jueves, 1 de enero de 2015

Cristianismo de emociones

Es cierto que los tiempos actuales son de mucho ateísmo e indiferentismo religioso. Hacia las derechas y las izquierdas políticas, en ambientes rurales y urbanos, en el norte y el sur del mundo, hay una crisis de fe. Los católicos solemos culpar al ambiente cultural, social y educativo que respiramos, pero raramente achacamos la responsabilidad a nosotros mismos, los creyentes. Y, sin embargo, la increencia se debe, en gran parte, a la crisis de la comunidad creyente y su incapacidad de expresar públicamente su fe en el mundo. Muchos católicos buscamos experiencias religiosas que tengan sensibilidad y afecto, y no está mal. Sin embargo cuando nos distanciamos de las experiencias que implican responsabilidades, obligaciones y compromisos fuertes, así nuestro catolicismo de emociones y sin una moral vigorosa corre el riesgo de quedarse en un cristianismo de niños, no de adultos.

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