sábado, 21 de enero de 2017

Meditación no. 6 contra los pecados de la carne

Dichosos los limpios de corazón
(Rosemary Scott)


¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El hombre de manos limpias y puro corazón
(Sal 24,3-4)

Oración: Purifica nuestros deseos y nuestros corazones con el fuego del Espíritu Santo, Oh Señor, a fin de que podamos servirte con cuerpo casto, y con un corazón limpio que te sea agradable.

El Papa san Gregorio Magno escribió sobre las “siete hijas de la lujuria”. Con ello quería significar los siete efectos destructivos que la lujuria provoca en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad. La primera de estas “hijas” es la ceguera mental, seguida de desconsideración, inconstancia, precipitación, amor desordenado a sí mismo, odio a Dios y amor desordenado al mundo (con odio o desesperación de un mundo futuro). Si somos honestos con nosotros mismos, podremos reconocer algunas de estas “hijas” que están presentes en nuestras vidas. Esta meditación se concentrará en la primera de estas “hijas”: la ceguera mental.

La impureza ciega tanto nuestra mente que no podemos ver lo que es bueno, ni tener gusto por las cosas espirituales. De manera particular, nos ciega al mayor de los bienes, que es nuestro Creador. San Alfonso María de Ligorio escribió: “Cuando un cuervo encuentra un cadáver, lo primero que hace es sacarle los ojos; y la primer herida que la lujuria hace al alma es quitarle la luz de las cosas de Dios”. Con el tiempo, los pecados habituales de la carne nos dejarán ciegos espiritualmente, incapacitando nuestras almas para las cosas del cielo y nos alienarán de nuestro Señor.

Quizá tú has estado experimentando últimamente una “sequedad” espiritual en tu vida interior. ¿Te has preguntado por qué? Puede tener muchas causas, y los pecados de la carne pueden ser una de ellas. Jesús quiso decirlo cuando dijo: “Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios” (Mt 5,8). La impureza no permite contemplar el rostro del Señor. Si tú deseas una vida espiritual más profunda, date cuenta de que no puedes involucrarte en pecados de la carne. Sin limpieza de corazón no puedes esperar “ver a Dios”, es decir, no puedes tener una relación cercana con Él en la tierra y ser feliz con Él eternamente en el Cielo.

Para estar en la presencia de nuestro Señor, tenemos que tener las manos sin pecado y un corazón limpio. Por eso Santiago apóstol advertía a los cristianos en su carta: Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos (St 4,8). “Manos” se refiere a las acciones exteriores, mientras que “corazones” hace referencia a los pensamientos internos y las intenciones. Ambos tienen que estar limpios ante nuestro Señor; si nos limpiamos por dentro, nuestros actos también serán puros (Mt 23,25-26).

Un corazón limpio no sólo nos permite acercarnos a Dios, sino que también tiene otros beneficios maravillosos. Por ejemplo, puede restaurar en ti la alegría de vivir, la cual tiende a quedar destruida por la impureza:

La “libertad”, tan exaltada por el movimiento hippie, se encuentra solamente en los que son limpios de corazón. Los limpios de corazón son libres. Ellos viven realmente en tres dimensiones.

El placer es una dimensión, en el plano de lo físico. Los limpios de corazón son capaces de vivir intensamente en todos los planos, con una plena conciencia del mundo, de la música, de las flores, de los niños, amigos, y de toda la vida sobrenatural. Aquellos de corazón sucio se van volviendo cada vez más ciegos para percibir las dimensiones del amor y la belleza.

Un corazón limpio nos libera de los problemas del sexo, y lo hace como dándonos un par de alas gigantes, alas invisibles para quienes nos rodean, pero que nos permiten elevarnos en el cielo de la libertad como una gran águila en vuelo, aterrizando como queramos, eligiendo los aires que queramos respirar, los escenarios que queramos contemplar, el lugar donde queramos anidar. Un corazón limpio es la llave para entrar en la libertad de los hijos de Dios.

¿Esto implica que, habiendo logrado la limpieza de corazón, estemos exentos de todo peligro, y seamos libres para volar a cualquier lugar, por ejemplo hacia zonas de tentaciones sexuales como son ciertos libros, música, espectáculos, radio, cine o televisión? ¡Nunca! Nuestro Señor, que advirtió a los apóstoles diciéndoles “Oren y velen sin cesar para no caer en tentación”, jamás recomendaría una imprudente aventura a nosotros, que somos almas pequeñas.

Por el contrario, la limpieza de corazón actúa como una luz a nuestra conciencia, como un fuerte impulso hacia el bien, y como un camino directo hacia la alegre libertad en Dios. Es la limpieza la que nos advierte dónde se necesita andar con cuidado, la que nos motiva cuando el miedo nos paraliza, la que nos protege con un escudo de luz cuando, en la inocencia, vagamos entre el humo y entre los peligros inmediatos de la concupiscencia.

Un corazón limpio es prudente. Si no lo fuera, ¿cómo podría estar limpio? Un corazón limpio no se confunde en dudas. Es libre. Y curiosamente, con esa libertad viene una felicidad general que el sexo promete, pero que es incapaz de cumplir.

¿Cómo, pues, una persona se convierte en limpio de corazón? Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá (Mt 7,7). Después de haber cometido adulterio con Betsabé, el rey David oró pidiendo la pureza de corazón: Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme (Sal 51[50],10). Haz de la oración de David tu propia oración, y utilízala especialmente cuando te veas tentado con pensamientos impuros. Pide fervientemente y con perseverancia la gracia de la castidad y la pureza de corazón, y tu Padre Celestial te ayudará a lograrla.

Esto puede tomar algún tiempo, pero tú puedes, con la gracia divina, recuperar un corazón limpio. No importa cuán sucio y obsceno se haya vuelto tu corazón, no importa el tiempo en que haya estado manchado. Nuestro Señor puede crear en ti un corazón limpio. Si sigues los propósitos después de cada una de estas meditaciones, también te permitirá lograr la limpieza de corazón.

Limpia de malicia tu corazón, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo durarán en ti tus pensamientos torcidos? (Jer 4,14).

Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro (2Tim 2,22).

Quitando las distorsiones de la lujuria, un corazón limpio te ayudará a valorar tu sexualidad y a vivir en paz con ella. Comenzarás a verla como un amiga, y no como una enemiga; como una bendición y no como una maldición. Pide en tu oración la gracia de apreciar la virtud de la castidad, la gracia de querer ser casto según tu estado de vida, y pide desear hacer la voluntad de Dios en esta cuestión. Agradece a Dios por tu sexualidad y date cuenta de que es una bendición que Dios nos dio para ser usada solamente en el matrimonio. Pide al Señor diariamente que te ayude a querer utilizarla sólo de acuerdo a su voluntad.

Propósito: Memoriza la oración del rey David al pedir un corazón limpio, y hazla una sincera oración a nuestro Señor cada vez que sientas una tentación contra la castidad. Que esta aspiración sea una súplica desde lo más profundo de tu corazón. Memoriza también el pasaje breve de la Escritura que está al inicio de esta meditación (Sal 23,3-4), y Mateo 5,8. Utiliza todos estos versículos como parte de tu oración y meditación, para acercarte a Jesús. Utilizar devotamente la Sagrada Escritura ayuda a limpiar el corazón y la mente de toda impureza. Continúa con tus propósitos anteriores.

Papa San Gregorio Magno, ruega por nosotros.


Mide tu progreso: desde que hice la última meditación,

Cuántas veces:

a. Deliberadamente me toqué impuramente al despertar

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

b. Deliberadamente vi fotografías o películas indecentes

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

c. Cometí actos impuros solo o con otras personas

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

d. Deliberadamente me deleité en pensamientos impuros

_____0 _____1 _____2 ­­­_____3 o más veces

e. ¿Cuándo fue la última vez que fui a la Confesión? __________________

f. ¿Cuándo fue la última vez que asistí a la Santa Misa?________________

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