miércoles, 7 de septiembre de 2016

Marchas por la Familia

Nada impidió que el sábado 3 de septiembre alrededor de 18 mil personas decidieran tomar las calles de Ciudad Juárez para manifestarse a favor de la Familia, creada según la lógica de la naturaleza. Otros eventos masivos que hubo en la ciudad no fueron obstáculo para que se formara, a lo largo del Paseo Triunfo de la República, una impresionante marcha de un kilómetro y medio de largo, en donde caminaron juntas personas de todas las clases sociales.

El clamor era uno solo: pedir al presidente de la república y a los legisladores establecer en el artículo cuarto la Constitución que el matrimonio es una institución de interés público y el fundamento natural de la familia; y que como tal debe ser protegido por el Estado, como un compromiso público que toman libremente un varón y una mujer, para amarse, fundar una familia y educar a sus hijos hasta que alcancen la mayoría de edad.

Desde la Constitución de 1917 a los padres mexicanos no se les reconoce el derecho de educar a sus hijos. En América Latina únicamente México y Cuba no reconocen este derecho fundamental. Así que otro motivo de las marchas por la familia es pedir al gobierno que se establezca en la Constitución que los padres tienen el derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos; incluyendo la correspondiente al desarrollo de las aptitudes intelectuales, morales y religiosas, la educación sexual, las actitudes y virtudes.

Otro punto muy importante que ha llevado a la realización de estas marchas es exigir al gobierno que se garantice el respeto del interés superior de la niñez. Todos los niños y niñas tienen el derecho a crecer en su familia, bajo el cuidado y protección de su padre y su madre. En el caso de orfandad de padre y madre de un menor, o si fuese privado de manera definitiva de su familia de origen, se deberá asegurar su cuidado y protección por un padre y una madre adoptivos. El Estado no puede por ninguna causa privar deliberadamente a un niño de este derecho.

La marcha en Ciudad Juárez se realizó en absoluto orden y respeto. No hubo groserías contra quienes piensan de otra manera ni se levantaron pancartas ofensivas contra otros colectivos. La ciudadanía simplemente se levantó pidiendo que la autoridad pública proteja a la institución que ha dado estabilidad, orden y continuidad a la sociedad y al mismo Estado mexicano, y que se ha comprobado que es la única institución, a pesar de sus fallas y debilidades humanas, para formar personas felices.

Los adultos entendimos bien los motivos que originaron la Marcha por la Familia, pero no así lo entendieron las nuevas generaciones. Éstas han sido, hasta cierto punto, adoctrinadas por la ideología de género a través de los medios y del ambiente cultural que respiramos; hay jóvenes que decidieron no asistir a la marcha porque les pareció que trataba de un evento injusto y discriminatorio hacia quienes están a favor del matrimonio igualitario. No quisieron verse ‘homofóbicos’ y prefirieron no participar.

La marcha no fue discriminatoria contra nadie. Cuando los ciudadanos se pronuncian a favor del matrimonio natural de varón y mujer, están reconociendo que la lógica de la naturaleza nos dice que ambos sexos son diferentes y complementarios, y que juntos libremente pueden procrear a sus hijos. Están diciendo que el matrimonio hembra-varón es el único que puede originar familia y que, por lo tanto, es el único que debe llamarse matrimonio. Están diciendo que la familia natural merece ser reconocida y protegida por el Estado. Están diciendo que es un derecho de los niños tener padre y madre, y que otras formas de convivencia, las cuales nadie prohíbe, no pueden equipararse al matrimonio, ni en derechos ni obligaciones.

Después de la Marcha por la Familia han quedado muchas inquietudes en el ambiente. Me queda claro que así como Dios habla por su Palabra, también lo hace por los acontecimientos. Una respuesta como la que vimos el sábado pasado en Ciudad Juárez, y ayer en más de 100 ciudades de México, no puede ser sino la voz de Dios que nos pide nos mantengamos en la defensa y protección de la Familia, que es la comunidad más preciada por los seres humanos, y la comunidad que Él mismo eligió para encarnarse.

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