jueves, 1 de febrero de 2018

Confesionario sin absolución: siento un gran vacío por la muerte de mi pareja

La pregunta: Hola padre, hace tres meses que mi pareja se me adelantó, y yo no pude estar con ella en sus últimos días. Tampoco pude asistir a su funeral ya que ella falleció en El Paso Texas y yo tuve que quedarme en Ciudad Juárez. Por seis ocasiones fui a pedir un permiso humanitario a las autoridades de Estados Unidos y me lo negaron. Ni siquiera me dieron permiso de ir su funeral. Hay una parte de mí que es consciente de que ella ya no está con nosotros, pero hay otra parte de mí que no lo acepta. Siento que me quitaron algo; me siento vacío y quiero saber si usted puede darme una orientación. ¿Qué puedo hacer con este sentimiento que me esta comiendo por dentro?

Padre Hayen: primero, te agradezco la confianza al escribir y te doy mi pésame por la muerte de tu pareja. Con el amor de Jesucristo te mando un fuerte abrazo. Me duele tu situación, no sólo por el vacío que te ha dejado la desaparición de tu ser querido, sino porque las leyes migratorias, o quizá personas muy insensibles, no te permitieron poder asistir al funeral. Recibe, pues, mis sinceras condolencias.

Supongo que eres cristiano. Para nosotros, discípulos de Jesús, el dolor y la muerte tienen un significado positivo. Dice san Pablo: “Si morimos con Cristo, viviremos también con Él” (2Tim 2,11). Quien muere en la fe en Jesús, pidiendo perdón por su pecados y poniendo en sus manos su propia vida, vive el sublime momento del encuentro de amor con su Dios y Señor. Nada hay más esperado en la vida que esta cita puntual que tenemos con el Señor en el momento de la muerte.

Quiero invitarte a la confianza de que tu señora tuvo la oportunidad de arrepentirse antes de morir y pedir perdón a Dios por sus pecados. De alguna manera Dios, a todos, nos brinda la oportunidad del arrepentimiento y de reconocerlo como nuestro Salvador. Lo hace por el camino ordinario del sacramento de la Confesión, pero también lo puede hacer por caminos extraordinarios que no conocemos, como es el del arrepentimiento y pedir perdón en el último minuto, antes de la muerte.

A mí me da gran esperanza y consuelo la historia de Dimas, el ladrón que estaba crucificado junto a Jesús. A pesar de los delitos horrendos de toda una vida, bastaron sus palabras “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”, para que el Señor pronunciara esa frase que ha llenado de esperanza a millones de corazones: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Jesús reconoció la sinceridad que había en aquel corazón y por eso lo perdonó y lo salvó.

Si tu esposa tuvo días de enfermedad, recibió un regalo de Dios muy grande: la gracia de prepararse para la muerte. Muchas personas tienen una muerte repentina, pero no fue así con tu mujer. Ella tuvo la oportunidad de meditar sobre la gravedad de su salud, y seguramente vio que se acercaba su final. Confiemos en que, si no pudo asistirla un sacerdote, ella pidió perdón al Señor por sus pecados. Y Dios le concedió la certeza de que su vida quedaba salvada por la misericordia de Jesucristo. Recuerda lo que dice el salmo: “El Señor es compasivo y misericordioso; él rescata tu vida del sepulcro, y te colma de amor y de ternura” (Sal 102).

Para aliviar tu dolor y mantener la esperanza te aconsejo que medites las escenas bíblicas de las apariciones de Cristo resucitado a sus discípulos. Contémplalo victorioso, con su cuerpo glorificado, apareciéndose a los apóstoles temerosos y diciéndoles “La paz esté con ustedes”. Introdúcete con tu imaginación en esos pasajes maravillosos y pide al Señor que tu esposa pueda contemplarlo resucitado de entre los muertos.

Y tú, acércate a la Eucaristía. Es en la santa Misa donde encontramos a Cristo resucitado, más que en cualquier otra parte. En él están todos los que murieron en su amor, seguramente también tu esposa. Ofrece misas por su eterno descanso, y estas Eucaristías serán el gran regalo de amor que des a tu mujer. Que Dios te fortalezca y la Virgen María, quien consoló con su presencia a su Hijo al pie de la Cruz, te conforte y te acompañe.

(Para preguntas en 'Confesionario sin absolución' puedes escribir, de manera breve, en un mensaje privado a la cuenta de Facebook/Messenger : Eduardo Hayen Cuarón; o en Twitter: @padrehayen)

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