cosmos habla no sólo del poder de Dios y de su sabiduría, sino también de que ello es anterior a la creación. Primero tuvo que existir la mente de Dios para que de ella surgiera, por creación, un universo ordenado.

Dios es poder y sabiduría
Mi sobrino se casó con una chica encantadora llamada María Cristina. Mientras que Alejandro comprende a Dios por su poder y sabiduría creadora, la que hoy es su esposa comprende a Dios por la debilidad y la ternura. Ella es maestra de niños de pre kínder. Ese contacto con vidas tiernas y frágiles le ayuda a descubrir que Dios se manifiesta en lo pequeño, en los detalles, en las flores y en los copos de nieve. Si observamos la creación, toda ella está repleta de una delicadeza asombrosa: las aves tienen cantos y danzas para aparearse, los niños se van formando en el vientre materno delicada y portentosamente. María Cristina puede concluir fácilmente que el amor mueve al universo.

Qué maravilloso triángulo tenemos: poder, sabiduría y amor. He allí un anuncio, un presentimiento de la Santísima Trinidad, del Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Dios también revela su poder, sabiduría y amor en las leyes de la vida humana. Nuestros corazones tienen una lógica. Alejandro y María Cristina se han casado enamorados, ilusionados. Han renunciado a todos los hombres y mujeres que existen para vivir solamente uno para el otro. Me atrevo a decir que es una pareja llena de bondad y esperanza. Hay códigos morales que están grabados en nosotros. Son leyes que rigen nuestra historia. Ninguna nación ha proclamado que robar es excelente, o que asesinar es virtuoso, o que quitar el cónyuge a una persona es conveniente. ¿Por qué no nos gusta que nos mientan y nos traicionen, o que nos agredan y nos asalten? Es una ley que Dios ha escrito en nuestras almas y que llamamos la conciencia moral. Es una sabiduría que, si la profundizamos y la seguimos, nos conducirá por el camino eterno.

Pero también Dios se revela más allá de nuestras voluntades humanas. Dios tiene un plan para nosotros que a veces no comprendemos. Recordamos la historia de José, el hijo de Jacob, odiado y vendido por sus hermanos a unos mercaderes que iban a Egipto. La Providencia De Dios hizo que José llegara a ser, por su inteligencia y sagacidad, hombre de confianza del faraón y administrador de Egipto. Luego se encontrará con sus hermanos que le piden comida y los salvará del hambre. Los hijos de Jacob se multiplicarán en Egipto haciendo un pueblo numeroso, y Dios los sacará de aquel país para darles la tierra prometida.

Dios es obra con delicadeza y ternura. Dios es amor
Hoy los poderosos quieren tener la última palabra. Van contra el plan de Dios. Ellos quieren decidir quién nace y quién debe morir por el aborto; ellos quieren destruir el matrimonio y la familia con ideologías perversas. Pero ellos no tendrán la última palabra en la historia porque Dios está siempre de parte de los pobres, los niños y los que confían en su ayuda. En el siglo V el Imperio Romano se destruía y murieron todas aquellas familias que lo dirigían. Sin embargo Dios llamó a un hombre muy humilde llamado Benito de Nursia para dar vida a una gran civilización cristiana. La historia nos enseña que Dios protege a los humildes, y que la historia no está gobernada por los poderosos y soberbios del mundo. Dios defiende a los niños, así como cuida de los pájaros y de las flores. Dios estará de parte de mi sobrino y de su esposa que han pedido con humildad la bendición divina para formar una familia donde se bendiga el nombre del Señor.

San Agustín habla de la Trinidad en la mente del hombre. Así como tenemos una imagen de nosotros mismos, Dios también tiene una imagen de sí mismo. Esa imagen del Padre es su Verbo, su Hijo. Ese Hijo contiene todo lo que Dios es, excepto el ser Padre. Y el Padre contiene todo lo que el Hijo tiene, menos el ser Hijo. La comunicación entre los dos es tan perfecta e intensa que el amor que se engendra es perfecto y eterno. Es el Espíritu Santo. De esa manera san Agustín nos aproxima al misterio de la Santísima Trinidad.

Mi sobrino y la que hoy es su esposa
Qué bella es la manifestación de la Trinidad en la tierra. Su imagen más fiel, aunque imperfecta, es el matrimonio y la familia. El marido encuentra en la mujer a quien amar para formar una carne con ella; lo mismo sucede con la mujer que encuentra en su esposo una ayuda y su complemento. Y ambos, al fundirse en una sola carne, pueden engendrar un hijo, imagen del amor de los esposos.

No conoceremos el misterio del Dios trinitario porque es insondable. Nunca lo podremos explicar. Pero lo que sí sabemos es que Dios no es una muralla cerrada, sino una casa abierta para que ahí podamos entrar y experimentar lo que dice el salmo: "haz la prueba y verás qué bueno es el Señor".

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